solo un humedo sueño

Casi saliendo de las entrañas de la oscuridad,
ella había perdido su gusto por el silencio.
y a su fiel soledad,
ahora miraba con desprecio.

Apenas se filtraba la luz de una callada luna
por aquella ventana a medias abierta.
La habitación era tenuemente iluminada
por la hambrienta lujuria
recién despierta.

El silencio ya no entonaba su habitual canción,
solo deliciosos sonidos
emergían de una agitada respiración
casi acallada por placenteros gemidos.

Ella se sabia desnuda.
Despojada de sus dudas y sus prendas,
desnuda,
saboreando cálidas caricias sobre su piel expuesta.

Rociada,
humedecida,
mojada en esas desconocidas sensaciones,
se retorcía
entregada y esclava de las manos,
que enardecidas
recorrían sus rincones.

Suaves palabras le endulzan el alma.
Y los besos salvajemente tiernos
la elevan al cielo.

Una lengua tibia,
dibujaba con delicadeza artística
sublimes "te quieros"
que se desbordaban del limite del cuerpo
y se evaporaban en su cuello.

Y ella se sentía desnuda.
Desnuda de soledad,
de silencio,
de oscuridad.

Entre sus piernas,
un manantial fluía.
Empapando sabanas y vacíos.
Inundando cada caricia
que a su piel cubría.
Facilitando el ritual
frenético de
aquellas manos.

Su cuerpo se cimbraba,
danzaba al ritmo de
esa boca que bebía sin tregua,
sin respiro
ni pausa
el torrente imparable de miel salada.

Entonces el tiempo se detuvo.
Ella no puede contener
el grito de placer
que tanto tiempo retuvo.

Una sensación antes desconocida,
lujuria hambrienta enardecida.
Un gozo iracundo,
bestial, la sacude,
le arrebata la realidad...

Entonces,
ella despierta.
Despierta en sepulcral silencio.
Y se da cuenta que ya no esta desnuda.
Ni de soledad, ni de vacío...
ni de oscuridad.