Temerosos

Nunca me quedo tranquila,
el recelo y desconfianza rodea mi mente.
Te llamo para alejarte de lo que aborrezco,
para al menos distraerte de lo que no quiero que te aproximes.

Necesito dejar este obsesivo interés sin resultados ni soluciones,
debo dejar esta obsesión que tengo con lo que solía ser mío,
por el sólo hecho de hacerme a un lado y
no ser la protagonista de un perdón más,
no tan sólo para que no renunciaras a algo importante,
sino que dentro de lo que según tú luchaste…
verdaderamente no lo hiciste,
lo realizaste a tu manera, aquella egoísta y sin sacrificios.

Todavía no entiendes nada y
creo que cuando lo hagas, estaremos tan añejos
que importara la nada misma,
como anhelo que importe ahora así.

No me quedo en paz,
dejándote aunque sea sin comunicación,
porque sé que te doy fuerzas y
tú también me utilizas para salir
de lo que “forzosamente” sientes alguna mínima o media obligación.

Los ratos libres y noches insomnes me quebrantan,
me hacen llamarte y dedicarte éstas no merecidas palabras,
dando vueltas y vueltas por enésima vez a nuestro asunto pendiente,
a lo que nunca pudimos expulsar;
a lo que no podemos soportar ni aceptar
que finalmente se acabó,
entonces, nos creamos un beso de despedida,
siguiendolo otro del adiós,
para continuar con caricias, abrazos y toques
para despedirnos de la despedida y
así el cuento no acaba.

Somos unos cobardes al no ser capaces de finiquitarnos,
yo tengo mis miedos y el resto de mi amor por ti,
tú tienes y temes aún, que sea de otra persona otra vez.
Así mi amor, no vamos a llegar a ninguna parte y
estoy acumulando fuerzas para desecharte al fin.
Porque lo que menos quiero ahora es que se vuelva a repetir,
otro incentivo para poder dejarte, otra persona que ronde y
que distraiga mi cabeza,
necesito hacerlo por mi cuenta y sola,
no es justo ti y para la otra persona, para nadie,
lo enfermizo llegaría otra vez,
dejando una vez más un alma desastrosa y caótica.