Vanitas, vanitatum..

La vida de cada uno se rige de acuerdo a su concepción
De acuerdo a su albedrío, a su deseo, a su candidez o malicia
De acuerdo a su concepción del amor, o del odio y cultiva cada quien
Los amores, los odios y las malicias que a través de su entender
Concibe como derechos que debe de hacer prevalecer
Por encima de otros e incluso de sí mismo.
La imagen de cada quien es entonces ícono de gracia
Y tan ajena a la desgracia que rara vez la concibe
Como algo que a su persona le pueda pasar.
Somos monstruos egóticos que nos tenemos por planetas
Regidos a nuestra propia ley tan semejante a la de Tolomeo
Donde nuestro perfecto universo tiene la dicha de tenernos
Como centro del mismo, en función de nuestra divina necesidad
Pero dicha idea sufre a menudo de ajustes en función de competencia
Por qué en esos momentos se vuelven prados y el de junto parece más verde
Más fresco, fértil y seductor desvaneciéndose de pronto la propia perfección
Más es con esta naturaleza con que Dios nos dotó por su infinita inteligencia
Porque así, se vive con el saber que alguien nos presta atención para ver que le falta a ella
Y me atrevo a pensar que por eso no estalla la Tierra, por que el triunfador
[SIZE=3]Si mata al que pierde, perderá así mismo a aquel a quien quiere demostrar su poderío[/SIZE]
[FONT=Calibri][SIZE=3]Y esta naturaleza se transforma en un círculo de justicia, sutil y divina[/SIZE]
[FONT=Calibri][SIZE=3]“Puesto que así, no hay nadie tan miserable que no tenga quien lo envidie[/SIZE]
[FONT=Calibri][SIZE=3]Ni nadie tan encumbrado, que no tenga a quien envidiar”[/SIZE]
[FONT=Calibri][SIZE=3]Sergio C. Lechuga M.[/SIZE]
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