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Terremoto

Tema en 'Poemas Góticos, ciencias ocultas y Misteriosos' comenzado por Kabuki, 3 de Marzo de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 494

  1. Kabuki

    Kabuki Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    6 de Septiembre de 2008
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    Terremoto

    Estoy tranquilo. Pienso sobre
    las dudas del matrimonio y ella
    en un sexo oral salvaje.
    Estamos en la cama. Creo,
    Igual que el vecino. Su esposa
    se esta bañando. El baño. Habrá
    el 30% de 100. Con el diario,
    el teléfono, las latas de aerosol.
    Todos tranquilos, igual que
    los faroles y los arboles.

    Las lunas zumban, una obra de
    desagüe levitando hacia el 2do piso,
    el Dios mío más ensordecedor
    de una señora de 40 años.
    Los adornos que se caen,
    sus restos que tiemblan como
    en un azadón,
    el techo que se raja, las piernas
    que no responden.
    Los amigos enloquecidos
    que juraron siempre cuidarse
    se pisan los dedos en las escaleras.

    Un muerto, dos, Pepito, Carmen,
    eso aún no recorre por las sienes.
    El embotellamiento de los carros,
    la bocina. El claxon.
    Un empresario babea y se le caen
    las llaves.
    Un grupo de descalzos rezan
    a la estatua de la Virgen María.
    Los murales caen como dóminos
    en un suelo de carne
    que en un futuro será llorado.

    La alarma. Sonidos de sirena.
    Un estallido. Varias bengalas. La tormenta
    sin rayos, sin luz, sino salida del
    culo de la corteza, apuntando
    a un bar, un café, un cinema,
    donde los que acudían
    con el fin de alegrarse la vida,
    acaban con ellos, fierros retorcidos,
    masa plomiza, asfixia de polvo
    y el estar enterrado ante la mole de cal.

    Desesperación. Ayuda, que
    terrible será que no te escuchen, peor
    ver que liberen al de tan solo 3m.
    y no a ti. Pierdes las piernas, que da,
    quiero vivir para volver a comerme
    un plato de frejoles junto a mi viejita.

    Silencio, Parece tranquilidad.
    No lo es. Es como el tiro de gracia
    que le propina el celoso a su ex mujer.

    No ves, no veo. Me aferro
    al teléfono. Tu tu tu. Me hinca un
    sinfín de lanzas en la médula,
    cascadas de hielo seco en el omóplato.
    Un abrazo de un desconocido,
    que me dice tranquilo, tranquilo.
    Un NN que bien podría llamarse Javier,
    Rodolfo o Miguel. No importa.
    No hay tiempo.

    Clarea, los píos de los pájaros
    no tienen oídos de cera. Oscurece,
    en un pestañeo, pero igual
    se pueden ver saqueos, almacenes
    hechos piras, patadas por una caja,
    un televisor que no exige dientes.
    Hay una zona peor, siempre
    hay una peor. No existe tragedia total
    ni felicidad completa.

    El asfalto con líneas,
    profundas como las venas
    de la Historia. Marcamos, un 7 u 8
    en el Richter.
    Los medios hablan sobre
    un Tsunami. Un maremoto, una marejada.
    Cien mil Moby Dick adictos a la matanza.
    Hachas de aguas saladas
    contra chozas de cemento moderno.
    ¿Estafa de parte de la naturaleza
    o de la mobiliaria?

    El aeropuerto se cierra. Me quiero
    largar, me quiero ir. Nunca
    supo tan bien el sustantivo Patria.

    Uuuuuu. Uuuuuu. Uuuuuu.
    Disparos al aire, tanques, furgonetas
    con víveres y campas de medicamentos,
    la avenida zombies
    y las calles con tumultos de basura.

    Muchos duermen en las aceras.
    No hay luz. Una bebe llora por leche,
    otros ñaños por el pañal.
    ¿Cómo estará el hospital?
    ¿Cómo se habrán caído tal castillo
    de naipes las casonas? Hermanos,
    hermanas, la desesperación
    nos hace compañeros
    cuando a uno le sobra y puede
    dar. ¿Pero si no tengo?

    Yo le besaba las lágrimas,
    le secaba los mocos con el polo,
    ella con su pelo de tiza
    preguntaba por sus hijos.
    Están bien, no les ha pasado nada.
    En el patio de la escuela, en el parque,
    en donde uno dice tengo suerte
    de estar vestido y bien alimentado.

    La ayuda internacional viene,
    los fusiles se sobrecargan, se habla
    de economía a pupiletras,
    los números son solo para
    los damnificados.
    1, 000 – 100 000 – 1, 000 000,
    almas que fallecieron de
    un solo juicio, draconiano
    y apocalíptico. No hay código penal
    para la fauna, la flora no sabe
    de ética.
    El espíritu humano es tan volátil.

    Tu casa arde en llamas,
    ¿Hay alguien adentro? No… bien.
    ¿Hay alguien adentro? Sí. Voy a
    entrar. ¿No me acompañas?
    Suenan tacos traqueteando por
    un sendero, una cubeta de arce
    dentro de un pozo de piedras.
    Agua. Sed de perro,
    no hay kilómetros de lenguas
    para las hectáreas de estemas.

    Algunos han optado
    por quedarse sentados y secarse
    como una hoja en el fuego
    de la chimenea.

    Un respiro, otro. Inhala, exhala.
    Paz de estar tendido
    en un carrusel de celajes
    y bombones de gas, ahí arriba,
    en el cielo de un crudo mediodía.
    Bajo la mirada. Una prisión
    sin barrotes, la paranoia.
    Como si fuéramos ciegos
    tanteamos entre las huellas del zapato
    y los vestigios de un olor.
    Comida. Una radio prendida,
    una canción de los 80’, y más muertos.

    ¿Estaré yo inscrito en ese
    obituario ambulante?
    He descubierto que mi vida
    no es ego, no es ente.
    Si ella… ; si él… ; Si ellos…
    No, no me quiero
    imaginar… La tragedia
    saca a flote los corazones.
    No estamos solos,
    nunca lo estamos.
    Un abrazo siempre viene acompañado
    con un pan bajo el saco.

    Toma, eres más que un santo.
    Quita, eres el diablo.
    Tiembla otra vez la Tierra,
    sus replicas, los edificios caen
    y el acto se repite
    pero no la escena. Es diferente,
    menos sollozos y más voluntad.
    Tomas la primera piedra,
    volvamos a construir la ciudad,
    pues el día nunca marchará
    para atrás.
    Tus brazos son mis piernas,
    tus piernas son mis brazos.
    Lloraré en otra época,
    Hoy, ayudaré.​
     
    #1

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