Todos somos diferentes

TODOS SOMOS DIFERENTES


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Muy lejos, en el otro extremo del universo, se encuentran dos planetas girando en la misma órbita alrededor de una estrella como el Sol. Los dos mundos se parecen mucho, igual que los hermanos mellizos. Uno de ellos está habitado por personas y animales iguales que los que viven en la Tierra, nuestro planeta. En el otro planeta han construido una nave espacial que han llegado a su planeta hermano.

En el planeta visitado los alumnos del quinto curso de primaria veían en televisión la transmisión de los astronautas del planeta vecino desde la nave espacial. En la pantalla del aula apareció el piloto de la expedición: una persona de piel azul con franjas grises, cabello negro y orejas puntiagudas muy largas. La voz del traductor automático, conectado en sus sienes, expresaba su pensamiento:

– Deseamos paz y prosperidad a todos los habitantes de este mundo. Inclino mi cabeza y levanto mis orejas. Así saludamos y sonreímos en nuestro planeta. Ofrecemos nuestras técnicas, especialmente las que utilizamos para curar. Esperamos también su cooperación…​

El niño más revoltoso de la clase exclamó:

– ¡Mirad qué feo es! Tiene orejas de burro y no sonríe como las personas.

Casi todos los alumnos se rieron. Una niña de piel blanca y pecosa no soportó la burla del revoltoso y replico:

– El piloto es también una persona, aunque sea de otro mundo. Y no es feo, es diferente.

El niño revoltoso contestó entre risas:

– Tú sí que eres diferente. Tus pecas parecen cagadas de moscas.

La niña aludida no se sintió ofendida. Ya había aprendido a aceptar su diferencia y, además, era la única chica que se peinaba con tres coletas para marcar su propio estilo.

La profesora intervino para poner orden en su clase:

– ¡Silencio, silencio! Tenemos que escuchar el mensaje de los visitantes. Todos debemos ser iguales en derechos y podemos ser diferentes en todo lo demás.

En el planeta visitante, los alumnos del quinto curso de primaria también escucharon en televisión la respuesta de la presidenta del mundo visitado:

– Damos la bienvenida a todos los pasajeros de nuestro planeta hermano. Estiro mis labios y muevo la mano. Así sonreímos y saludamos en nuestro mundo. Agradecemos su cooperación y ofrecemos la nuestra…

Otro niño revoltoso, después de escuchar la traducción, también exclamó en su idioma:

– Mira qué feos son. Tienen las orejas redondeadas y la piel blanca.

Casi todos los alumnos se rieron levantando las orejas, excepto un niño que tenía la piel blanca, quien replicó:

– No es fea la presidenta, es diferente.

El revoltoso continuó burlándose:

– La defiendes porque tiene la piel tan paliducha como tú. Parece que tenéis leche en vez de sangre.

El aludido respondió sin inmutarse:

– Tengo la piel blanca para aguantar mejor el frío del norte, donde nací. En mi región son todos tan blancos como yo. Allí tú serías el raro.

El profesor también apaciguó a los alumnos, igual que la profesora del otro planeta.


Al final, después de muchos años, la niña y el niño que aceptaron las diferencias fueron nombrados embajadores: representantes de sus mundos para intercambiar inventos y obras de arte. Después, cuando terminaron su misión, se hicieron muy buenos amigos.

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Quisiste decir que la aceptación de diferencias es tema de otro mundo? Si es así, concuerdo. Saludos cordiales, Antonio.

 

También deberíamos aceptar a los diferentes en este mundo.

Salud, ventura y empatía.

 

Claro que si, sería todo muy distinto.
Saludos, otra vez.

 

Gracias, de nuevo, por leer y comentar este sencillo cuento con moraleja.