Súbita desconfiada

Capitaneando en la soledad
sueltas velas al viento, andaba
Del rumbo incierto, del no se sabe que, huías
te tomé sobre las crines olas,
sedienta, sin aliento
batiéndote como bandera desprendida de un navío.



Tupé que recuperado
transferiste su crudeza a éste samaritano



Yazgo en las vertientes manglares,
abatido y derruido
por los injustos desmanes;
impronta de tu inconsciencia
y venganza sobre los hombres paganos.



Del corazón que de un hachazo abierto
al perentorio concierto que no ha reinado
gregorianos canticos, fracturados,
las voces se han fugado como alisios vientos
en los desmayos de la mar agitada,
tras el certero fragmento que restaba de mi
y que en los manglares se han ahogado.