Treinta años después

Peter leyó el recorte despacio, y su rostro se ensombreció. Hacía tiempo que no sabía de Tootles y los chicos pero en el fondo sabía que iban de mal en peor.
No sabía con certeza quién le había enviado el artículo,pero más le valdría que Wendy no lo descubriera. Le había jurado fidelidad a ella y a su hija, prometió que nunca jamás volvería a acercarse al "mundillo callejero".
-Ya es hora de madurar Peter -le decía Wendy-. Tenemos una hija. ¿A caso quieres que tenga la infancia que tu tuviste que vivir?
Peter no veía tan mal la vida que le tocó llevar. No siempre fue bonito, pero te ayudaba a espabilar y luchar por lo que quieres. Pero quizás ese no era lugar para una chica, y menos una como Wendy.
Peter se sorprendió pensando en su hada guardiana. Sospechaba que era quien le había enviado el recorte. Si hubiera sido cualquier otro de los chicos habrían sido más discretos, pero ella no. No le importaba si Wendy se enteraba de que Peter tenía noticias de ellos. De hecho, apostaría a que le encantaría que así fuera.
A pesar de incidentes como este, en ocasiones, la echaba de menos. Era completamente distinta de Wendy, pero eso no quería decir que fuese una mala persona. Tras el incidente no la había vuelto a ver, pero recordaba perfectamente sus últimas palabras:
-Éramos jóvenes, pero ya no estamos para esos trotes. Desintoxícate, busca un trabajo, ¡recupera tu vida,por el amor de Dios! -Peter hizo algunos gestos bruscos con las manos y brazos. Estaba a un metro de la camilla de Campanilla.
-Esas no parecen palabras tuyas... Ella te aleja de nosotros y tú no haces nada por evitarlo -una lágrima le corrió por la mejilla mientras calló unos segundos-. El polvo de hadas nunca fue suficiente para ti, ¿verdad Pet?
En ese momento no supo que decir. Odiaba que Campanilla hablara así, pero también odiaba no poder evitar hacerla sufrir. Lo único que hizo fue dar la vuelta e irse, dejándola ahí. Ella tampoco le dijo nada cuando marcho, se limitó a mirar hacia la ventana.
Tigrilla había muerto el año pasado de SIDA, a los gemelos les quedaban veinticinco años de cárcel y ahora probablemente Tootles se encontraría con ellos. Del resto no sabía nada y no sabía si quería saberlo.
En cuanto al Capitán, llevaba casi una década internado en el psiquiátrico por su "problemilla con los relojes". Incluso a él le echaba de menos...