Una muñeca, dos butacas, tu belleza y una caminata -25/9-

Las manos me tiemblan, esa sensación en la panza,
planeé mi discurso casi por una semana.
Estabas más bella de lo que mis ojos recordaban,
como una estrella fugaz, que se pierde tras una montaña.

No soy como aquellos, pero tal vez no lo sabes.
Hubo una lucha en mi interior, silenciosa y constante,
para no incomodar tu pequeño cuerpo con mi abrazo,
por no saber, en ese momento, si era mi deber abrigarte.

Pequeña bolsa de locuras, duraste lo que una estrella fugaz.
Agradezco que me hayas dejado contemplarte,
que me hayas recordado las sensaciones que habia olvidado,
que me hayas convertido en la envidia de los paseantes,
que me lo hayas hecho fácil cuando olvidé mi discurso,
que hayas ignorado todos mis nervios de esa tarde,
que fingiste una carcajada cuando hice un mal chiste,
y que caminaste más lento para prolongar el ocaso.

¿Cómo le digo, ahora, a mis ojos que no volverán a verte?
¿Cómo le digo a mis manos que jamás podrán acariciarte?
¿Cómo le explico al corazón, cuando me pregunte,
que todo habría sido diferente de llegar cinco minutos antes?

Y solo duró menos que el crepúsculo:

Una muñeca, dos butacas, tu belleza y una caminata.
Sentí que fui dueño de tu sonrisa por un instante,

gracias por la sutil manera de decir
que yo no era lo que tú esperabas.