Te leeré un verso (prolegómenos de una relación).

Yo no pretendo un amor de fuegos y azares.

Sentados bajo aquel árbol, en la mañana de un día como los demás, con la leve distinción al encontrarme yo abrazando de tu cintura; observé... tu incomodidad.

No pretendí ni por uno momento ser él.

Me atrevo a desafiar a al tiempo y a la vida, así, afirmo que nunca entenderé; cómo por un segundo rocé la perfección, fui genuinamente feliz en este mundo, al que todo le debo.

¿Qué hemos de hacer?

Yo no pretendo apagar la llama.

Confieso que no creí en la autenticidad de tus actos ni por un momento, mas, consentí el sentimiento.

Ante tus deliberadas muestras de pretencioso amor fugaz; del cual una ferviente voz rezaba a la ausencia. Ausencia de sentimiento, ausencia de significancia, ausencia de sentido.

Para mí era evidente... mas alineado con mis sentimientos; si yo mismo lo consentí no pude reprocharle.

Soy quien cree saber… veo como mis sus suspiros se apaciguan, veo como la semilla súbitamente… sofoca su latencia; me veo como nunca me he visto.
Me considero capaz de censurarme en mi diario vivir, con la contradicción de un hombre que no confía en su propio juicio de la realidad.

Desafío a Dios o la Naturaleza mientras en destino contempla a un hombre que perdió la fe en la búsqueda de la felicidad.

De ti siempre enamorado, hasta que demuestre lo contrario.

Estos son los prolegómenos, que acaban desembocando en una relación.