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Sociedad Canibal. Capítulo 7.

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Kwisatz, 30 de Enero de 2022. Respuestas: 0 | Visitas: 360

  1. Kwisatz

    Kwisatz Poeta recién llegado

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    CAPITULO 7

    Luke estacionó el coche junto a la cafetería. Necesitaba pensar. Su situación era desesperada, no podía volver al punto de partida con las manos vacías y contar lo que le había pasado. Supondría una condena a muerte automática, o quizá algo peor.
    Pero qué otra cosa podía hacer. Al coche sólo le quedaba el combustible necesario para regresar a la ciudad.
    Por unos instantes valoró la posibilidad de huir. Era una opción tentadora, pero era totalmente consciente de que no llegaría muy lejos, y tampoco sabía a dónde ir. No tenía provisiones ni agua, y aunque lograra de algún modo hacerse con ambas cosas no pasaría mucho tiempo antes de que mandaran una patrulla a su busca y captura.
    Huir no era una opción, volver no era una opción. Se encontraba en un punto muerto, pero no podía dejar llevarse por el pánico, tenía que pensar fríamente la situación.
    ¿Qué es lo que tengo? Un M-16, dos cajas de munición y un coche. ¿Cuál es mi objetivo? Rescatar a la homínida y llevársela a Frank. ¿Seguro? Seguro no, pero era la única posibilidad, por remota que fuera, de salvar el pellejo.
    Tras meditarlo brevemente tuvo una idea. Se le antojó una locura, pero era su única opción.
    Dejó que cayera la noche y entonces se subió al coche para conducir hacia el campamento mercenario.
    Antes había cargado el arma y había practicado un poco su puntería. Afortunadamente en sus tiempos de cadete en el cuerpo de seguridad de la ciudad le habían enseñado a utilizar armas de fuego. Disparar un M-16 no era ni remotamente parecido a disparar una pistola reglamentaria, pero algo ayudaba.
    Cuando consideró que estaba lo suficientemente cerca apagó las luces y respiró hondo. Se cruzó el M-16 a la espalda y apretó el pedal del acelerador hasta el fondo. El motor rugió y el vehículo fue acelerando. El corazón le iba a mil mientras observaba como la aguja del velocímetro subía: cincuenta, sesenta, setenta, ochenta,... Estaba a unos escasos veinte metros de la puerta de entrada a la fortaleza de chatarra cuando abrió la puerta y saltó del vehículo en marcha aovillándose al mismo tiempo para rodar en el suelo en la caída
    El viejo Buick, que debía pesar en torno a las dos toneladas se estampó con gran estruendo contra la pila de carcasas de chatarra que constituían la puerta al campamento, las cuales se desmoronaron prácticamente en su totalidad debido al poderoso impacto.
    Luke mientras tanto intentaba incorporarse del suelo. La piel le ardía debido al rozamiento, tenía la cara llena de tierra y se notaba magullado. Afortunadamente no se había roto nada, aunque estaba seguro de que el dolor iba a ser su compañero por una buena temporada... si conseguía sobrevivir a esa noche.
    El campamento se llenó de gritos de alarma y confusión. El caos se había apoderado de la banda, había sido un ataque totalmente inesperado.
    Loco Jim logró imponer algo de cordura en sus hombres partiendo alguna crisma de advertencia a los indisciplinados y envió la mitad de sus hombres a cubrir el boquete que se había formado en la entrada.
    A los pocos segundos, cinco hombres se encontraban apostados sobre el Buick humeante tras escalar previamente la pila de chatarra, oteando la noche esteparia tratando de localizar en vano al loco que había osado atacarles.
    Lo último que alcanzaron a ver fueron los destellos del M-16 de Luke disparando, estratégicamente protegido por la oscuridad, al depósito del Buick, que explotó llevándose por los aires a todos los que se encontraban cerca en ese momento.
    Un breve silencio precedió a la deflagración que rápidamente fue reemplazado por furiosas amenazas.
    Pero Luke no les prestaba atención, se encontraba agazapado en el suelo a una distancia prudencial de la entrada envuelto en la penumbra y esperando que alguien se envalentonara y decidiese salir a por él.
    Y así sucedió. Un pobre imbécil que salió aullando y disparando al azar entre las llamas fue rápidamente alcanzado en las piernas y se desplomó al suelo retorciéndose de dolor agonizante hasta que perdió la consciencia.
    Nadie más intentó salir y una tensa calma se instauró. Estaba claro que los mercenarios habían cambiado a una estrategia defensiva.
    ¿Y ahora qué? Se preguntó Luke. Todavía debían quedar dentro como media docena más de ellos, bien pertrechados con las armas que él mismo les había entregado esperándole.
    No podía quedarse allí, pero tampoco podía enfrentarse sólo a todos los bandidos, y en cuanto amaneciera sería hombre muerto. Tenía que hacer algo ¿Pero el qué?
    De pronto recordó las garrafas de combustible apiladas en una de las esquinas del campamento. Pero era demasiado arriesgado, la explosión podía ser demasiado fuerte y acabar matando a la homínida también. Tras meditarlo unos minutos concluyó que era su única opción dada su enorme desventaja. Dispararía al combustible y en medio del caos se colaría dentro del campamento y rescataría a la homínida. O eso, o muero.
    Luke se arrastró lentamente hasta llegar a los restos del Buick. Levantó lentamente la cabeza pero no vio a nadie. Todo estaba en silencio, sólo se oía el crepitar de las llamas. Allá en el otro extremo estaba el cúmulo de envases llenos de combustible. Levantó su arma lentamente y la apoyó suavemente sobre el chasis. Respiró hondo y apuntó. Una bala rebotó a escasos centímetros de su posición y se puso nervioso. Instintivamente apretó el gatillo y entonces se desató el pandemónium.
    Una segunda explosión sonó en la noche seguida de una columna de fuego. La onda expansiva había tumbado a Luke, que ahora se levantaba aturdido del suelo contemplando su obra. Conforme había imaginado el pánico y el caos se habían adueñado de la situación. De pronto reparó que la caseta de servicio donde estaba recluida la homínida se había derruido parcialmente. Sin pensar, saltó el capó del Buick y corrió lo más deprisa que pudo hacia los escombros. La puerta de los servicios aún se conservaba en pie, pero una de las paredes, la más cercana al foco de la explosión, se había colapsado.
    Luke se arrodilló y empezó a escarbar entre los cascotes como un poseso sin prestar atención a nada más.
    Pronto divisó un brazo moreno y redobló sus esfuerzos. La chica estaba allí y estaba viva. Cuando logró desenterrar medio cuerpo comenzó a tirar mientras ella tosía y gemía levemente.
    Cuando ya casi la había sacado del todo Luke notó como un cilindro rígido y metálico se le clavaba en los riñones.

