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Sucesos Que Aceleran La Muerte Del Libertador

Tema en 'Poemas sociopolíticos y humanitarios' comenzado por dilia.calderas, 1 de Junio de 2008. Respuestas: 2 | Visitas: 1058

  1. dilia.calderas

    dilia.calderas Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    9 de Diciembre de 2007
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    SUCESOS QUE ACELERAN LA MUERTE DEL LIBERTADOR:
    (Disolución de La Gran Colombia y muerte del General Antonio José de Sucre).

    En agosto del veintinueve, Bolívar sufre un ataque,
    grave, de bilis nerviosa, que según dijo en sus cartas,
    no podía considerarse desarreglo en su salud.

    En septiembre escribió a O´Leary, que ni él mismo creía,
    estado en el que se hallaba, según fue toda su vida.
    Su robustez espiritual sufrió mucha decadencia,
    y arruinada, en gran manera, toda su constitución;
    que sin lugar a las dudas, ya sin fuerzas para nada,
    ni a estímulo reaccionaba.
    Que una calma universal, una “tibieza absoluta”,
    ya le había sobrecogido y dominado completamente;
    penetraba su incapacidad para continuar más tiempo,
    decía en el servicio público,
    obligándole a descubrir, necesidad de separarse
    de aquel, el mando supremo y que sería para siempre,
    a fin de que se adoptasen, por él las resoluciones,
    las que fuesen convenientes.

    El 23 de septiembre, se cumplen formalidades,
    en “tratado de paz” con Perú.
    Bolívar deja a Guayaquil, se encamina a Bogotá
    y al llegar a Babahoyo, recibe carta de Sucre,
    a quien había solicitado, aceptar mando que él
    ya pensaba en declinar.

    Su amargura y pesimismo, aumentó tras la respuesta
    de que Sucre no aceptaba y le hacía responsable
    del mal que sobreviniera, por Congreso convocado
    a organizar la política.

    Bolívar le respondía, que si no le había gustado,
    la medida había adoptado por consultar opinión pública;
    que los males que temiese, él también los preveía,
    pero no se arrepentía, pues también pensaba en él.
    Cada quien tendría que hacer, lo que creyese conveniente:
    el Congreso, lo que crea que conviene para todos;
    que si fuese congresista, él haría su deber,
    conforme a la opinión pública,
    vería el deseo del país, haciéndolo sin pararse;
    que igual diría a esos señores, si no iban por el país
    y solo por ellos mismos, entonces sería otra cosa;
    que era también liberal, sin embargo, no lo creerían.

    Era pues, así este hombre, al que detractores acusaban,
    de usurpador, ambicioso y que además quería corona;
    a quien los historiadores de monarquista tildaban,
    sin notar, no era su vista, pues él no participaba;
    la sola idea consideraba incompatible a realidad
    de América en lo social, y al título de “Libertador”,
    que siempre supo apreciar.

    Bolívar viajaba a Pasto, lentos pasaron los días,
    demostración de entusiasmo, por el camino le hacían;
    sin embargo, reafirmaba, que renunciaría al mando.
    Correspondencia llegaba de la influencia decisiva
    de los caudillos y Jefes que a Colombia dividían.

    Sucesión Presidencial, era lo que interesaba;
    al extremo aprovechaban, días de vida que le quedaban,
    provocando un movimiento, a fin que se permitiera,
    transmitir tranquilo el mando, al hombre que capaz fuese
    de continuar con su obra.

    Bolívar, seguro estaba, de crisis definitiva
    en que su obra se hallaba;
    decaía vitalidad; dolencias multiplicadas,
    y, para colmo llegaban las noticias conflictivas
    de revueltas fracasadas; presagios avisoraba:
    Colombia no soportaba, libertad ni esclavitud;
    sufrir mil revoluciones por tanto pronosticaba,
    necesitando otras mil, que serían usurpaciones.

    La sucesión Presidencial, no era un problema legal,
    era un gran problema humano,
    pues, en América del Sur, no había la Institución,
    tan necesaria y garante de influencia del gobernante.
    Era influencia personal de aquel que era gobernante
    por razón de su prestigio y autoridad no sustentada,
    como no fue lo deseable.

    El orden en lo jurídico, desprestigiado en 15 años,
    de triunfar, ser derrotado;
    de mando y desobediencia al conducir a unos pueblos,
    que en su inicio no creyeron en aquella libertad;
    conquistarla y proceder con el disfrute de ella,
    organizando la política, consideró necesario.

    Planteaba a O´Leary una idea, diciendo, le diera vueltas
    y considerara bien: si mejor no era a Colombia,
    así como para él, y, más para la opinión,
    el nombrar a un Presidente, dejándole sólo a él
    con el de “Generalísimo”.
    Prometía que daría vueltas, alrededor del gobierno,
    como toro, alrededor, de su manada de vacas;
    le defendería con fuerzas, de él y de la República.
    Gobierno más fuerte al de él, porque añadiría a sus fuerzas,
    las intrínsecas del gobierno, y también particulares,
    de quien al gobierno sirviera.

    Bolívar iba a Popayán, pensaba allí detenerse,
    por las deliberaciones, que mantendría el Congreso;
    alejar toda sospecha de su supuesta intención
    para con representantes.

    Copiosa correspondencia en la ciudad le esperaba,
    y entendían su propósito;
    pero existían dos tendencias, francamente incompatibles,
    con su idea de solución para la grave emergencia.

