Tan sólo una lágrima

Una vez tuve una lágrima que no creía en el destino. Decía que no quería morir con tristeza, que cuando saliera de su oscura guarida para acariciar mi cara y desaparecer evaporándose, cuando por fin viera por ese breve periodo de tiempo el mundo que le rodea para acabar formando parte de él, no quería que fuera por un motivo de tristeza.

Sus otras compañeras siempre se mofaban de ella y la marginaban por sus absurdas ideas. Le decían que ellas habían sido creadas para mostrar el dolor humano, para simbolizar los momentos en los que sentimientos como la desesperación, el miedo o la impotencia gobernaran la mente humana. Pero esta lágrima era distinta y no pensaba así, creía en la felicidad, quería darle un sentido positivo a su vida. Era distinta y por ello su única compañera era la soledad.

El tiempo pasaba y aquella lágrima seguía en su rincón. Ella no odiaba a las demás por haberla dejado apartada, sino que se compadecía de ellas por aceptar sin más una infeliz existencia y no creer que cada uno posee la libertad de pensar en una vida mejor.

Y la lágrima seguía en su rincón. Desde ahí observaba cómo sus compañeras iban desapareciendo. Veía cómo pasaba exactamente lo que ellas siempre habían dicho. Cuando un familiar mío pasaba a la otra vida, algunas compañeras de esta lágrima recorrían mis mejillas. Cada vez que creía que me rompían el corazón, otras muchas le seguían. Cuando era defraudado por las personas a las que yo más quería, otras lágrimas culminaban su destino. Esta lágrima veía cómo unas iban y otras nuevas también imitaban la existencia de las anteriores. Pero ella nunca perdía la fe en sus creencias, ella sabía que era distinta y que lo que hicieran las demás era independiente de lo que ella sería capaz de hacer.

El tiempo seguía pasando y la lágrima seguía sola en su rincón. Un día, aquella lágrima, la más ingenua a la vista de las demás, sintió la necesidad de salir, sintió que su momento había llegado. Por el camino, sus compañeras se reían de ella y veían cómo al final había sucumbido, gritándole que nadie podía huir de su destino. Y aquella lágrima tan distinta ignoraba lo que las demás decían, ella seguía creyendo en la felicidad. Ya veía cómo por fin estaba a muy pocos segundos de salir de su guarida…

Unos instantes antes, yo me encontraba hablando con aquella persona tan especial para mí. Me armé de valor y me atreví a decirle, sin siquiera pensar las consecuencias, que siempre la había amado. Ella enrojeció y tras un silencio que me pareció eterno, me sonrió y me dijo que creía que nunca se lo iba a decir. En aquel instante fue tan inmensa la felicidad que inundó todo mi cuerpo que de la emoción, la emoción más grande que jamás había sentido, una lágrima que yo sentía especial recorrió los surcos de mi cara y cuando llegó a mis labios, ella me besó, muriendo así aquella lágrima en los labios de la persona que yo más amaba.

 

Qué hermosa historia, wow, aplaudo tu imaginación, mucha creatividad...creo que la pondré entre mis favoritas.

Besos.

 

Muxisimas gracias. Me alegra saber que te haya gustado. Los sentimientos siempre abren la puerta a la creatividad. Un abrazo

 

El motivo de mi redundancia en algunas frases es para intentar mostrar la monotonía de aquella "lágrima" (de aquello que simboliza). Pero bien cierto es que no está nada lograda esa intención y más que un recurso literario parece una simple redundancia. Gracias por tu sincero comentario, me ayudará a mejorar. Un saludo