    - Maldito hijo de puta, nunca sospeché que pudieras tener los huevos para hacer lo que has hecho – Era la voz de Ed el desollador. – Te voy a matar lentamente y me voy a hacer una bonita cazadora con tu piel para recordar este momento tan emblemático.

    Luke cerró los ojos anticipándose al daño que iba a sufrir. Pero en vez de ello escuchó un disparo y un grito de dolor. Miró detrás de él y vio a Ed tendido en el suelo sujetándose un pie. La homínida se las había ingeniado para apretar el gatillo del M-16 que había dejado a su lado mientras cavaba.
    Ed Instintivamente había soltado la pistola, la cual había caído a un metro escaso de donde él se hallaba. De inmediato la reacción de Luke fue correr a dar un puntapié al arma y abalanzarse como un poseso sobre Ed golpeándolo con furia hasta que le vio perder la consciencia.
    Mientras tanto la homínida casi había seguido por su cuenta liberándose de su sepultura y ya tenía todo el cuerpo fuera excepto una de las piernas.
    Luke se dirigió hacia ella, la cogió de unos de sus brazos y tiró. La pierna salió bruscamente, y debido al impulso ella trastabilló y acabó cayendo en los brazos de Luke.
    Por primera vez sus miradas se cruzaron, y pese a todo el dolor, el cansancio y el miedo que había pasado, en aquel instante Luke se sintió más feliz que en su vida.
    En aquel mismo momento Loco Jim hizo su entrada quedando estupefacto al ver a Ed, el mismísimo Ed el desollador, KO en el suelo mientras aquellos dos tortolitos se abrazaban.

    - ¡Tu suerte acaba aquí cabronazo!- Espetó mientras cargaba con su fornido cuerpo sobre Luke que cayó al suelo derrotado por el poderío físico de su agresor.

