Trozo de nube

¡Cuantos rostros marchantes!
¡Cuantos cuerpos yendo y viniendo!
¡Oh, nubes blancas!
Puedo contemplarte eternamente.

Perfume de rayo
Castillo de algodón
Y prometes desafíos con un cabello volador.

Vestida de plumas blancas
Con forma de cordero
¡Ay, celaje mío, dame un racimo de tu haber!

Pobre ciego del engaño
Del que no quiere mirar
Del que no quiere suspirar
Del que no quiere amar.

Tan solo basta pescarte con el broche de los ojos
Arrojarnos a las redes nivosas de tu aliento.
Y pedir posada eterna al dichoso firmamento
Benditos habitantes montañosos.

Nubarrón preso de los versos
Humilde plata de tintero
Dulce flor para el caminante
Cántaros posantes de lienzos afortunados.

Una mirada tuya para mis sollozas quejas
Un reposo para mi alma suspendida
Una espesura blanda para cenar con mis heridas.

Líbrame de las sombras
Helado sentimiento.
Que con ellas olvido la ciudad de los lamentos
¡Amada nube, amado ángel, amadas candelas encendidas!

Desde la Europa hasta la América
La fortuna beldad de las divinas
Formando caricias elegantes a las chozas forasteras.

Manto coronado, palacio de doncellas
Alfombra de ternuras
Ahora entiendo por qué Dios aparece en las alturas.