Tu ausencia, mi calma y una banca vacía.

A veces camino entre las bancas de la plaza donde te conocí
y doy vueltas alrededor como en el pasado hice contigo.
Veo en el suelo las hojas del viejo árbol solitario
que nos daba sombra por las tardes y cobijo en la noche.


A lo lejos veo una pareja que da un paseo,
los veo algo separados, como si recién se conocieran.
Pasan junto a mi y escucho algo de plática.
Alguien se acaba de enamorar.


Sin ti las caminatas son cansadas y mis piernas débiles,
así que me siento en nuestra banca y recuerdo tu presencia.
Extraño tu aroma de miel y tus ojos castaños,
también tus cabellos oscuros y tus labios rojos.


Ahora que no estás tengo tiempo de sobra,
me quedo pensando en aves, en rocas, en libros.
Así ayudo al tiempo a andar y aguanto un poco más,
pero cuando todo se hace gris, mejor no pienso en nada.


Quisiera decirte que algo que descubrí hace poco,
tal vez, si lo hubiera dicho antes, todo sería menos confuso.
Yo no estoy hecho para amar, sino para olvidar,
pues nací amándote y estaré por siempre tratando de olvidarte.


Ya no veo aquella pareja que paseaba,
volteo la cabeza y veo todo vacío.
Tal vez es cierto lo que dices y voy a quedarme siempre solo.
Es a eso lo que le tengo miedo, por eso lloro.


Quizás con el tiempo me haga fuerte
y la costumbre sea mi compañía.
Pero en este momento estamos solos
tu ausencia, mi calma y esta banca vacía.

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