    El partido del Consejo, influía en representantes,
    por la solución monárquica;
    mientras, Páez, en Venezuela, exigía ser Presidente,
    para continuar la unión de Nueva Granada y Venezuela;
    alegaba el tiempo largo que Santander tuvo al mando;
    “turno a los venezolanos”, decía estaban esperando.

    El 22 de noviembre, Bolívar, a los partidos,
    notificó su no acuerdo y al Consejo de Ministros;
    su carta causó revuelo, alcanzando opinión pública,
    ya que desautorizó, esos planes monarquistas
    y gestiones de los miembros que en Congreso tenían listas.

    El dictamen expresaba, dejar libertad al Congreso,
    necesaria al cumplimiento, de esos, sus altos deberes;
    dictó a la administración, suspender procedimientos,
    tendientes a adelantar, negociaciones pendientes
    con Francia y con Inglaterra.

    A Páez no se dirigió; el Capitán Austria llegó,
    enviado de Venezuela;
    no oponían consolidación, de Colombia, si el Congreso,
    elegía a Páez Presidente, e igualmente le expresó,
    confiaba al Libertador, proponer su candidatura
    ante los Legisladores.

    Conociendo la ambición, de Páez, para intentar,
    la peligrosa desunión, su respuesta le dio a Austria,
    manifestando su opinión, de no poder ni desear,
    adelantar las gestiones esperadas de su acción.

    En carta particular, a Páez, le declaró,
    el deber de respetar, al pueblo en las decisiones
    de esos representantes;
    fuese que se le invistiera en calidad de Presidente,
    o a persona diferente:
    “Digo a usted, bajo mi palabra de honor,
    que serviré con el mayor gusto a sus órdenes
    si es usted el Jefe del Estado; y deseo que usted
    me haga la misma protesta de su parte en el caso
    de que sea otro el que nos mande”.

    Aconsejado fue Páez por el intrigante Peña,
    y provocó en Venezuela una nueva Rebelión;
    “mal gobierno del general Bolívar”, decía en justificación.
    Invitó a los liberales, a desconocer al héroe,
    y como autor de gestiones de monarquía del Consejo
    de inmediato le acusó.
    Buscó a Leocadio Guzmán, Jefe de la monarquía
    “intelectual” de Venezuela, autor “antidemocrático”
    de los últimos sucesos y con él se asesoró.

    El 22 de noviembre del 829, Junta en Valencia firmó,
    el acta en que declaraban, no continuarían unión
    con Quito y Nueva Granada, separando a Venezuela,
    y a los constituyentes se envió.
    En ella solicitaban, proveer los medios justos,
    equitativos y pacíficos, para que sin vías de hecho,
    se separase la Nación.

    Asamblea popular, se instalaba el 25,
    propuesta por Páez y Peña, que como el Acta, en Valencia,
    declaraba voluntad de separar a Venezuela
    de gobierno en Bogotá, desconociendo a Bolívar.

    En Cartago fue informado, Bolívar, Libertador,
    de dramáticas noticias;
    por tanto no vaciló, aceptar solicitud
    de Junta preparatoria, que le urgía su regreso
    de nuevo a la Capital de República en Colombia.

    Una vez, el paso dar, de regreso a Bogotá,
    Páez procedió a convocar, otra Junta Popular
    con nueva declaración:
    Desconocer autoridad, de Bolívar, del Consejo
    y Congreso Constituyente; separarse de la unión;
    Páez “Jefe del gobierno”; no permitir ningún modo
    de regreso de Bolívar a territorio en Venezuela.

    De inmediato procedieron con la insubordinación;
    mensajeros oficiales, corrían por todas ciudades,
    la idea de que Bolívar, ceñirse quería diadema
    de los reyes absolutos, en acuerdo a Santa Alianza.
    Hablaban de inquisición y también de esclavitud;
    que los duques y los Condes, los marqueses y barones,
    siendo blancos destruirían, el derecho e igualdad
    a los negros y los indios, y también razas mezcladas.
    Que la Junta se oponía, a la traición de Bolívar
    con serviles de Bogotá.
    En cuatro departamentos, que tenía Venezuela,
    pronunciarse debía el pueblo, igual que lo hizo Caracas;
    Mariño, Páez y Arismendi, “resueltos” decían que estaban
    para “Salvar a la Patria”.

    Desde el 827, los pasos que Bolívar dio,
    fueron con fin de evitar, esta fatal desunión;
    sacrificó compromisos con el Vicepresidente,
    cumplió voluntad de Páez, pero venció la ambición,
    de un Páez que siempre pensó, en su pequeña “patriecita”
    y le pagó con traición.

    En fecha 15 de enero de 1830, Bolívar entra a Bogotá,
    según Gutiérrez lo cuenta:
    última entrada que hacía, con carácter no triunfal;
    aún cuando pueblo y milicia se ordenan en forma ideal.
    Todo el que tenía caballo, le salía al paso a encontrar;
    caballería de sabana, en hombres, tres mil había;
    1000 hombres en carretera, San Victoriano a Palacio,
    también coparon la vía.
    En los balcones, ventanas y torres llenas de gente,
    reinaba silencio triste; las salvas de artillería,
    con repiques de campana, vibraban sin alegría,
    presintiendo la gran masa, funeral de la República,
    y no la entrada triunfal, del glorioso fundador,
    aquel gran Libertador, que muy triste ya venía.

    Quizá hasta los enemigos, sintieron la conmoción,
    ahogando el patriotismo;
    espíritu de partido, fue lo que al final triunfó.

