Sociedad Canibal. Capítulo 30.

CAPÍTULO 30​

Ed estaba harto. Harto de los lamentos y quejidos de los únicos esbirros de su banda que aún quedaban con vida.
El ataque había sido un fiasco. Una grandísima mierda. Subestimaron sus defensas. ¿Cómo podían fallar siendo tantos y disponiendo de granadas? Joder, habrían podido volar por los aires todo un poblado.
Y sin embargo fallaron. Esos tipos eran condenadamente buenos y estaban bien armados. No se parecían a ninguno de los pringados a los que normalmente asaltaban.
Tenían toda la pinta de ser militares y estar bien adiestrados. ¿Pero qué clase ejercito era la NAA? Al menos eso era lo que ponía la chapa de uno de los cabrones que habían conseguido abatir.
Lo único que estaba claro es que tenían que salir de allí lo antes posible. Irónicamente ahora los cazadores eran las presas.
Con la rémora de sus hombres heridos sería cuestión de poco tiempo que cayeran sobre ellos y para empeorar la cosas además habían tenido que huir dejando atrás buena parte de los suministros que les habían dado en la ciudad.
Pero eso no iba a ser el fin. No para Ed. No se había labrado su reputación por nada, sabía lo que tenía que hacer para salvar el pellejo. Era un puto superviviente.

- Ed... –gruñó Jim, su mano derecha, la misma que ahora tenía prácticamente reventada- Duele mucho tío y tengo sed. Ya sé que hay que racionar el agua, pero es que me abraso, he perdido mucha sangre y...

Ed levantó la mano

- Tranquilo colega. Nos las apañaremos

Se aproximó con la cantimplora a Jim y se la extendió.

- Gracias Ed, eres el mejor, tío...

Jim estaba dando su primer sorbo cuando un rápido movimiento de cuchillo degolló su garganta haciendo que se derramará la escasa agua que había conseguido beber por su recién estrenado agujero. Como no pudo gritar no alertó a los demás que lo vieron desplomarse.

- ¿Qué le pasa a Jim?- Se acercaron los otros dos componentes de la banda curiosos.
- Nada, parece que ha tenido un golpe de calor.

Prácticamente no habían tenido tiempo de percatarse del incipiente charco de sangre que se estaba formado en la arena debajo del cadáver cuando Ed les descerrajó en sus cráneos sendas balas que hicieron que sus cuerpos se amontonaran sobre el de Jim.
Era un fastidio. Tendría que volver a pasar por el tedioso proceso de reclutamiento para formar una nueva banda. Aun así, se consoló, nunca faltarían perros rabiosos en este mundo que se prestaran de buen grado a engrosar sus filas.
Lo importante es que él sobreviviría y tenía información sobre una amenaza incipiente que de buen seguro le salvaría la cara cuando tuviera que rendirle cuentas a los mamones de la ciudad. O al menos eso esperaba.