Todo tuyo.

Me gusta el sonido de tu voz, porque eres mía.
Me correspondes.
Y te aturdía nuestra conversación.
Te sacudía por dentro, y afloraba, en tu sonrisa, una mueca de pánico.


Me fui y te dejé atrás, en el salón. Sentada y cosiendo un remiendo, con aguja e hilo.


Fui a contemplar el regocijo del instante final del Universo.
Cuando todos se funden con el Creador.
Si bien, es cierto que todos estamos fundidos, en cada Momento.
Pues el Ahora, es muy extenso. Tanto como el Aquí. Como toda Francia.





Volví y me besaste, con tus labios mojados en mostaza de Dijon.


Me picaba en la lengua, el gusanillo de la curiosidad.
La mahonesa recorría tus senos.
Palpitabas plátanos.
Mordías la banana, con armonía y consideración.


Con apetito y sin frenesí. Simplemente, para hacerme sentir que soy todo tuyo.

 

Bastante relajado, como diría un viejo conocido "a lo que vinimos". Un gusto pasar por acá y leerte.

 

Gracias, Uriel Roberto.
Ésa era mi intención.
Dibujar un panorama distendido.