    Contaba también Gutiérrez, que al Bolívar presentarse,
    lágrimas vio derramarse;
    y que también le notó, muy pálido y extenuado.
    El brillo que hubo en sus ojos, expresivo, de otros días,
    se apagó, y su voz honda, era apenas perceptible.
    En cuanto al perfil del rostro, un final ya se anunciaba,
    que excitaba simpatía; con disolución del cuerpo;
    el principio de otra vida, la que inmortal pues, sería.

    El derrumbe de su obra, enfrentaba ya Bolívar;
    de temor también temblaba, al pensar que adivinaba,
    la decepción que Manuela, en su mirada tendría;
    tal vez, lástima ante escombros, de su Colombia querida.

    A Castillo envió una carta, antes de ir a Bogotá;
    en la misma comparaba, su aspecto ya con la edad,
    de un hombre de sesenta años.
    Añoranzas torturaban; recordar glorias pasadas,
    como en Quito y Guayaquil, nudo hacía en su corazón;
    perder la felicidad, producía inmenso dolor.

    Después de una larga ausencia, regresa con su Manuela;
    advierte ante su presencia, que la adhesión por su obra,
    apasionada revela;
    conmovido queda entonces, sin que palabra saliera.

    En los días subsiguientes, el Libertador conviene,
    entrevistas a integrantes, que en el Congreso intervienen,
    y reafirma su propósito de la renuncia inminente.
    Al instalar constituyente, en ellos, no encontró ambiente,
    acorde a designación, de un futuro sucesor,
    como Sucre, conveniente.

    Llegó la fecha acordada, para instalar el Congreso;
    en el Palacio, por eso, deciden junto a Bolívar,
    hacer misa en Arquidiócesis.
    21 cañonazos anuncian el sublime sacrificio;
    numerosa concurrencia, en total recogimiento,
    propio del catolicismo, solemne con su presencia.

    Últimos actos de honor, recibía el Libertador
    de las tropas militares;
    luego, en Salón de Sesiones, y en su silla presidencial,
    aconsejó a diputados, prudencia y sabiduría,
    que a la patria salvarían;
    esa que de dos en dos, prestando su juramento,
    prometieron cumplimiento.
    Dándoles esto a entender, terminó la ceremonia
    y salió de aquel recinto.

    Secretario del Congreso, procedió a dar lectura
    de Proclama de Bolívar, por dimisión de su mando;
    afirmándose, por tanto, que en la misma se abstenía
    de comentario político;
    de esta forma no inducía en el Legislador crítico.
    Decía a los conciudadanos, que dejaba de mandaros,
    terminaba carrera política;
    y que a nombre de Colombia, os pedía y os rogaba,
    permanecer siempre unidos;
    el no asesinar la patria, siendo sus propios verdugos.

    Evadiendo aquel problema de sucesión Presidencial,
    Congreso se declaró, sin autorización a aceptar,
    renuncia al Libertador.
    Enviaron en comisión, al Obispo en Santa Marta,
    y a Sucre, con condición, de avenimiento con Páez,
    para reincorporación a República en Colombia;
    comisión que fracasó por resistencia de Páez,
    a formas que no implicaran, independencia absoluta.

    Ello motivó en Bolívar, decisión desesperada,
    cansado ante los agravios, por las ofensas de Prensa
    e indecisión del Congreso.
    Apoyándose en Decreto 1828 que implementó dictadura,
    nombró a Caicedo Presidente, a quien el mando entregó;
    luego fue a quinta de Funcha y de todo se alejó.
    Las calumnias, los insultos, que acostumbraba la prensa,
    sin embargo continuaron, sin respetar voluntad
    de desprendimiento al mando.

    Hasta el gobierno en Caracas, mostró luego su intención,
    de confiscar minas de Aroa;
    fortuna con que contaba, para marchar hacia Europa;
    sus días allí terminarlos.
    Para el colmo en los agravios, a María Antonia, en Caracas,
    por ser su hermana, mofaban, con estrofas que al carbón,
    hasta en su puerta pegaban:
    “María Antonia, no seas tonta, y si lo eres, no seas tanto:
    si quieres ver a Bolívar, anda, vete al Camposanto”.

    Los miserables, tras Páez, trataban de repartirse
    los feudos venezolanos.
    J.A. Cova en Venezuela, relata hechos del Congreso
    que Páez convocó en Valencia por disolver a Colombia:
    Exceptuando al sabio y probo, don José María Vargas,
    todos esos diputados, por la gloria de Bolívar,
    su gran fobia demostraban.
    Entre los más exaltados, se encontraba Ángel Quintero,
    Miguel Peña, Ramón Ayala, José Tellería, Juan Osio
    y Antonio Pebres Cordero.

    Ángel Quintero elogiaba a insurrectos de septiembre,
    “movimiento Nacional”, dijo que aquel hecho fuese
    desde el año 27.
    En su condena a Bolívar, ordenaba peticiones
    en Diario “El Venezolano”, tildándole de traidor,
    de destruir libertad;
    recomendando proscribir a aquel gran venezolano.

    En sesión del 10 de mayo, José Cabrera propone,
    que Pacto con Nueva Granada, no podría tener efecto
    con Bolívar en Colombia.
    Tendencia hubo en opinión de toda Nueva Granada
    y Departamentos “Sur”,
    a fin que se presionara a todo Legislador
    y Presidente nombraran.
    Joaquín Mosquera llegaba, así pues, a Presidencia;
    tenía muy poca influencia, su enemistad con Bolívar,
    que pública profesaba.