    Loco le iba a dar la paliza de su vida a Luke. Se relamió con sadismo la sangre que le caía por el labio presto a convertir en una pulpa sanguinolenta a ese malnacido con suerte.
    Y así habría ocurrido de haber cometido el descuido de no prestar la debida atención a la homínida que estaba con su víctima, la cual había aprovechado la ocasión para aproximarse furtivamente por su espalada y golpearlo con contundencia en la cabeza con un cascote.
    Otra vez Luke había vuelto se había quedado a las puertas de la fatalidad. Era la segunda vez que la homínida le había salvado la vida, y se preguntó con fugaz ironía quién estaba rescatando a quién. En cualquier caso no podían quedarse allí, la noche estaba muy avanzada y todavía tenían que escapar de aquel infierno.
    Recuperó el M-16 del suelo y decidió poner punto y final a esos dos monstruos. Apretó el gatillo, pero nada ocurrió. Se había quedado sin munición.

    -¡Mierda! – se dijo mientras se apresuraba a escapar de allí. En el recinto exterior las llamas aún no se habían extinguido del todo, y una tenue luz iluminaba la escena.
    Luke advirtió que milagrosamente, parecía que alguna de las motos aún se hallaba intacta, o eso parecía.
    Con la homínida cogida de una mano y el M-16 descargado en la otra caminó hacia un motocross apenas chamuscado apoyado contra uno de los muros de chatarra.
    En ese instante tres de los hombres de Ed surgieron de varios escondrijos empuñando amenazadoramente unas rudimentarias armas blancas.

    Luke levanto el M-16 y con toda la sangre fría que pudo reunir les previno

    - Quizá no pueda liquidaros a los tres, pero tened por seguro que al menos uno o dos de vosotros morirá intentando matarme. ¿Quién tiene ganas de morir hoy?

    Estas palabras los hicieron dudar y detuvieron su avance, al menos por el momento, circunstancia que aprovechó para caminar lentamente hacia la motocross sin dejar de apuntar con el fusil de asalto.
    Cuando estuvo junto a la moto se dio cuenta de que no podría poner en marcha el motor y apuntar al mismo tiempo, así que miró a la homínida y le dio el arma diciéndole

    - Apúntales, y al que se mueva te lo cargas.

    Por un momento ella se quedó mirando dubitativamente a Luke. Nunca había empuñado un arma, sólo lo había visto hacer a otros. No obstante pronto comprendió la situación y le siguió magistralmente el juego. Empuñó el arma con firmeza y la empezó a moverla en semicírculos nerviosos con una fiera expresión en la cara.
    Luke se quedó mirándola unos instantes entre sorprendido y divertido ante su astucia, pero pronto prosiguió con la motocicleta consciente de lo efímero de la tregua. Apretó el pedal de arranque y el motor hizo un amago de ponerse en marcha, pero pronto se paró de nuevo.
    La homínida se empleaba al máximo pero los tipos se estaban envalentonando con el tiempo ante la ausencia de disparos de advertencia.
    Luke pateaba frenéticamente el pedal de arranque hasta que finalmente, tras más de seis intentos, consiguió hacer funcionar la moto.
    Sin perder un momento montó en ella e instó a la homínida a que hiciera lo mismo.
    Luke nunca había ido en moto, pero sí había tenido la oportunidad de montar en bici y había recibido alguna clase teórica en la Academia. No era lo mismo, de acuerdo, pero tampoco había disparado nunca un fusil M-16 y tampoco le había salido tan mal.
    Giró hacia atrás el manillar del acelerador y faltó poco para que se encabritara la moto. Lo volvió a intentar más suavemente y el vehículo comenzó a moverse lentamente. Cambió de marcha y dio algo más de gas a la moto, que iba ganando velocidad.
    Llegó a la entrada y se percató de que sólo quedaba un exiguo pasillo para pasar entre la chatarra. A la homínida, que no había soltado el fusil en ningún momento, empezaba a temblarle el brazo y él no se atrevía a disminuir la velocidad por miedo a que se le calara el motor.
    Con torpeza y mucha fortuna consiguió atravesar el pasillo sin caerse, aunque se llevó un buen golpe en la rodilla, al pasar junto al picaporte de la puerta de uno de los coches desguazados, que casi los hace caer.
    Estaba amaneciendo y había llegado más lejos de lo que jamás habría imaginado horas atrás. Cambió de nuevo de marcha y aceleró.
    La homínida se agarró con fuerza a su cintura y en la lejanía le pareció escuchar una voz furiosa ordenando que fueran en su persecución
     
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