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Un paseador de perros

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Maygemay, 2 de Febrero de 2017. Respuestas: 13 | Visitas: 2916

  1. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    En el barrio lo conocían por “El paseador de perros”, pero nosotros sabíamos que se llamaba Martín y era de Santa Fe. Habíamos sido compañeros hasta mediados de quinto año, hasta que un día no apareció más por el colegio.

    Nadie sabía qué le había ocurrido, porque tenía buenas notas y era la estrella del equipo de fútbol. Por eso, el primero que preguntó por él fue el profesor de Educación Física, ya que pronto empezarían los torneos zonales, y todos estábamos preocupados por la ausencia de nuestro capitán: era un gran goleador y bien simpático; sin embargo, no teníamos ni siquiera el teléfono porque se había mudado hacía muy poco, aunque nos había contado que vivía cerca del río.

    Cuando la preceptora trajo la noticia de que había conseguido la dirección, aplaudimos entusiasmados y luego ella nos preguntó si alguien podía avisarle que el director quería que se reincorporara cuanto antes. Fuimos varios los que nos ofrecimos a llevarle la planilla, y la suerte quiso que me tocara a mí el papel de mensajero.

    No había otra forma de llegar que en bicicleta y anduve pedaleando un buen trecho hasta que descubrí el alambrado que dejaba entrever en los fondos una modesta vivienda de material. Me quedé unos minutos esperando que apareciera alguien, sin embargo, a pesar de golpear repetidas veces las manos, sólo un gato blanco salió a recibirme. Di varias vueltas a la manzana y estuve tentado de preguntar por él a algún vecino; entonces me acerqué a unos chicos que jugaban a la pelota, quienes me dijeron que no lo conocían; ellos vivían a dos cuadras y jugaban en esa calle porque era de tierra y pasaban pocos coches.

    Nada me quedaba por hacer allí, monté de nuevo en la bici y empecé a correr hasta la veterinaria del Bajo, seguramente debían saber algo de un chico que paseaba perros. A pesar de mi apuro, tuve que detenerme frente a la barrera, llegaba un tren de carga y esperé impaciente hasta que pasara el último vagón. Fue entonces cuando lo vi, precedido por varios labradores, dos ovejeros y otros alegres pichichos. Martín sostenía con firmeza los arreos de colores entre la fiesta de ladridos que saludaban al convoy que se perdía a lo lejos.

    Al reconocerme abrió exageradamente los ojos con su expresión habitual de eterna sorpresa o más bien de búsqueda permanente de algo que está mucho más allá de la mirada. Lo acusé bromeando de hacerse la rata, aunque presentía que detrás de sus ausencias había algo importante que las justificaba con creces. Y no me equivocaba, pues sin dejar de sonreír, me contó que no podía ir al cole pues estaba trabajando mucho.

    Caminamos juntos un rato, él adelante, tironeando de las correas, y yo algo más atrás, sosteniendo la bici por el manubrio. Recorrimos las callecitas próximas al río, devolviendo algunas mascotas en mansiones señoriales, luego subimos hasta la zona comercial y tocamos el portero eléctrico en varios edificios de departamentos. Una vez que terminamos la entrega, le propuse que tomáramos algo fresco en el kiosco que está frente a las vías, pero no me dejó invitarlo, porque era él quien tenía plata y no yo; ahora podía contar con el dinero que le daban por pasear los perros, pues además trabajaba de noche en el mercado, donde le pagaban el doble y eso se lo daba a la madre.

    Acompañamos las gaseosas con un paquete de papas fritas y nos sentamos en el terraplén, frente al descampado que está detrás de los rieles, donde el padre nos enseñaba a remontar barriletes cinco años atrás, ahora ya no podía correr mucho, lo habían operado del corazón y estaba internado en el Favaloro. ¡Claro, cómo iba a estudiar Martín si había tenido que reemplazarlo!, porque los camiones se descargaban de noche y apenas podía dormir unas horas, mientras la madre cuidaba al enfermo y los hermanitos se quedaban con la abuela, pero todo se arreglaría pronto y ya estaban más tranquilos en la casa con los jornales que aportaba, aunque a él le gustaba más pasear mascotas: “Sabés, me dijo, a veces sueño que los perros echan a correr y empezamos a volar entre las nubes…”

    -Como si viajaras en el trineo de Papá Noel- le contesté y festejó mi ocurrencia. Entonces le recordé que una vez habíamos ido al Aeroparque a recibir a mis tíos que venían de Mar del Plata y mientras esperábamos mirando las pistas, me había confesado que su sueño era ser aviador; “Por eso, insistí, tenés que seguir estudiando para poder cumplirlo…” Por un momento miró el cielo y sonrió moviendo la cabeza: "Claro, pero es una carrera costosa, Pablo, si yo pudiera…" Me fui con su promesa de volver a la escuela al día siguiente, pero no apareció, aunque le mandamos una carta firmada por el director.

