Uno más a Badis

Recuerdo un viejo trompo,
el juguetillo ansiado por un crio,
azul y grana rematado en punta de metal.

Recuerdo de igual forma tu amorosa sonrisa,
tu jugo de tomate en un pocillo de acero viejo,
ese asiento rojo que durante horas, días, años, compartimos,
los cortinajes de la habitación manchados por los años,
dando paso a la luz entre pirámides bicolores.

Tus cabellos siempre color plata,
tus manos, aunque ajadas por el tiempo
de suaves caricias, de entusiasmados momentos.

Nada me entusiasmaba más que comer tu helado,
saborear tus guisos, compartir mis tardes contigo,
volverte a ver a diario, siempre atrapada en oscuro vestido.
Siempre atrapada en una mirada añorante.

Amanecí feliz el día de tu muerte lenta,
ese día festeje un año más con una persona
que alguna vez conocí. Neciamente muerta.

Y me dispuse a llorar días, semanas,
aun en ocasiones lloro al recuerdo,
en las mañanas, en la tarde de empandas,
en la nostalgia de las preguntas sin respuestas,
en tus plantas que como yo te extrañan.

 

Una maravilla de poesía, conmovedor y precioso, hermoso.