Soy Moldeado con las manos de tu corazón, Mamá

En qué pasos anda muchachito ?,
Preguntaba, cuándo sospechas tenia,
Mire que Dios todo lo ve y nada escapa a su justicia,
Mejor pórtese bien y quédese quietecito.

Leer en la biblia, autodidacta, fue una de sus proezas,
Por ello sus palabras siempre eran proverbios,
Sus cantos eran salmos, sus advertencias promesas,
Y sus castigos compromisos con el Dios de los cielos.

Callada, pensativa, siempre con respuestas, orgullosa,
Observadora y analítica de cada paso de su Héctor amado,
Pendiente del bienestar de los suyos, dulce y hacendosa
Lo esperaba con café, con ropa limpia por si acaso.

Lo cuidaba del ruido que despierta al dormido,
Nos advertía que correr no podíamos, gritar era prohibido,
Al menor enseñaba obedecer al más grande y respetar al más viejo,
Apartarse del más malo y consolar al más adolorido.

Cuide a esa muchacha me dijo, que como yo ella es huérfana,
No le vaya a fallar, yo confío en usted que no está haciendo nada malo,
Y si acaso ya lo está haciendo, tenga cuidado no sea mi guía vana,
Porque yo crie un caballero, no un insensible corazón de palo.

Salude a su padre me dijo, que él en su dureza también sufre,
Caminaba yo al mercado para encontrarme con ella, un día muy de mañana,
Enojado con mi padre por ofender a mi mujer, mi sangre era de azufre,
Pero ante el dulce consejo, no tuve más argumento, que volver de buena gana.

Se portó mal me dijo, cuando recién llegada conversaba con una tía,
Más tarde lo castigo, si se me olvida me acuerda, que está la tía Crimilda
Corría yo por la sala perseguido por un amigo que acompaño a la visita,
2 días después, con vara de jícaro en mano, preguntó qué castigo me debía.

Jugando pelota estaba, en el campo frente a la casa,
Sin razón me golpeaba, siendo más fuerte Mauricio,
Una piedra fue suficiente para meterle razones en su cabeza,
Mamá lo curó con hielo y un cuchillo, para mí no hubo castigo.

Así me enseñaste a amar sin importar lo a cambio recibido,
Con mansedumbre y paciencia a llevar la vida y moderar la lengua,
A castigar por deber, por amor y con dulzura a mis seres consentidos,
A pensar en tu sonrisa, tus manos, tus ojos cuando las fuerzas menguan.

Eleuteria Cruz Euceda, que después fuiste Cruz Castro,
Por los enredos del registro que le cambia a uno el nombre,
No pudieron quitarte el Hernández, ni al apellido, ni al hombre,
90 años lo esperaste, 2 años más espero él para seguir tu rastro.

No llore tu muerte, porque tú nunca le temiste,
Ahora lloro tu ausencia porque tu amor es mi anhelo.
Sé que me lees, porque en la biblia aprendiste,
Y que Dios disfruta tu lectura allá en el cielo.

HERNANC 11/05/13

 

triste a veces somos un reflejo, ingenuo del mismo barro dicen, sentidas letras como siempre, grato leerte