    Noticias de Quito llegaban, de movimiento político
    para elegir Presidente, proponiendo en forma urgente,
    que se designara a Flórez.

    Cuenta Posada Gutiérrez, el general granadino,
    que en Funcha vivió una escena, impregnada en dramatismo,
    cuando reprochó a Bolívar, ante el grave pesimismo:

    Visitas de diputados, y otras personas notables,
    que acudían con más frecuencia, recibía el Libertador.
    Una tarde hizo el honor, de recibir a Posada,
    con quien compartió su mesa y salieron a pasear,
    por las hermosas praderas;
    su andar lento y fatigoso, su voz ya casi apagada,
    le obligaba a hacer esfuerzos, para hacerla inteligible;
    prefiriendo las orillas, del silencioso riachuelo,
    en la pintoresca campiña, y con los brazos cruzados,
    contemplaba la corriente, aquella imagen de vida.

    “¿Cuánto tiempo? Preguntaba, -tardará el agua en confundirse,
    con la del inmenso océano, como se confunde el hombre,
    en la podredumbre del sepulcro, con la tierra de donde salió?
    Una gran parte se evapora y se utiliza, como la gloria humana,
    como la fama. ¿No es verdad, coronel?”.
    Gutiérrez le contestó: “Sí mi general”, sin saber lo que decía,
    pues conmovido veía, caer al hombre eminente,
    a quien tan mal comprendían.
    De repente, apretándose las sienes, con las manos exclamó:
    “!Mi gloria! ¡mi gloria! ¿Por qué me la arrebatan?
    ¿Por qué me calumnian? ¡Páez! ¡Páez!
    Bermúdez me ha ultrajado indignamente en una proclama;
    pero Bermúdez fue como Mariño, siempre mi enemigo,
    y además estaba ofendido; fui injusto con él en 1826.
    Santander se hizo mi rival para suplantarme,
    quiso asesinarme después de haberme hecho
    una guerra cruel de difamación calumniosa”.
    “¿Y Caracas?” allí interrumpió Gutiérrez
    “¿No es Caracas, mi general, la que más ha ofendido
    a vuestra excelencia y la que lo ha hecho con más injusticia?
    ¿No es en esa ciudad que lo vio nacer y por lo que dijo
    Vuestra Excelencia en una proclama (en 1827)
    que lo había hecho todo, donde se ha vulnerado,
    con la afrenta y el baldón más que en ninguna otra parte,
    esa gloria de Vuestra Excelencia, que era la suya propia,
    y que justamente siente Vuestra Excelencia que le menoscaben
    y arrebaten?”
    Bolívar le interrumpió:“Veo que usted con delicadeza me enrostra
    esa frase que otros granadinos me han reprochado con acrimonia…”

    Y continuaba explicando, que cuando volvió a Caracas,
    después de pasar cinco años de trabajo y correr riesgo,
    la causa de independencia, había estado vacilante,
    recibiéndole paisanos con demostración de afecto.
    Que en momentos de efusión, esa frase había escapado,
    no sólo con granadinos, sino también venezolanos,
    echándoselas en cara, haciéndolas casi un crimen.
    Que justo fue con granadinos, pues no olvidó, le ayudaron,
    allá en la Nueva Granada, para gloriosa campaña en 1813;
    a pesar de las desgracias en 1814,
    siendo quien le abrió el camino, para servir útil a la patria.

    Que distinguió a granadinos, que le acompañaron en ella,
    honrando también memoria, de aquellos, los que murieron,
    como no, a venezolanos.
    Que al regresar a Angostura, en el ochocientos diecinueve,
    batallando en Bogotá, dijo terminantemente,
    ante Congreso en Colombia, que cooperación patriótica
    del pueblo en Nueva Granada, transmontó la cordillera,
    logrando éxito en la Campaña.

    Seguía contando Gutiérrez que en esa conversación,
    respiración anhelosa, languidez en su mirar,
    y hondos suspiros salían del pecho oprimido en Bolívar;
    debilidad manifestaba, dolor del alma y el cuerpo;
    compasión y respeto inspiraba, concluyendo así Gutiérrez:
    ¡Qué terrible cosa es ser grande hombre!
    ¡Cuántos hombres había encumbrado, en la epopeya de su vida!,
    que compactados buscaban, ahora su propio destino,
    y le excluían a él, de aquella, la vida pública;
    por lo que el 8 de mayo, de mil ochocientos treinta,
    se despidió de Manuela, abandonó a Bogotá,
    y caminó a Cartagena.

    Allí, en una de las calles, exaltados se alinearon,
    gritándole desafiantes: ¡Longanizo!, con epíteto de loco;
    con el cual calificaban, a militar disfrazado,
    que deambulara por las calles.
    Si un día hubiese imaginado lo que le tocó vivir;
    el tener que abandonar la nación que había fundado,
    con pocos fieles y amigos y en silencio tan hostil,
    no hubiese experimentado la amargura de su alma;
    a paso lento cabalgaba, una brumosa mañana,
    alejándose de Colombia.

