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Un lugar desconocido

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por María Baena, 6 de Febrero de 2022. Respuestas: 1 | Visitas: 310

  1. María Baena

    María Baena Miembro del Jurado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    12 de Septiembre de 2016
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    El viernes por la tarde, mamá le dio la merienda como todos los días, pero andaba muy atareada metiendo ropa en dos maletas.



    Inés le pregunto a su madre: ¿se va papá a trabajar fuera?



    No, Inés, dijo mamá, esta vez nos vamos los cuatro de fin de semana. Cuando llegue papá del trabajo, colocamos las maletas en el coche y nos vamos de excursión.



    ¡Qué bien! dijo Inés. ¿Dónde vamos? Mamá respondió sonriendo,”a un lugar desconocido”.



    Cuando papá llegó, las tres chicas estaban esperándolo ya preparadas para salir. Se montaron en el coche y al cabo de un rato, mamá les dio unos bocadillos riquísimos.

    Enseguida su hermana empezó a cantar y todos entonaron la misma canción.

    A la media hora Inés estaba profundamente dormida.





    “Inés se asomó a una ventana que estaba muy bajita por la que se veía un enorme bosque con toda clase de árboles.



    El bosque comenzaba por un camino lleno de árboles lilas. Ella nunca había visto unos árboles así. Decidió saltar por la ventana e ir hacia ese camino.



    La hierba era lila también, y muy blandita, como una moqueta mullida.

    De las copas de los árboles salían notas musicales y el aire sonaba como si tocaran muchos violines a la vez.



    Inés miraba todo con asombro, no cesaba de observar las ramas tan maravillosas que tenía aquel camino. Tropezó y por poco se cae. Entonces una vocecita le dijo: cuidado, mira por donde vas que por chiripa no me despanzurras con tus enormes pies.

    La niña miró hacia el suelo buscando de dónde salía la voz. Había al lado de su pie izquierdo un erizo muy pequeñito y de sus púas salían a veces lucecitas de colores.

    Perdón, dijo Inés, no te he visto.



    , El erizo enfadado dijo: ¡claro, vas embobada mirando esos ramajos!...La niña sonrió un poco incrédula y un poco maravillada por oír la voz del erizo. Le parecía muy curioso que hablara un bichito tan pequeño...

    El erizo, al ver que la chiquilla se sonreía, la increpó diciendo: otra vez embobada y para colmo riéndote.

    Inés respondió: es que nunca había oído hablar a un erizo.

    Qué raro, dijo el animalito, pues todos los animales hablan. ¡No será que vosotros los humanos sólo os escucháis a vosotros mismos!



    Inés pensó que había entrado en un bosque encantado o algo así, pues en este lugar había cosas que ella nunca imaginó que existiesen.



    El erizo preguntó a la niña: ¿tú cómo te llamas?

    Ella le respondió afable, me llamo Inés.

    Qué nombre más curioso, dijo el erizo. Por aquí casi no viene ningún humano, y si viene alguno, son niños, pero ninguno se llama Inés.



    ¿Y tú cómo te llamas?, pregunto la niña.

    Me llamo Luz, porque de vez en cuando y sobretodo de noche, mis púas se encienden

    Ya lo he notado, dijo Inés. Es muy bonito tener unas púas tan vistosas.

    Y útiles, dijo Luz, porque alumbro el camino a algún animal que lo pierde.



    ¿Hay muchos animales por aquí? preguntó la chiquilla curiosa.

    Sí, dijo Luz, pero cada uno está ocupado en su quehacer.



    ¿Por qué estás aquí?, le pregunto Luz a Inés.

    Bueno, me asomé a una ventana y vi un bosque muy bonito, sentí curiosidad.

    ¡Y saltaste por la ventana!, dijo Luz.



    Sí, contesto Inés. ¿Cómo lo sabes?

    Todos los niños que llegan por aquí cuentan lo mismo. Yo se que sé que los niños que llegáis a este lugar, no sois mayores de seis años y que sois muy buenos. No sé si es que todos los niños pequeños sois buenos, o que aquí solo llegan los buenos.

