Un vacio en el alma

El atardecer miró mi llanto callado,
observó mi mano buscar su sombra del recuerdo,
sombras en aquel árbol fiel y mudo testigo
cuyas hojas reflejan lo que no se puede escribir.

Busqué en el viento el susurro de su canto,
el embrujo de sus palabras y el llanto de sus manos
mirar el vuelo de las aves hacia su nido vacío
acariciar aquella pequeña flor inocente de mi pesar.

Soñar que el mundo se detuvo solo en nosotros
creer escuchar su voz, el susurro de su nombre
el eco de su risa que destroza la cordura
divagar entre la noche trémula
que me pregunta por su sonrisa
y dejar que el día se quede asorto
con la confusión de sus ojos.

Cada brisa trae más recuerdos gozosos
que se convierten en fantasmas
de los pasillos de aquella alegre habitación.

Las lunas y los grillos ya ni logran opacar
mi llanto callado de alguien que aún te recuerda
de alguien que aún no se acostumbra a tu partida.

Tantos momentos que hoy se extrañan
que confundiéndose en mi mente me calan el alma
quise detener el curso del tiempo con tus ojos mirándome
quise refugiarme en aquel abrazo eterno
dejar que me lleves sin regreso a tu estancia
quise quedarme en aquel abrazo eterno
sin saber que seria seria el último
recuerdo que me dejarias sin aviso

 

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Melancólicos versos. En ello radica la fuerza del poema.