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Persistente en mí,
la menesterosa manera de llorar,
de encubrir el mar con los milagros del viento…

De soñar con las fortalezas perdidas,
de vivir empeñando la risa,
de rogar por talentos a un odioso señor celestial…

Persistente en mí, la gloria dormida,
la bulla silente,
las ganas indecisas,
la fe empolvada…

Persistente en mí la fuerza latente,
La gracia del cielo entre candados,
la independencia levemente lejana…

La lluvia abrupta esperando caer…

Persistente en mí…

El canto místico dibujando en mi corazón:
Reinos,
días nunca antes vividos,
pasión,
ríos exuberantes,
rostros alegres,
la paz recorriendo manos amantes…

Persiste en mí esa lejana estrella,
la eternidad encendiendo el fuego,
esa sutil potencia proyectada del universo…

Nunca en todo este viaje,
La fuerza de la vida,
rompiendo las fechas,
los límites,
la misma ilusión de la muerte…

Persistente en mí,
la dicha de ser de luz…

 

Eso lo sentimos todos.
Al menos, los poetas que se esmeran, en sus versos y estrofas.
Ser de luz es el objetivo fundamental de todo maestro.
Pero seguimos siendo discípulos...


¿ Por qué razón ?


Porque no sabemos cómo crear un Universo. Por eso.
Sólo podemos crear palabras, metáforas o terapias.

 

Crear...

Vivir...

Reír...

Volar...

Podemos hacer mucho, ¿pero realmente sabemos porqué?