Una carta a las llamas

Dejo mi memoria en una carta,
una carta a la hoguera,
veo las letras tostarse,
mientras el negro se las come,
las mismas llamas que dan calor,
las mismas que vacían las ideas.

Al calor de una chimenea,
las llamas que hipnotizan,
las que queman las letras,
me recuesto en el sillón,
ya está, me rindo al calor,
déjame que me acurruque,
que me olvide de esa carta,
que más da, es tarde,
yo no vale nada.

De que vale mirar al cielo,
que no me va a contar nada,
encuentro vacío si cierro los ojos,
qué si no, a merced de las llamas,
cuesta creer en que vuelva el sol,
ahora, al final,
quizá solo quede acurrucarme,
ponerme cómodo en mi,
llamas, un sillón y oscuridad,
poca compañía, soledad.

Metería la mano en el fuego por salvar algo,
me quemaría por un simple fragmento,
pero se que volvería a arrojarla al fuego,
ahora da igual,
cerraré los ojos,
miraré al vacío a la cara,
sin decir nada,
mañana contemplaré las cenizas,
y pronto sabré escribir otra carta.



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Muy bien amigo, es muy bueno tu poema, felicidades.