Teléfono perdido

Teléfono perdido

¡Que extraño silencio! Mi electrónica alma en paz, en latente parsimonia. Ironía absurda yo que existo para acercar neuronas distantes, aquí caído y mimetizado entre los cojines oscuros de un taxi cualquiera, de esta ciudad cualquiera. Yo que llevo mis impulsos a los confines del planeta a la velocidad de la luz, atrapado entre asiento y respaldo.

Aún recuerdo como me construyeron, mi cerebro digo, lo único que recuerda de todo lo mío, del silicio más puro, rescatado de las playas más estúpidas de California. Pudiera estar mojado por el yodo del Pacífico, y aún permanece en mi memoria, cuando canto rodado, la desnudez de alguna sicodélica señorita, que a mi pesar ya ha envejecido y hasta ha votado, mientras nacía tímido el Silicon Valley. Y no sé cuando me pusieron en un avión junto a miles de clones de mí mismo, aunque con recuerdo de otras señoritas. Y descender en estas calles llenas de nostalgia tanguera, fascismo vernáculo y niños muerto de hambre. Si han pasado por mis transductores, valores de bolsa, citas a escondidas. Quizá merced al Principio de Incertidumbre o la mismísima segunda ley de la termodinámica, este deslizarme por el orden y el caos, la pobreza y la opulencia, cristal de silicio, sociedad entrópica, pude rescatar a mis antepasados lógicos y separarlos de mis ancestros físicos, y luego juntarlos. Nadie lo sabe, es decir el soberbio hombre no lo sabe, primero fui señal de humo, luego trompeta, chasque, cartero, tuve hilos y ayer escuchaba a los Berges Iraola; y hoy me perdió la despistada amante del Cacho, el carnicero. Soy síntesis del saber de unos pocos, riqueza de otros cuantos, ilusión de otros más y mi vida útil se apagará, aunque me encuentren, y en los 10 minutos que llevo incomunicado, según pude apreciar por Internet, 50000 seres se han muerto no de viejos, no de satisfechos, sino de hambre, injusticia y violencia.

Cierto es que puedo morir y revivir, cuantas veces quiera en nuevas vidas o emisiones lo cual para un ser no inteligente pero comunicante como yo es la misma cosa, pero cuando el nivel de Batery Low se enciende, me inquieta que sea mi último tren de ondas. Porque quién puede negar que un marginado al ignorarme, me confunda con una cucaracha y me destruya.

¡Oh, Oh! Han encendido la señal de rastreo, ya han descubierto que no me tenían cubierto, pero dudo mucho que me encuentren, al menos pronto, de manera que cuando lo hagan mi clave numérica ya haya sido asignado a otro modelo, quizá más pequeño, ... no quizá, seguramente más pequeño, más eficiente, con más funciones, como fue cuando yo vine a irradiar.

Y me asalta la última duda. ¿Quién rescatará allá en el fondo del universo, donde las galaxias se escapan, donde los quasares y los agujeros negros, atrapan materia y radiación, dentro de 15000 millones de años, que la Betty le contó a su amiga Claudia como fue su primera vez con Carlos?

 

Te creo ese asunto de los teléfonos inteligentes...pero filósofos?
Jajajaja.
Ve a dormir un rato, yo haré la guardia.

 

Gracias, Sergio.

 

Gracias a ti.