Trampa mortal.

Es perfecta, una trampa mortal, paciente, silenciosa e invible, está urdida por una maestro, un inigunable cazador, solo actuará para atrapar o liberar, no tiene sentimientos, solo hambre, veneno, y paciencia.

La red has sido tejida en el lugar apropiado, un lugar, por dónde sus victimas han de pasar,
solo se trata de esperar. He urdido la tela para capturar las presas con el tamaño adecuado, suficiente para calmar mi hambre, mi sadismo, mi ego.

Si la victima es demasiado grande, acudiré raudo a liberarla, para minimizar los daños a mi preciada tela; sin duda la maledeciré, estoy harto de esas tontas creídas, que creen que el bosque es suyo, que todo le pertenece, que no miran por dónde van, unas patosas que siempre van trompicando y metiéndose en las redes de los demás.

Si la presa tiene el tamaño que necesito, que siempre espero y queda atrapada en la red, esperaré que luche, que briegue que se canse y quede exahusta. Entonces me acercaré suavemente, silencioso, le inyectaré el veneno, que la paralizará en poco tiempo y me retiro a un rincón, disfruto desde el mismo instante que queda cautiva, saboreo cada instante de su lucha inútil, cada esfuerzo que realiza por liberarse, sadismmo en estado puro. El veneno no anulará su voluntad ni su consciencia, solo la paralizará, ha de sentir cada instante, sabiendo cual será su ya inevitable y temido final.

Ya dejó de debatirse, es el momento de acariciarla de envolverla completamente, de asegurar, de recrearse, la dejaré cautiva, que suplique , que llore, y que prometa; todo inútil, lo sé pero me gusta, forma parte del ritual de muerte.

Y cuando el hambre me acucie inyectaré el veneno que la matará que la licuará, que la dejará lista para ser absorvida, hasta que solo quede un cascarón reseco, vacío, sin vida, y anotaré su nombre en la lista de seda con su sangre.