    Bolívar llegaba a Honda, en los Departamentos Sur,
    enterándose que Florez, declaraba independientes,
    aquellos departamentos y mandaba en Ecuador.
    La amargura dominaba, al ver cómo destruían
    la nación que había formado, tal cual le pasó a “Alejandro”;
    la Nación que, cual milagro, con despliegue de energías,
    recorrió tan victorioso, por espacio de veinte años.
    Ahora, cercano a la muerte, golpes daban de anarquía,
    con pasiones localistas;
    disolventes anunciaban, que a América entregarían
    a horrores y pequeñeces de aquel siglo XIX
    y por lo mismo Escribía:
    “La situación de América es tan singular y tan horrible
    que no es posible que ningún hombre se lisonjee
    de conservar el orden largo tiempo ni siquiera en una ciudad”.

    Que nunca había considerado, peligro tan universal,
    que amenazaba a americanos;
    que decía mal; la posteridad no vio jamás,
    un cuadro tan espantoso, como el que ofrecía América;
    digámoslo textualmente:
    “..más para lo futuro que para lo presente,
    porque ¿dónde se ha imaginado nadie que un mundo entero
    cayera en frenesí y devorase su propia raza como antropófagos?...
    Esto es único en los anales de los crímenes y, lo que es peor,
    irremediable”.

    MUERTE DEL LIBERTADOR: 17 de Diciembre de 1830

    El 16 de mayo, en Honda, se embarcó el Libertador.
    Según contaba Posada, cuando aquel barco arrancó,
    se dirigió a la Popa y el sombrero levantó,
    dando su último adiós.
    La embarcación descendió, lentamente el Magdalena,
    en dirección a Mompóx, recordando los lugares
    que diecisiete años atrás comenzó en el recorrido
    por la libertad de América.

    En Barrancas y en Mompóx, en el Banco y Tenerife,
    revivió triste el recuerdo de los días tan heroicos,
    en que muy joven y lleno, de esperanzas, se lanzó,
    frente a novatos soldados a aquella gran aventura,
    con que logró emancipar a América del Español.

    Un día le contó a Lacroix, que de no haber enviudado,
    quizás nunca hubiese sido general o Libertador,
    aunque tampoco hubiese sido, Alcalde de San Mateo,
    reconociendo su genio.
    La muerte de su mujer, temprano puso en camino,
    la política, y le hizo seguir, carro de “Marte”
    y no arado de “Ceres”.

    Ahora todo terminaba, le vencía su organismo
    e ingratitud de ciudadanos;
    desandaba por las sendas, con que había subido cimas
    y descendía vertiginoso, después de crear naciones;
    caos político y social, en que le recordarían
    como legendario Jefe.

    Última prueba quedaba, para aumentar su calvario;
    de Bogotá, correo llegaba, anunciando muerte de Sucre,
    en la montaña Berruecos.
    Al más fiel de sus amigos, los oscuros malhechores,
    ya como feudos políticos, en departamentos (Sur),
    truncaban sus ilusiones.

    Con la funesta noticia, horrorizado exclamó:
    “Dios excelso: se ha derramado la sangre del inocente Abel”,
    mayor dolor sintió al ver, suscrita, carta de Sucre,
    en la cual se despedía, por escrito de él “su Jefe”,
    por cuanto no había alcanzado a despedirle en capital.
    Con su modestia genial, en la misma había expresado,
    que había ido hasta su casa, pero ya se había marchado;
    acaso había sido bien, evitándole el dolor
    y la penosa despedida.
    Que comprimido el corazón, no sabía que decirle,
    pues palabras, no podían, explicar los sentimientos
    de su alma respecto a él, quien mejor los conocía,
    porque no era su poder, sino amistad que inspiraba,
    gran afecto a su persona.
    Cualquiera fuese la suerte, conservaría el aprecio,
    que él le había dispensado y que sabría merecerlo;
    siendo sus últimas palabras:
    “…Adiós, mi general; reciba usted por gaje de mi amistad
    las lágrimas que en este momento me hace verter
    la ausencia de usted. Sea usted feliz y en todas partes
    cuente con los servicios y la gratitud de su más fiel amigo,
    Antonio José de Sucre”.

    Hondo traumatismo moral, le causó muerte de Sucre,
    agravando sus dolencias;
    amigos le aconsejaron, que tenía que abandonar,
    prontamente a Cartagena.
    Describiendo él su salud, refería lo irremediable:
    “Mi flaqueza es tal que hoy mismo me he dado
    una caída formidable, cayendo de mis propios pies
    y medio muerto”.
    Esto motivó a Montilla, a hablar con Joaquín de Mier,
    quien su quinta de recreo, al Libertador quiso ofrecer.

    Bolívar fue a Barranquilla, y al llegar a Soledad,
    sus quebrantos empeoraron, escribiéndole a Montilla,
    que sus males se agravaron, sin poder hacer el viaje.
    Dolor en bazo y el hígado, atribuía a la Bilis,
    aunque se desengañaba, al pensar que era el clima;
    el reumatismo le afligía, sintiéndose inconocible;
    necesario era que el médico, le pusiera en curación,
    para no salir del mundo, procedió luego a escribir.

    En Soledad y Barranquilla, lejos de aliviar sus males,
    se agravó notoriamente;
    con reacción desesperada, buscaba médicos competentes,
    gestionando el pasaporte, para salir de Colombia.

    Diligencia hizo a la vez, para el Bergantín Manuel,
    propiedad del señor Mier;
    conducirle a Santa Marta, a la brevedad posible;
    al Presidente en Colombia, le urgía su pasaporte,
    procediendo a considerar: “…aunque puede suceder
    que llegue tarde; ya estoy casi todo el día en la cama
    por debilidad; el apetito se disminuye y la tos o irritación
    del pecho va de peor en peor. Si sigo así, dentro de poco
    no sé qué será de mí, y por consiguiente no puedo aguantar”.

