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Vapor que nos lleva

Tema en 'Poesía Surrealista' comenzado por Orfelunio, 25 de Marzo de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 698

  1. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

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    Vapor que nos lleva



    Asiduo de las columnas
    que pugnan con su vuelo,
    y de los enormes cántaros
    que se buscan, y se buscan,
    si en la vida el frío hielo
    nos oculta el sol de los óvalos,
    en montañas de nubes, abruptas,
    busco una mater y sus cielos.

    Las cosas simples de la vida,
    en valle suave y campestre;
    las nubes, las colinas,
    el campo cultivado,
    de agua las corrientes,
    animales animados,
    y la atmósfera que todo envuelve.

    Germen fecundo en decúbito altar,
    impresión de sedas marinas,
    arreboles en los valles del lugar;
    un mismo sol que quema tierras,
    y evapora las aguas de ríos,
    afluentes de sales queridos
    que van a dar a la mar.

    Al darle el pecho al niño
    aullaron los chacales;
    la vida da muchas vueltas
    centrifugándose el cariño.

    Se alzaron los altares,
    y unas madres de aguas sueltas
    se abrieron los corpiños,
    y bebiendo lo adivino…

    Se erigieron destacables
    los pezones defensivos,
    de natura que resuelta,
    es la ofrenda deseable
    de todo lo nacido,
    que sea fero amanecido,
    y en la aurora adivinable,
    la vía se prepara en todo nido,
    con la esencia del jardín de faz amable,
    que con sus labios saca hilillos;
    sacaleches, tuerce tuercas,
    volcanes de lácteo cumplido,
    erupción que deja ungido
    el ansia de un cuerpo satisfecho
    con destino destetable,
    que sueña en montes con su techo,
    y en sus valles, como un dios alimentarse.


    Hoy salí a pasear,
    y muy cerca de la playa,
    en el puerto de ese mar,
    los aromas de otros tiempos,
    y la brisa del lugar,
    recordaron los momentos:
    de olor a sal,
    a viento fresco,
    a astillero calafatear,
    a redes de arte marinero,
    a veces, parte de mi andar;
    a pez en lastre prisionero,
    un sol que anima algún velero,
    y a mi piel comienza a despertar.

    Hoy salí a pasear,
    y muy cerca de la playa,
    encontré aquel Febrero;
    dejé su frío naufragar,
    y en un banco de madera a rayas,
    de caña un lapicero,
    y de cebo mi pensar,
    recogí algunos peces mañaneros,
    y otros muchos escapaban del pozal.

    No llores pez, no llores,
    que lo mío no es rebote,
    ni yo mato por matar;
    vives en mi playa de amores,
    lo remueves todo, lleno de olores,
    somos ansia y somos pan.

    Busqué la pureza,
    miré las palmas de mis manos;
    aún no era el tiempo ni la hora,
    y sólo vi naturaleza
    entre unos bancos,
    donde un sol quema a deshoras,
    de blancuras cansadas de pasar.

    Vi lo blanco oscuro y negro,
    y lo negro, en leve canto,
    de unas palmas su cantar.

    Me dormí entre las flores,
    en los jardines
    de aquel puerto del Este.

    Soñé con medias de seda,
    con labios de rojo,
    con ligas de fresa,
    con sombras de ojo,
    ligueros abiertos,
    braguitas discretas,
    con cuerpos de pechos intacto,
    de marmóreas piernas;
    soñé en hierbabuenas,
    y en polvos de talco.

    La vida es un orgasmo
    entre muslos y tetas,
    y con las redes que ajusto
    se entrevén todas las tierras;
    humos vapores, fletas,
    embarque que a gusto,
    amarres son busto...
    Vapor que nos lleva.
     
    #1

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