Tras cada sorbo de café...

La soledad me va consumiendo,
tras cada sorbo de café,
yo converso con el silencio
desahogando a este rosal de espinas
tras el soñoliento y confidente papel.

¿Cuántas cosas guardo en mí?
mi interior de esta cárcel
no quiere salir,
mi exterior en esta falsedad
sí desea vivir,
¿Dónde están las llaves
que me liberen de esta cueva
para el aire volver a sentir?.

Es de noche, la única luz
está en mis bañados ojos,
siendo ateo llevo a cuesta esta pesada cruz
que me envenena cada sorbo.

¿Cuántas cosas deseaba hacer?
fui ese guerrero que ahora
no lucha por miedo a perder,
fui ese ruiseñor que cantaba
que ahora en una jaula encerré,
fui ese niño romancero de Lorca
que a luna ya no quiere ver,
soy esa abeja que va de polen en polen
pero desconoce el verdadero sabor a miel.

Yo pensaba en una eterna primavera
de columpios y árboles florecidos
pero la oscuridad sobre la cuna pasea
los rescoldos de mi inocencia,
de lo que yo había sido.

Yo pensaba en una eterna primavera
de sol y ríos con sonidos
pero la pena sobre mi conciencia golpea
los fracasos de unas creencias
en las que yo nunca había creído.

¡ay! Tras cada sorbo de café
la soledad, poco a poco,me va consumiendo...

Me imagino el vacío recorriendo mi cuerpo,
dolorida está mi alma
me imagino la falsa sonrisa mundana que muestro,
solitaria se siente mi cama,
esa cama sobre la que se fueron todos mis sueños,
el viento se llevó a mi presente
¡soy ciudadano del mundo de los recuerdos!
el sol hace grisácea a mi mente
mientras siembro, sin abono,
mi tristeza en este incendiado huerto.

Lloro delante de las estrellas
esas mismas que apagaron a mi fe,
lloro recordando falsas penitencias
tras cada sorbo del envenenado café,
lloro, lloro y lloro una y otra vez
como esas aves migratorias
que desearían a su tierra volver.

Yo soñaba con parar el tiempo
me sentía el capitán de este velero,
pero este velero se hundió
y bajo las aguas ahora me encuentro.

Yo soñaba con parar el tiempo
me sentía el rey de este parlamento
pero este parlamento se destruyó
y bajo sus escombros ahora me siento.

¡Soy el dios del tormento!
pobre de mí y de mi circunstancia
desde que perdí el sentido de lo absurdo
en medio del arenoso desierto.

¡Soy el dios del tormento!
en mi camino ya no siento la distancia
desde que, como a ese solitario poeta,
me dejaron desnudo
en alma y sentimiento.

Tras cada sorbo de café,
al igual que la luna al sueño,
la soledad poco a poco me va consumiendo...

 

Paso a leerlo mi querido machado,
y me encuentro con tan agradable tema...

saludos, bien hecho​

 

Bellisimo y melancolico poema. Un placer leerte.
Hablo tu alma a través de la pluma. Saludos cordiales.