    El primero de diciembre de 1830,
    arribaba a Santa Marta, en el Bergantín Manuel;
    autoridades le esperaban, junto a Don Joaquín de Mier.
    Lástima había en los rostros, al contemplar a aquel hombre,
    moribundo, enflaquecido, brillo en sus ojos, por fiebre,
    único signo de vida, de aquel cuerpo tembloroso.
    Sin poder tenerse en pie, le trasladaron en andas
    al consulado español; médico Francés le visitó,
    para asistirle en su final, Dr. Próspero Reverend.

    Aire del campo buscaba y el 6 de diciembre pidió,
    un coche, y se encaminó, a buscar al Señor Mier,
    en San Pedro Alejandrino y en su quinta se instaló.

    Refugio encontró Bolívar, al igual que San Martín.
    Cuentan que al Prócer Argentino, cuando no tuvo recursos
    y grave estuvo de salud, por el cólera sufrido,
    en Europa refugio encontró en el 832.
    Aguado, banquero Español, auxiliándole le salvó
    y le sacó de la miseria;
    le buscó una residencia, en el campo de Grand Bourg,
    a las orillas del Sena, y en el Olmo que por tradición,
    soldados de Enrique IV, plantaron cuando a París se sitió.

    Hispanoamérica vio, como dos libertadores,
    refugio hallaron, protección, en gentes que eran de España;
    cuando más bien en sus pueblos, liberados de dominación,
    desprestigiaban su obra.
    Estirpe de hombres de España, en la actitud se reflejó;
    hombres de carácter noble, que quisieron trasplantar
    su heroísmo al Nuevo Mundo.

    En San Pedro Alejandrino, el Libertador revivió,
    los recuerdos de su infancia;
    la atmósfera en que se educó; ese espíritu castellano;
    aquellos cuadros, retratos y también viejos tapices,
    con que tal vez recordó, su Decreto “Guerra a Muerte”
    y sintió horrible dolor.
    Las ofensas e injusticias de todos sus compatriotas,
    sirven pues de antecedente, a la frase que en sus labios,
    amargamente escapó:
    “Los tres grandes majaderos de la humanidad
    hemos sido: Jesucristo, Don Quijote y yo…”

    Con boletín en la puerta, Reverend al pueblo informaba,
    el día 8 de diciembre.
    Anunció que había variado, la enfermedad a desvarío
    y que estaba amodorrado, con fiebre y extremos fríos;
    hipo también describía con gran frecuencia y tesón;
    pero que él disimulaba y se quejaba estando sólo.
    Al perder toda esperanza, aprovechó lucidez
    y el 9 escribió proclama.
    Llamando a su secretario y en presencia de oficiales,
    que nunca le abandonaron un testamento dictó:

    ÚLTIMA PROCLAMA DEL LIBERTADOR: 10 de diciembre de 1830.

    SIMÓN BOLÍVAR, Libertador de Colombia.
    A los pueblos de Colombia.
    Colombianos:

    Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad
    donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés,
    abandonando mi fortuna y aún mi tranquilidad. Me separé
    del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi
    desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad
    y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor
    a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han
    conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

    Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que
    debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a
    otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis
    trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos
    obedeciendo al actual gobierno para liberarse de la anarquía:
    los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y
    los militares empleando su espada en defender las garantías
    sociales.

    ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria.
    Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide
    la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

    Hacienda San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre. SIMÓN BOLÍVAR.

    Terribles días de agonía, el Libertador pasó,
    pues su salud empeoró.
    El 14 de diciembre, decía el Dr. Reverend,
    volvían sus fuerzas vitales y decaían rato después,
    luchaba entre vida y muerte.
    El 16 de diciembre, comenzaba su agonía,
    ¡Vámonos, vámonos! exclamaba, tratando de incorporarse,
    “esta gente no nos quiere en esta tierra…”.

    17 de diciembre, doce eran de la mañana,
    en que el momento final de Bolívar se anunciaba;
    los síntomas señalaban, proximidad de su muerte.
    Respiración anhelosa, con pulso apenas sensible
    y un ronquido que empezó, luego, a la una expiró;
    47 años tenía, aquel hombre tan glorioso,
    que allí su vida entregó.

    El Dr. Reverend, sus ojos cerró,
    cubriéndole con sábana en aquella habitación,
    donde sus fieles amigos reunidos se encontraban.
    El mayordomo Palacios, sollozos callados dio,
    en el silencio patético;
    aún los rudos militares, fuertes apretaban sables,
    entre ellos Abreu de Lima, conteniendo su dolor,
    los que empuñaron mil veces, cuando batallas libraron,
    en pro de la emancipación.

    Dicen que el buen mayordomo, entregado al aguardiente, terminó
    como “mendigo”, pues nunca olvidó al amigo, ni superar pudo su muerte.

    Abreu de Lima juró, proteger sus restos siempre,
    pero expulsado fue por ende y del Libertador se alejó,
    dirigiéndose al Brasil, donde escritos publicó
    hasta que llegó su muerte.

    Anunciado fue el deceso a lo largo del Continente;
    amigos sinceros, leales, pesar expresaban por muerte,
    hasta que el relajamiento del pueblo se apoderó.

