Un mundo para dos vidas

Somos diferentes, pero si nos miras de frente, seremos más reales que el reflejo de tu imagen.

La marea no consigue alcanzarnos, y nos quedamos observando como arrastra con sus indómitas olas el flujo de la voluntad inexistente del ser que se deja arrastrar con placer.

Desistiendo de ser como aquellos que viven en ideales inalcanzables, nos refugiamos en nuestro propio ser, único e irremplazable.

Nuestros pensamientos van más allá de lo meramente racional, traspasando fronteras desconocidas para la sociedad, permitiéndonos el lujo de no solo soñar, sino conocer algo más que la simple vida que se nos da.

No besamos a ranas que se convierten en príncipes, besamos a ratas que no cambian por arte de magia.

El conformismo es nuestro mayor enemigo. Todo nos sabe a poco, nada nos sabe a mucho.

Convencidos de que la vida no es tan limitada y que bajo las sombras de lo conocido hasta ahora, se esconden secretos que visten de miedos por el desconocimiento y se disfrazan de irrealidad, nos acogemos a la idea tal vez irracional de que la vida no tiene un final.

Pasar desapercibidos ante la insistente marea que intenta golpearte sin tregua, es casi imposible, pues no vestimos con sus trajes de igual pelaje, ni andamos al son de su misma canción.

Diferentes por ser alguien, únicos por ser distintos, incomprendidos por tener pensamientos individuales, siempre buscaremos lo que otros temen, gritaremos el nombre de lo prohibido, y cantaremos la letra de lo desconocido.