Testamento

Necesitaré una cueva de abejas en la garganta cuando muera,
como la desnudes cuando se cansa de tanta ingravidez,
quiero un sauce amplio y melancólico cuando viva, ciego, constelado,
cuando no esté exigiré el llanto virginal de los suicidas, sin espadas, superfluo.
La mañana está limpia. Los testículos caen como la tarde.
El arroyo, la tierra, todo es profundidad en el olvido, ruptura de la línea temporal.
El invierno que crece desde mi nacimiento retrata con su vientre fractal
un hartazgo de piedras y clínicas mentales.
Cuando miro a lo alto la lentitud se abre como doncella herida,
figura visceral que dura en el espejo lo que un punto infinito.
Torpe la muerte, quiero moretes escurridos en el aire, besos felpudos,
gotas del estruendo que penetren amablemente como bacterias en mi sueño:
invencible faraón de mil cabezas.
Magia, ¿Por qué tocas con tu lámpara mi lengua?