    Rafael Urdaneta, el “mando” tomó,
    esperando regreso del Libertador.
    Manuela y sus esclavas, destruían pasquines
    que en lugares hallaban,
    los que mancillaban honor del Libertador.
    Cuando a Urdaneta y Manuela, la noticia llegó,
    de que la muerte arrebataba de la gran Patria soñada,
    “hombre, proyecto y unión”, en extremo fue el dolor.
    Manuela serpiente buscó, para liberar su pena,
    siendo salvada por indígenas, y luego expulsada, en Paita,
    allí su diario escribió, sufriendo su cruel condena,
    hasta que “peste” la mató.

    Mientras Bolívar vivió, hombre con autoridad,
    hablaba en el Continente, representando a la América;
    pensó, dijo y realizó, las cosas tan trascendentes,
    que no ha podido olvidar, tampoco menospreciar,
    rincón en el Nuevo Mundo.
    Con un arraigo profundo, supo elevarse en el plano
    de la historia de los pueblos;
    fuerza dinámica en marcha y hazaña que modificó
    situaciones centenarias;
    los obstáculos que venció, no han logrado repetirse,
    ni se han podido igualar.
    Bien dijo José Martí: “Lo que Bolívar no hizo
    está por hacerse en América todavía”;
    ¡cuánta razón él tenía!

    El ideal de Bolívar, por el que tanto luchó,
    fue en pos de la Integración y no del regionalismo,
    con el que se le enfrentó;
    claras palabras expresó: “Una debe ser la patria
    de todos los americanos…luego que seamos fuertes
    por estar unidos, se nos verá de acuerdo cultivar
    las virtudes y los talentos que conducen a la gloria
    y al progreso; entonces las ciencias y las artes que
    nacieron en Oriente y han ilustrado a Europa,
    volarán a la América libre, que las convidará
    con su asilo”.

    Cuánta razón dio la historia, al Libertador querido;
    “continente dividido” por seudonacionalismo,
    aseguró hegemonía de las criollas minorías,
    privilegios de ellos mismos;
    sin solución verdadera a los problemas sociales,
    aumentando aún sus males; que el “defecto” perviviera.

    Fomentaron divisiones, destrozaron la unidad;
    no importó cultura y lengua; tampoco importó creencias,
    siendo comunes en verdad.

    Víctor Haya de La Torre, describe al Bolívar ideal,
    aquel que en la independencia, dos etapas quiso ampliar;
    una, la liberación; otra, para unificar;
    la vida no le alcanzó, para la segunda librar.
    Encarnaba revolución, pero la Federación
    que en Panamá quiso lograr, cambio dio a “balcanización”,
    cuartelera-militar.
    Divisionismo belicista de aquella Europa feudal,
    fue lo que se implementó en plano continental.

    Tradiciones han surgido, con complejas coyunturas
    “históricas” que han impedido, ordenar a Iberoamérica.
    Norteamérica ha podido unificar su Nación,
    allí si hubo integración, como la soñó Bolívar.
    Washington, Jefferson, Hamilton, y Lincoln, hombres de Estado,
    con concepción continental, vieron su pueblo integrado.

    Rivadavia, Páez y Flores; Torre Tagle y Santander,
    con prejuicios nacionales, “balcanizaron” en vez,
    de unificar a su América.

    Servando Teresa de Mier, emancipador mexicano,
    muy bien comprendió a Bolívar.
    Habló de sabia política y de las calamidades,
    si esta se desechaba.
    Título de ciudadano, honorario en su país,
    solicitó al Legislador, para el gran Libertador,
    expresándose de él así:
    “Hay hombres privilegiados por el cielo para cuyo
    panegírico es inútil la elocuencia, porque su nombre
    solo es el mayor elogio. Tal es el héroe que en los
    fastos gloriosos del Nuevo Mundo ocupará sin disputa
    el primer lugar al lado de Washington… Tal es el
    Excelentísimo Señor Don Simón Bolívar, Presidente
    de la República de Colombia, gobernador supremo
    del Perú, llamado con razón el Libertador, admiración
    de Europa y gloria de América entera. Por sus tratados
    de íntima alianza entre todas las repúblicas de América,
    ya es y merece serlo ciudadano de todas. Pedimos, pues,
    que vuestra soberanía declare solemnemente que lo es
    de la República de México”.

    También Don Simón Rodríguez, las “Memorias” escribió,
    de aquel gran Libertador, después de su defunción, en 1830,
    por haber sido el maestro que libertad incentivó.
    La gran Teresa Carreño, sobrina de Don Simón,
    siendo excelente pianista, himno hizo al Libertador.

    El Prócer José Martí, fue un gran poeta-escritor;
    inspirado en el Libertador, inicio liberación
    del pueblo cubano y su honor.
    En la batalla campal, librada en su Cuba querida,
    contra el realista español, en “Playitas” pierde la vida;
    Cuba su lucha siguió.
    Indalecio, “genial hombre”, que a Bolívar revivió,
    colocando en alto el nombre, de nuestro Libertador.
    Un estudio inteligente, hizo por la integración,
    para que América y su gente, “comprendan el grave error”.

    Para Indalecio “la empresa”, que Bolívar no consumó,
    ejemplo es de su existencia, huella indeleble dejó.
    Leyenda que hoy se proyecta, en el sueño, aspiración,
    recóndita de los pueblos, que al comprender su intención,
    añoran su sabiduría, aún con la desunión.
    Su derrota pasajera, por debilidad del pueblo,
    entró a gloria imperecedera, ganando imaginación
    y esperanza más certera, sin el pasado español,
    pues su pensamiento alberga, el gran futuro y la unión.

