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Tratado de la luna-.

Tema en 'Poesía Surrealista' comenzado por BEN., 21 de Junio de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 251

  1. BEN.

    BEN. Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Hombre
    Entre tolvaneras de ruido y polvo

    contrariamente a lo sospechado

    imantados de origen perseguidos

    por la niebla, surgen alas o desperdicios,

    deserciones de trozos de ramajes sepultados.

    Surgen así, entonces, de la misma vida consumida,

    como estanques de agua flotadora, de agua impermeable,

    rosales injertados espinas trituradas o espolvoreadas caries.

    Se inyectan nubes de insectos en los ojos inmensos,

    donde quiebran el espíritu, sucintamente, luctuoso,

    el crepúsculo ocurre sin previo aviso; son sótanos inundados,

    algarabías del hambre, apósitos del sueño, con Morfeo

    inutilizando los nombres de las espigas que cubren la boca.

    Fuera y lejos, las enormes vértebras de un pez cautivado

    frecuentan las luciérnagas del monte, bosque pétreo, indolencia

    de los seres que habitan la luna. Me conmueve

    esta sucesiva danza, la maleable succión de cuerpos

    en la obligada voluntad sin filo: enebros solitarios que

    emplean toda su fuerza, dentro de los extensos límites

    del frío. Oh majestad de los nombres impronunciables,

    donde habitan los lugares de mi infancia, corrompiéndose

    mutuamente, extraños caracteres organizados en las piernas,

    en los muslos, y crecen con tamaño de avispa, perforando

    la carne pueril y adolescente, llena de solitaria ascendencia.

    Como árboles infernales, como cruentas batallas de alas

    y pronombres, de transparencias innobles, como metálicos

    sonidos y sabores de óxido; yo, pronuncio un bello nombre,

    marea de rectángulos en lo adecuado del día, y veo

    su presencia fuera de los círculos anteriores.

    Oh tambor de sílex y oclusión de columna, oh

    belleza de la tarde consumada, donde arbitran

    su ajedrez ilógico las mentes insondables.

    Fuera, lejos, no me importa que me rompan los dientes:

    allí, repiquetean las alegres campanas del aire.



    ©
     
    #1

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