Tocando el margen

​

cambiaba un horizonte
lo modificaba con el peso propio de existir
lo transformaba al nombrarlo/
horizonte profundo​

de selva poblada ​

por grandes troncos ​

palpitantes de savia de los días sin historia,
humedad de gritos/
animales invisibles quebrando la soledad
y un olor a trópico ​

que se mete por los poros
​

invade el andar
los signos
​

y los vuelve ​

profugos
naufragos de cualquier intención/

Cambiando el horizonte ​

encontré mi mirada
(no hace falta decir que estaba perdida
hace ya muchos tiempos)

La encontré encogida sobre si misma
temblorosa y asustada de todo/
me acerque secreto
la toque en lo ciego.
No se volvió
ni complacida, ni furtiva, ni violenta,
simplemente no se volvió/

Cualquiera diría que la arrope
la cuide ​

y garantice con dolor y ternura
su pronta recuperación
para poder nuevamente ​

ver el mundo​

como se merece ser visto.
Pero en realidad me acostumbre
a esta ceguera de sentir
a este imposible de belleza/
sería demasiado para un acolito de la desesperanza​

volver a ver la belleza en los quiebres transeúntes de la vida​

la inmensidad del mundo
en los rincones de la ternura​

y sobre todo​

la profundidad ​

de su terrible dolor

​

la triste gracia
​

de ver la injusticia​

el necesario don​

de reconocer la barricada​