Trance

¿Recuerdas el silencio de la noche fúnebre
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Cuando el águila mensajera de los dioses cruzaba el río manso?
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Allí vimos la pálida yerba mecerse en susurros desgarrados
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como la gente ciega, atada, enladrillada.
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Allí vimos el frío relámpago rasgando el tejido de las diosas que mecen la noche.
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Andamos la senda silenciosa que no para de moverse y crujir
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bajo las paredes pardas del eterno atardecer.

Un almez mecía las culturas y las sociedades y las dejaba caer al amparo de los conformistas llorosos.
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Un almez viejo tejía el polvo de la eternidad al romperse la esencia de la vida, convirtiendo la sangre en polvo y viento.
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Un almez azotaba las estrellas en la delicada, plácida y siseante frontera.
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Y las luces nocturnas rutilantes y amantes se mecen por el cielo
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como las olas arrecian en la Atlantida de los tiempos.

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Cada grito de euforia, cada lucha, cada día en tu contra...
una concha que la calma trajo hasta las costas lejanas.
Ahora solo espera las oscuras y azules horas en que la fina brisa traiga consigo al renacido despertar del viento.