Todo lo que me diste (a mi madre)

A mi madre


Ven, pongamos en orden todo lo que me diste,
he guardado tus miedos, tus renuncias, tus penas,
y ese gran desamparo que calaba tus huesos,
tu vuelo de paloma, tus ojos de gacela.

Aún custodian tus sueños las azules llanuras
y en mi espíritu vive tu fuerza de tigresa.
Secretas rebeldías en tu serena calma
dejaron en mi vida una profunda huella.

Celebraremos juntas la bondad del desorden
que convoca a mis musas todas las primaveras
¡Por mirar los celajes,! ¡Por andar en las nubes!
quiero recuperar mi perdida inocencia.

Y ahora que ya eres brisa firmemos un acuerdo
devolvamos al orden las alas de un poema.​

 

Abrir ese cofre tan especial
y ponerlo en orden es una gran hazaña.
Y más aún firmar un acuerdo.
Dejar ir todo y a la vez
conservar el mejor recuerdo
y volar la cometa de los sueños
entre trazo y trazo.
Qué suerte que tenemos la catarsis del poema...

un fuerte abrazo, bella Isabel, cariños,

ligiA

 

Siempre agradezco tus certeros y cortos comentarios, en esta ocasión aún más.
Gracias Sergio
Isabel

 

Madre mía Ligia, tu comentario es mejor que mi poema, Gracias.
Un abrazo muy grande
y un millar de besos
Isabel

 

Me gusta como entras dentro del corazón del poema, y analizas esa verdad que tu generosa mirada te devuelve. Gracias.
Un abrazo enorme.
Querida Camy,
Isabel

 

Que bueno, Gus, si supieras cuantas cosa quiero contarle y me doy cuenta de que ya no está.
Gracias por tu empatía y tu generoso comentario.
Un abrazo
Isabel

 

Anna, cómo me alegra que te acercaras a leer y que dejes tu generosa huella en este espacio.
Gracias
Un afectuoso abrazo.
Isabel

 

Javi!! qué alegría me da ver tu comentario, como en viejos tiempos. Si, ellas no se van nunca permanecen en nosotros, y somos nosotros los que contamos su historia y no permitimos el olvido, y así , un día también seremos la historia que cuenten los nuestros.
Un fuerte abrazo.
Isabel

 

Querida Eva, qué gusto tenerte aquí de nuevo.
He escrito tantos poema a mi madre, en este que habla de nuestros desencuentros solo queda la ternura que siento por su alma de niña. Su ausencia me ha servido para verla en su esencia, su sombra ha crecido y bajo ella nos refugiamos, ese darse a los demás, su abnegación, su lucha. Ese fue su legado.
Gracia por tus ojos, querida Eva.
Con cariño
Isabel