Todo funciona.

Ímpetu vehemente; victoria asegurada;
tornillo sin fin de Arquímedes.
Pozo de agua subterránea, femenina.
Más vale maña que fuerza. Giramos la manivela y asciende el chorro en cascada paulatina.


Espejos cóncavos, que atrapan la luz del Sol y la concentran en un solo punto ardiente.


Para quemar las velas de las naves del enemigo invasor.
Canicas para los niños que no tienen otros juguetes.
Trompos, que son como los átomos, o vórtices energéticos.
Coches en miniatura, para echar carreras, por el firme suelo de cemento.


Aviones de papel que salen a volar desde un balcón, en un tercer piso de alguna colmena humana.





Tirachinas o gomero, para el joven púgil que no se atreve a boxear, aún.
Y muestra su destreza y buena puntería derribando latas de refresco, a veinte metros de distancia.
Perros que persiguen a las liebres. Galgos veloces y felices que están a rigurosa dieta.
Caballos de carreras que obedecen al ritmo que les imprimen sus jinetes.


Todo, funciona. Presos entre rejas, que son la escoria de una civilización.


Monjas misioneras en el África subsahariana, paliando los efectos nocivos del hambre y de la sed.
Árabes que invaden la geografía española, y edifican monumentos bellísimos.
Visigodos que conquistan parte del imperio romano, y adoptan el cristianismo,
honrando a Jesús.


Lamas tibetanos que conviven con el silencio y las infusiones relajantes, en los templos montañeros.


Todo funciona.
Somos bonitos.
No nos pidas milagros.
Que si no, grito.