    Inés no supo contestar al erizo. Ella creía que alguna que otra travesura había hecho, pero por si acaso no dijo nada.



    Apareció por el camino una tortuguita muy graciosa, que con su pasito lento y sus ojos curiosos miraba a Inés.



    Hola, dijo la tortuguita. Hacía mucho tiempo que no veía por aquí una niña y menos tan bonita como tú.

    Inés se sonrojó y dijo: gracias. Es muy interesante que en este bosque los animales habléis, nunca me hubiera imaginado tal cosa.

    La tortuguita sonrió y dijo: bueno, es la manera que tenemos todos los seres de comunicarnos, todos hablamos, cada uno un idioma, pero cuando se escucha con el corazón, todos los seres nos entendemos.



    A Inés le pareció lógico lo que la tortuga decía. La niña se sentó en el suelo para acariciarla.

    Eres muy suave, ¿Cómo te llamas? dijo Inés.

    El animalillo miró con agrado a la chiquilla y le dijo: me llamo Paula y vivo en una casa con mi madre cerca de aquí. ¿Quieres que te enseñe el lugar?

    Sí, dijo Inés.



    Despacito, Inés y Paula se despidieron de Luz y se dirigieron a un caminito estrecho y bordeado de árboles que se abrazaban con sus ramas. Fueron hablando amigablemente todo el trayecto.

    El recorrido, tenía colores preciosos y no se oía ningún ruido, excepto el canto de los pájaros y el murmullo de su vuelo cuando todos juntos iban de un árbol a otro.



    Llegaron a un ensanchamiento del camino y a un ladito se veía una casita pequeña con un techo rojo y una diminuta puerta.

    Paula invito a Inés a mirar por la puertecita de su casa, pues Inés era más grande que la casita y no cabía por ella.

    Se asomó por la puerta una tortuga grande y señorial que se dirigió a la niña sonriendo y le dijo: soy la madre de Paula. Hace mucho que no nos visitaban niñas, me alegro que lo hagas tú. Sin decir más, le dio a Paula una llavecita y le dijo: Inés me da confianza, llévala al lago y a la islita.



    Paula dijo: qué buena idea mama, así lo haré.



    Siguieron caminando por el sendero y enseguida descubrieron un lago grande y transparente. Había una barca pequeñita sola en la orilla, las dos se montaron en ella y Paula introdujo la llave en una cerradura. Enseguida la barca comenzó a moverse deslizándose por el agua. En el fondo y en la superficie había algas, cangrejitosy peces de muchos colores que saludaban a Inés y a Paula.



    Al poco rato desembarcaron en una isla que estaba llena de flores amarillas, blancas, lilas…Y eran casi tan altas como ella.

    Nada más poner los pies en tierra, Inés oyó un murmullo de risas y voces. Las flores comenzaron a darle la bienvenida.

    Ella sorprendida le dijo a Paula; parece como si me conocieran.

    Paula dijo: No, no te conocen, pero todos los niños que vienen aquí son buenos y educados y todos los animales también, así que ellas no tienen temor a nada, son felices con quien viene a visitarlas.



    Qué bonitas son, dijo Inés.

    Sí, son preciosas, dijo Paula. Pero su mayor cualidad es que a la persona o animales que lleguen a la isla la perfuman con sus aromas y la espolvorean con su polen; y el polen tiene la magia de llegar al corazón de los seres y alejar de él el pesimismo para siempre. Así que tú nunca verás las cosas o situaciones de la vida negras, siempre veras el lado positivo.



    Inés quedó pensativa. Al poco rato estaba contenta, como casi siempre, pero sentía algo más.

    Estaba encantada de que Paula la hubiera traído a la isla y se lo agradeció dándole un beso.

    Paula le dijo: un beso o una sonrisa es uno de los mejores regalos que podemos hacer a nuestros amigos, e incluso a alguien que nos saluda por la calle. Una sonrisa abre una ventanita al sol.



