Sólo Dios sabe

Gracias, Alde, por regalarnos este gran canto de humanidad y tolerancia.

Saludos.

 

Se nota que escribes desde la sinceridad y con respeto hacia todas las creencias. Hay una voz limpia y reflexiva en tus versos, que busca tender puentes en lugar de levantar muros. logras transmitir algo valioso: autenticidad.

 

Aplausos... y un abrazo a la distancia.

 

Grandioso y majestuoso
Placer estar aquí
En esta peregrinación.

 

Que falsedad hablar de aceptar la fe de otros cuando tienen la poesia religiosa resagada y censurada en un foro restringido olvidado, aceptando el nihilismo, la violencia y la irreverencia sin restricciones, mientras no toleran la fe de las personas. Me parece hipócrita esa actitud, y nosotros los cristianos denunciamos eso, la hipocresía.

 

La poesía, como todo arte, contiene segmentos del autor. Sus ideales, vivencias, anhelos... aparecen a menudo en su obra.

Sea de profesar una religión, o el agnosticismo de una creencia sin iglesia, o el ateísmo... todos tenemos la necesidad de un soporte que nos sostenga e impulse.
Un pariente, un amigo, una mascota, un dios... no tenemos capacidad de ser absolutamente independientes y autónomos. Somos depredadores y grupales. Llevamos millones de años siendo así para sobrevivir.

Por tanto no es extraño nombrar en nuestras obras a quienes nos dan energía. Sean parejas, dioses, mascotas o ideas.

Si este tema se tratara exclusivamente de Dios, debería ir en el foro religioso... pero no es exclusivamente religioso, porque también menciona a los ateos y no defiende no ataca a ninguna posición.
Este tema trata de personas buenas, provechosas, útiles... y sobre todo abnegadas. Y ser abnegado es una demostración de amor humano.

Un abrazo Alde.

 

Entonces apareció Lucifer
Género: Dramático-poético / diálogo simbólico
Subgénero: Alegoría teológica o sátira metafísica en verso libre
Tono: filosófico.

Entonces apareció Lucifer

Arribó sin permiso, como siempre,
descalzo de fe, con el alma tiznada.

Aquí hablaban del bien y de hipocresía mancillada,
mientras yo afinaba mi palabra incandescente.
—Decís amar la luz —murmuro Lucifer—,
pero os ciega un verso que no os reza.
Teméis mi sombra más que vuestra pereza,
y llamáis infierno al espejo que os ve.

«Que arda este hilo» —un poeta sin rostro murmuró—.
«¡Poesía blasfema!», gritó.
Pero el odio con que oraba
tenía más azufre que mis alas.

Escuchándolo, Gabriel Arcángel intervino:
—Hermano caído,
si aún recuerdas el eco de la luz,
no confundas el juicio con la censura.
Tus versos arden, sí,
pero no toda llama es pura.

No veo hipocresía en los altares,
solo olvido de que el barro también canta.
No hay pureza en el insulto,
ni redención en la burla;
y aunque el verbo sea filo,
no toda herida merece alabanza.

El cielo no teme la palabra,
solo lamenta
que algunos olviden su esperanza.

Lucifer sonrió entonces:
—No es la fe lo que defienden,
sino el muro donde la esconden.
Que arda entonces,
no el hilo, sino la venda.
La luz también hiere
cuando alumbra con su propia ofensa.


*reverencia, se cierra el telón*