    Resumidas las palabras, de Indalecio, su intención,
    no cabe más que admirar, también al ilustre escritor.
    Referencia hizo a escritores, que realzaron el valor,
    de aquel gran Libertador.
    Aunado a los mencionados, en su magistral versión,
    a un gran Uruguayo refiere, “José Enrique Rodó”,
    quien reivindicó a Bolívar; esta fue su conclusión
    de manera resumida:
    Cuando diez siglos pasasen, y la pátina legendaria,
    de antigüedad, se extendiese, del Anáhuac hasta el Plata;
    allí donde hoy campea la naturaleza y cría
    “raíces-civilización”.
    Cuando cien generaciones humanas hubiesen mezclado,
    en masa de tierra el polvo de sus huesos, con el polvo
    de bosques mil deshojados y reconstruidas ciudades,
    un total de “veinte veces”, haciendo reverberar
    en memoria de los hombres, que espantarían por extraños,
    si alcanzaran a prefigurar, miríadas de hombres gloriosos,
    en virtud de las empresas, las hazañas y victorias;
    no podría formarse imagen “todavía”, si el sentimiento
    “colectivo” en América libre, no perdiera esencialmente
    toda su virtualidad.
    Que aquellos hombres verían como nosotros, la nevada
    cumbre de Sorata excelsa de los Andes, y también
    verían que en la extensión de recuerdos “de gloria”,
    nada habría más grande, nada más grande a Bolívar.

    Y ¡Qué grandes escritores!, por quienes su sueño extendió,
    a la América Latina, con gran esfuerzo y tesón,
    como el gran García Márquez, que “El General en su Laberinto”
    con tanto amor compiló,
    sobre los pasos finales, tristes del Libertador.
    Igual, el grande Neruda, que el “Padre Nuestro” esbozó,
    con el nombre de “Bolívar”, que a tantos paisajes se dio.

    Torrente fue cual “delirio” del “Iris sobre el Orinoco”,
    que en el Chimborazo tuvo, el propio Libertador.
    O, cual torrente del “Niágara”, que José Heredia escribió,
    cuando romántico se iba nuestro fiel Libertador,
    y él daba renacimiento “literario” del “romance”
    a una hermosa región, exiliado de su Cuba,
    en ciudad de Nueva York.
    Allí, en lengua castellana, por primera vez esbozó,
    la “Oda” que, sin ser su intento, describe al hermoso “Niágara”
    y al “torrente” Libertador; he aquí un párrafo en su honor:

    FRAGMENTO DE LA “ODA AL NIÁGARA”

    “…Abrió el Señor su mano omnipotente,
    cubrió tu faz de nubes agitadas,
    dio su voz a tus aguas despeñadas,
    y ornó con su arco tu terrible frente…”

    “SIMILITUD O COMPARACIÓN”

    Fue acaso el “arco” del delirio evidente,
    que allá en “El Chimborazo” Bolívar advierte,
    y que en forma de imagen, cual “Dios de las Aguas”,
    decidiera enviarle “el Omnipotente”,
    hablándole además, a través del “tiempo”,
    sobre la verdad y moral pertinente;
    “verdad y moral que practicó en el tiempo”.

    ¿Ornó acaso el “arco” su ceñuda frente,
    cuando “el tiempo ceñudo” a él aconsejó,
    más de la intriga y falsedad “no advierte”,
    y finalmente “ceñudo”, deambuló entre la gente,
    aún cuando su palabra al “tiempo” le cumplió?.

    La ambición de poder, “su poder trastocó”,
    deliró en su “universo” por un mundo mejor,
    entregó por entero a “la Patria” su “suerte”,
    su fortuna y herencia que el creador le otorgó,
    por ello somos “Patria o Muerte”.

    ¡VIVA EL GRAN LIBERTADOR!



    :::hug:::
     
    #1
  2. Tuti

    Tuti Poeta veterano en el portal

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    2 de Agosto de 2006
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    Género:
    Mujer
    La historia nos muestra al hombre polifacético, de esos que pocas veces nacen y dan todo, todo por un sueño...

    Bolivar, un verdaro LIDER, un hombre para estudiar en nuestros tiempos.

    Gracias de corazón Dilia por esta lección de historia que eleva este foro.
    Abrazos y estrellas por tu dedicación.!
     
    #2
  3. dilia.calderas

    dilia.calderas Poeta que considera el portal su segunda casa

    Se incorporó:
    9 de Diciembre de 2007
    Mensajes:
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    Me gusta recibidos:
    35
    Gracias a tí, hermana Tuti, porque eso somos, hermanas e hijas de nuestros padres libertadores como Bolívar, Ricaurte, etc.

    Te confieso que yo comencé a sentir orgullo patrio, a raíz de que pude analizar la historia, mediante ese precioso libro de Indalecio Liévano Aguirre, excelente escritor colombiano que describe la Biografía del Libertador; yo apreciaba lo poco que conocía la historia, siempre medité sobre las últimas palabras del Libertador y me preguntaba el por qué de tantos partidos, si sus palabras fueron tan dramáticas en aquellos momentos, pero no conocía a fondo la verdadera historia; por ello, a partir del año 2005, comencé a leer el libro de Indalecio, aprovechando que estoy jubilada y pensé que valdría la pena elaborar un resumen y tratar de conformarlo en forma de verso, lo que finalmente hice; en aproximadamente un año pude conformarlo y ahora decidí publicarlo en el Portal Literario.

    Recibe besos y abrazos de Dilia.
     
    #3

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