Tal vez mi abuelo no quiera, tal vez no.

Yo a veces me siento como una bolsa
de frituras rodando en el pavimento
alejada de una tienda de abarrotes
no muy pequeña y no muy grande
aplastada por los carros de la libertad
que vive castrada en un frasquito
de esos de mi edad.

El triciclo de los niños es un un medio
de transportar insomnios algo socorridos
allá en el fondo de un clóset donde
hay un pantalón que nunca encontré
hasta años después y estaba tirado
pegado a la pared, arrugado y
lleno de polillas que se quitaban
el maquillaje fatal.

Tal vez mi abuelo se esté limando
las uñas y escuchando a NIN y
a lo mejor anda viendo unos gatos
que tocan una trompeta en Berlín
y mi abuelo se columpia en lazos
de puerco espín, sólo por que le da
la gana y sólo por que me espera a mí.

Y para ser franca hace mucho no hablo
con mi abuelo ese que pensé era el
mismo rey, ese que se traumó cuando le
pico una víbora de cascabel, y para ser
sincera, no pensé que ese lo fuera, pero
mi abuelo tal vez no quiera...Casar un pájaro
con una lombriz.

Y tal vez no quiera ver a través de una
cicatriz las cosas que se pierden frágiles
como los garbanzos que flotan en los
ángeles de cadavéricos sucesos que
se transfiguran entre pedruscos y
cerros atacados de músicos sin las
canciones.

Mi abuelo es un embustero que de
todos modos no es nada ni nadie
y que de todos modos es todo y que
de todas maneras gana siempre, pierde
siempre, siempre que quiere.

(Ruidos de vecinas chismosas).

A la luz de las velas una romántica cena
se celebra en cruces de caravaca, en
un cruce de una selva anda una niña
que es demonio envenenando a las
cuerdas y un cable de luz azota en la
puerta.

(Gritos de demonios masacrados).

Y tal vez mi abuelo no quiera acordarse
de su nuera Lilith, ni acordarse de aquel
que puso en un barril sin fondo y sigue
cayendo en rieles y vigas de casas que
se ponen necias.

Tal vez mi abuelo no quiera, pero sin
embargo sabe que ...Yo soy un pergamino
sentenciado...Y abierto.