Título para una profecía

Nadie escuchó el murmullo

del collar haciendo estrellas

el cemento.

Rodando vacilante, intrépido,

entre viejos peldaños mudos,

carcomidos por tantos años

de barullo doméstico,

de coronas de espinas.

En las recias cárceles de la libertad,

con minúscula, claro está,

cayendo desapercibido.

El estupor de aquella grieta

hizo temblar todo el palacio

de cristal,

de los sumos magnates

desvividos en sillones

dorados, opacos.

Eran guardianes vigilados

que no podían salvarse

cuando todo cayó

con estrépito,

y se desagotó en mares de polvo

la densa furia de los agotados,

divorciados del miedo,

desatando las cuentas,

echándose a rodar,

se escabulleron por un ojal

que daba al cielo,

desde el segundo piso.

Pero nadie escuchó

aquel murmullo solitario

que sacudió los aires.

Quedaron sordos de poder.

Afuera,

la bruma deshacía las retinas,

y cerraron las puertas con cincuenta candados…



Después fue que cedieron los cimientos

ante tanto esplendor

y todo cayó encima.

Intentaron la fuga…

Pero sólo hubo viento

enterrando las ruinas.

 

la estructura que das al poema es atrapante, ya que dejas plasmada la emoción y la sensibilidad con un lenguaje adecuado. Un agrado leerte, saludos desde Colombia.

 

Hola Osiris.
Me complace mucho que te haya gustado.
Te agradezco la visita por estos versos del sur y te mando un gran abrazo desde el Uruguay!