    Después, durante la primavera, me crucé con él una o dos veces por la calle y repetimos el paseo, aunque en esas ocasiones sólo le pregunté por el padre, que seguía internado mejorando lentamente. Entonces le conté que muchos chicos hablaban en la escuela de su trabajo de paseador y querían imitarlo, pero no se animaban.

    Por fin llegó diciembre con los bailes, las chicas y mis propios sueños que se cumplieron plenamente en el inolvidable viaje de egresados, que fue feliz, completamente feliz, cuando al salir del agua lo descubrieron mis prismáticos y llamé emocionado a mis compañeros que nadaban en el río San Antonio.

    Allí estaba Martín, bien arriba, volando en un parapente sobre mi cabeza. Seguramente no me distinguiría entre tantas iguales… Era él, sin duda, era él… Un alumno de otro grupo lo señaló como el instructor de vuelo que trabajaba en una agencia de turismo de aventura.

    Sí, allí estaba Martín cumpliendo su gran sueño, sobre las sierras con todo el cielo para él, subiendo hacia el azul hasta que el ocaso tiñera de rosa el horizonte en su gran viaje por las nubes como un ángel con alas de colores, bien arriba sobre su hamaca mecida por los vientos, mirando hacia abajo desde su planeador, bien arriba, Martín, sobre nosotros, los muñequitos, sobre las casas diminutas, sobre los árboles en miniatura, un mundo de juguete bajo el soplo caprichoso de las corrientes de aire y al caer la noche, bajaría despacio, lentamente, inclinando todo su cuerpo hacia delante, ebrio de cielo y de sol, hasta pisar la tierra, libre, pleno de luz, para echar a correr colina abajo con mil estrellas a la espalda hasta que su mágica vela se abriera lánguida, suavemente, como una bella flor sobre los campos.
     
    #1
    Última modificación: 18 de Junio de 2018
  2. Recently played

    Recently played Contemplador nocturno de poemas

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    Muy seductora la historia, muy real y al mismo tiempo con esa magia que tienen todas las historias que hablan de la juventud. Creo que te queda un poco corta, habría dado para más, pero igual la he disfrutado mucho. Tienes mucho talento para contar historias, lo haces sencillo y elegante. Lo dicho, un placer. Un cordial saludo.
     
    #2
  3. Daniel Borrell

    Daniel Borrell Invitado

    Ahhhhhhh XD, que hermosa historia, muchos dirán como tantas, pero no es así, el realismo con el cual usted la pinta hace que estemos, en esos paseos, en los sueños y en ese viaje por las alturas, con la ternura y felicidad a cuestas. ¡Simplemente bella! Un inmenso placer disfrutar de su exquisita prosa Maygemay, reciba la más cordial felicitación y saludo.
     
    #3
  4. jmacgar

    jmacgar Poeta veterano en el portal

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    Un relato muy lindo, Maygemay. ha sido un placer su lectura; se me ha hecho corto.

    Un cordial saludo.

     
    #4
  5. libelula

    libelula Moderadora del foro Nuestro espacio. Miembro del Equipo Moderadores

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    Genial, me ha encantado, un placer volver a disfrutar de tus relatos
    Felicidades.
    Un abrazo
    Isabel
     
    #5
  6. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias, Recently Played, por tu amable valoración. Por lo general me decido por textos breves para concentrar la anécdota y darle fuerza al desenlace y, sobre todo, porque sé que los lectores de hoy prefieren la brevedad, la lectura de prosa demanda tiempo...
    Por otra parte, sigo esperando con interés tus relatos, ya sabes que me encanta tu prosa.
     
    #6
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  7. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Me alegra, Daniel, tu mirada profunda en la lectura de mis escritos. Muchas gracias por tu valoración.
    ¡Felicidad!
     
    #7
  8. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, Juan R., por tu mensaje de apoyo. Me ha alegrado tu visita.
     
    #8
  9. selenschek manfred

    selenschek manfred Hijo de la Luna

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    Bellisimo cuento Maygemay, impregnado de campo y cielo, me encantó esa energía vital que le imprimes, felicitaciones poetisa con mi afecto infinito.
     
    #9
  10. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Te agradezco, Juan R., tu comentario estimulante. Me alegra que te hayas acercado a mi ventana y que te guste el relato.
     
    #10
  11. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muy agradecida y feliz, Libélula, por tu amable comentario.
    Cariños
     
    #11
  12. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muy agradecida y feliz, Selenschek, por tu bello comentario. Habìa perdido de v ista este relato y disculpame por haberme demorado en responder.
    Saludos afectuosos
     
    #12
  13. Miguel Font

    Miguel Font Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Una historia atrapante, conmovedora, entrañable y mágica, contada con fluidez y gran talento!! Martín comparte los sueños de mi hijo :) Muchas gracias por regalarme la oportunidad de disfrutar esta estupenda prosa!! Un abrazo, compañera de letras.
     
    #13
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  14. Maygemay

    Maygemay Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Muchas gracias, Miguel, por un comentario tan cálido y agradable.
    Saludos cordiales
     
    #14

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