    Las flores estuvieron cantando un buen rato…



    Inés se quedo mirando un puente que había en la lejanía. Un girasol que la observaba le dijo: ¿te gusta ese puente?

    Inés dijo: sí, pero lo más interesante es que no parece tener final.

    El girasol le dijo: si tiene final, pero el final de ese puente siempre es diferente, depende de la persona que lo cruce.

    ¿Qué quieres decir? pregunto Inés:

    El girasol le explicó a la niña, que cada ser que lo ha pasado ha encontrado una cosa diferente al otro lado. Algunos dicen que hay una gran nube rosa, otros encuentran una isla llena de animales…Yo creo que cada uno encuentra su deseo escondido.

    Inés pregunto: ¿Yo puedo pasar el puente?

    El girasol le dijo.: eres muy valiente Inés. Por supuesto que lo puedes pasar.



    Inés miró a Paula y le dijo: ¿pasamos el puente?

    Paula le dijo: lo tienes que pasar tú sola

    Inés dijo: sola me da un poco de bildurri, pásalo conmigo

    Paula dijo: tienes que ir tu sola, el puente se estrecha y solo deja pasar a un ser, pero todo el que lo hace regresa contento, no temas, yo te esperaré deseosa de que me cuentes qué has visto en el otro lado.

    Inés, un poco indecisa, comenzó a andar por el puente.



    El puente comenzó a elevarse muy despacito.

    Inés miro hacia atrás y vio a las flores y a Paula saludarla con sus manitas, sus aspectos eran pacíficos y sonrientes.



    Al cabo de poco tiempo Inés estaba muy alta.

    Desde arriba veía un pueblo que le resultaba conocido. Era su pueblo visto desde muy arriba, veía muy diminuta su calle y su casa. Siguió subiendo y subiendo…



    Inés flotaba entre nubes de colores. Veía pequeños planetas. Se dirigió a uno que le pareció atractivo y comenzó a bajar hasta posarse en él.



    Todo era silencioso, no parecía haber nadie pero estaba lleno de unas piedrecillas de colores y árboles que de vez en cuando goteaban por sus hojas perlitas de agua.



    Entre las hojas y ramas del suelo, aparecieron tres cabecitas de unas personitas muy pequeñas, parecidos a duendes.



    Inés se sorprendió y se quedó quietecita.

    Un personajillo le pregunto... ¿Tú quien eres?

    Soy Inés.

    Y ¿cómo has llegado hasta aquí? Interrogó el pequeño ser, pues estaba en una isla con mis amigos, me subí a un puente…y he llegado hasta aquí que creo que es un planeta.



    En mi vida he oído unas palabras tan simple para explicarlo.

    ¿Cómo te llamas? preguntó el hombrecillo:

    Inés, respondió la niña un tanto sorprendida.

    La chichilla pregunto: y tú ¿cómo te llamas?

    Yo soy Ariel, una de las personas que cuida a Azul, así es como se llama este planeta. Mis compañeros y yo nos encargamos de conservar regado, limpio y en perfecto estado este trocito de sitio habitable que circula por el espacio.

    Aquí apenas viene nadie de otros planetas, sólo conocemos a tres seres contándote a ti.

    Una abejita que nos hizo el favor de polinizar un montón de flores y árboles, un

    precioso pájaro que se quedó a vivir con nosotros porque se enamoro de una hembrita de una especie muy parecida a él, y tu.



    .¿ De qué raza eres? Soy una humana, dijo Inés, y vengo de un planeta que se llama Tierra. En la Tierra hay muchos habitantes: plantas, animales… y hombres o humanos.

    Esa explicación ya está mejor, dijo Ariel.

    ¿Tú cuidas también tu planeta? , le pregunto el duendecillo a Inés.

    Creo que en mi planeta no hay nadie encargado de cuidarlo, bueno, los ecologistas están tratando de cuidarlo, pero les resulta complicado porque otras muchas personas lo destruyen.

