teatro trascendental

(inspirado, dedicado y publicado)




El destello del aro plateado, brilla frío en su poder y su mano aún caliente lo empuña en un acto de fé.


Superados los abismos que los innumerables crepúsculos mostraron al vacío, flanqueando los temores que los cielos tormentosos amenazaron con cumplir, esta noche porfin uno frente al otro, o mejor uno sobre el otro, o tal vez uno a lado del otro. Uno solo, la fusión consumada de los deseos más anhelados cumplidos en sus verdaderos tiempos.

En sus pupilas dilatadas por la oscuridad se emiten las memorias de sus pasados anteriores, y la fuerza que les ha juntado se traduce en una membrana escarlata muy delgada e imperceptible que les protege conservando su merecida inmortalidad.

La noche se despeja y a pesar de que se acerca su final, las voluntades se vuelven más fuertes y si es el ocaso de la noche no lo es para la inmensidad.

Fijos los ojos en sus reflejos gemelos cual sol y mar, o luna y agua, se recorren los eventos que otorgaron a esta noche su grandiosa y poderosa estampa de sublimidad. No se detienen las contemplaciones ni con un respiro, la bruma nocturna pareciera que abraza sus cuerpos desnudos que en su contorno bordean la sombra firme que define a la cordillera en su horizonte.

Un pequeño destello plateado cambia el objetivo de sus miradas, es un anillo de plata que él le entrega como susurrando un gran secreto. Desposeído de su metálica temperatura es recibido como quién se otorga el trono del reino más poderoso y mientras un esbozo de felicidad se marca en el rostro de repente cambia al asombro, pues de la espalda de su adorado universo emanan unas alas imponentes que se abren como unas manos que adoran al cielo.

La habitación se ilumina con el espejo de luna que penetra la ventana y se conmueve con esas ardorosas alas. Ella encantada por el espectáculo entiende que es inminente la partida de su ardoroso hombre alado.
Una silueta que se vuelve cada vez más pequeña frente a los vibrantes ojos que aman lo eterno, encienden un nuevo sueño, tomar el anillo y con él, volar a su encuentro.