    ¡Qué quiere decir eso de que lo destruyen!: dijo Ariel.

    Pues que cuando van al bosque tiran papeles y cosas viejas en él, lo queman… (Inés no dijo nada de las guerras por si acaso).



    ¡Pero eso es una atrocidad! ¿Qué clase de personas hay en tu planeta?



    Inés, a pesar de que le parecía difícil explicar en pocas palabras lo que pasaba en la tierra, pensó un poco y dijo: en la tierra hay muchas más personas buenas que malas, el problema es que somos muchos y no nos ponemos de acuerdo.



    Ariel la observo y dijo: bueno, tú pareces respetuosa.

    Inés dijo: creo que estoy aquí porque me gustan los lugares desconocidos, me gusta conocer y aprender de otros y tener la opción de ver y hacer cosas diferentes.



    A Ariel le gustó la respuesta. Le pareció que era una niña inteligente. Inés y Ariel comenzaron a hablar y Ariel le enseñó muchos rincones de su pequeño planeta.



    Todo estaba en perfecto orden, había una luz prodigiosa cada vez que salía el astro, como ellos decían (debía ser un astro parecido al sol).



    Ariel le invitó a su casa y al cabo de dos días Inés empezó a preocuparse por sus amigos y sus padres.

    La chiquilla le pregunto a Ariel cómo podía hacer para volver otra vez a la isla, al puente.

    Ariel le dijo ¿Cómo hiciste para venir?

    Me subí a un puente que no tenía fin.

    ¿Y que es un puente? pregunto Ariel

    Una conexión entre dos cosas, por ejemplo, una unión entre las dos partes de un rió. Puede estar hecho de piedra, de hierro, de madera…de los materiales que se quiera.



    ¡Ah, ya sé!: dijo Ariel. Aquí le llamamos arco iris y está hecho de luz. Cuando queremos cruzar el rio, cogemos en el cuenco de la mano un poquito de agua y aparece el arco iris y nos transada a la otra orilla o al sitio que deseemos.

    ¡Qué interesante!: dijo Inés. Si no hubiera estado en Azul, nunca habría conocido estas cosas tan curiosas y bonitas. Bueno, y a tí y a los animales del bosque.



    Ariel dijo: viajar abre la mente, enriquece y hace más tolerante a los seres que lo hacen. Inés estaba de acuerdo con él.



    Llegaron a un pequeño lago y Ariel le dijo a Inés: creo que esta es nuestra despedida ¿no?

    Inés sonrió y sus ojos estaban a punto de llorar. Ariel le dio un beso, cogio la mano de Inés, la hundió levemente en el lago y enseguida apareció el arco iris lleno de colores.



    ¡Qué colores mas maravillosos!, nunca había visto un arco iris con los colores tan luminosos.

    Ariel dijo:

    El arco iris tiene 7 colores:

    El rojo que representa al lunes y al amor

    El naranja representa al martes y al orgullo

    El amarillo representa al miércoles y a la alegría

    El verde representa al jueves y a la confianza

    El celeste representa al viernes y a la paz

    El añil representa al sábado y a la admiración

    Y por ultimo el violeta que representa al domingo y al descanso



    Te puedes montar en el color que quieras y él te llevará al mejor sitio que desees.



    Inés dio la última mirada a Azul y a Ariel y se montó en el color verde, le pareció un color precioso, en este momento era el que le atraía mas.



    Al subirse en el arco iris todo apareció rodeado de luces brillantes…y poco a poco las luces fueron desapareciendo”







    Inés sientió el beso de buenas noches de su padre y de su madre.

    Se medio despertó. Estaba en una camita. Inés le pregunto a su madre: ¿dónde estamos?

    En un lugar desconocido. Duérmete, mañana os lo enseñaremos.

    Un beso, mi vida.
     
    #1
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  2. María Baena

    María Baena Miembro del Jurado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    No se si se admiten cuentos tan lardo
    Y si no se admiten , no se si se puede poner en otro lado
     
    #2

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