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veintisiete cero ocho

Tema en 'Poemas de Amor' comenzado por JoelPerez, 27 de Agosto de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 443

  1. JoelPerez

    JoelPerez Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    21 de Abril de 2010
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    Da comienzo, el día o el testamento,
    pues, que empiece el caballero:

    "No hay tiempo nubloso en el cielo,
    las grises nubes,
    el agua cargada avanza hacia ti otra vez,
    no te preocupes bella mujer,
    tengo paragüas en mis manos,
    con mis ojos te seco tu cabello mojado,
    con mis manos agarro las tuyas,
    damos vueltas alrededor del mundo,
    desde la fría alemania hasta la calurosa India.
    Naveguemos sin rumbo, cuidando distancias,
    frenando cuesta abajo, el cielo está encima,
    observando cada paso, nos dice "sonríe".


    La dama se recoge el pelo liso, castaño, rojizo
    prepara su sonrisa y comienza:

    "Sabes soplar, susurrar como las aves,
    que surcan el cielo sin descanso,
    baten alas y comienza el vuelo,
    el suelo se aleja, prohibido caer,
    porque ya no me hace falta levantar.
    Choque de energía, positiva por favor,
    que no me ahogue entre estas nubes grises,
    que todo lo que me cruce en el cielo,
    sea la libertad y la eterna paz,
    pero sin ti no puedo avanzar,
    hay un muro, lo llaman recuerdo,
    quizás rencor, sea como sea dame fuerzas,
    antes me diste amor ahora dame energías,
    para surcar este cielo lleno de límites y de alegrías."


    EL caballero descansa en su árbol sagrado,
    limpia su espada de sangre seca, apenas respira,
    aterrorizado observa el cielo, se preocupa demasiado,
    piensa que su dama vuela sin rumbo, sin mirar a los lados.
    Prepara su armadura y cabalga bajo el viento descontrolado,
    y comienza:

    "No sigas mi dama, sé que no me amas,
    quizás no me respetas, la sangre seca he limpiado,
    delante de los dioses he jurado, que jamás volvería
    a molestarte. Un cuervo blanco ha llegado, dice sin pausa
    "Que el invierno ha comenzado".
    Ten cuidado Blanca ave, no cruces tan rápido el cielo congelado,
    una maravilla como tu no puede morir volando,
    quizás en el mar, allí es donde debes estar, siempre hablamos del pez dorado,
    sumérjete en el placer mojado, el fondo del mar es más maravilloso que tu cielo limitado."

    La dama ignora sus palabras, para ella todo ha acabado,
    pero es verdad, ella no es ave, solo es un pez ahogado.
    Se cruza de brazos en la orilla de la playa,
    observa seria y distante, los ojos de su odio atemorizado,
    y comienza:

    "Sabes muy bien querido esbozo,
    que ni tu espada ni tus versos van a ser suficientes,
    no creo en la sangre ni en la lucha, no creo en caballeros con armadura,
    ya basta de tanto sermón, ya son años, has partido un corazón,
    quizás dos, tres son demasiados, pero eres capaz de eso,
    fuiste a matar y matando llegaste a mi, no te quejes si te he dejado de lado,
    ya te he dicho, que las guerras para mi acabaron."

    El Caballero sonríe, no sabe si reír o esperar,
    pero ella lo duda y el Invierno ha llegado.
    Se maquilla uno de sus ojos, se afeita la barba seca,
    camina despacio hacia la orilla del mar, se arrodilla ante ella,
    y comienza:

    "Mi querida mujer pez, deja de gritar,
    deja de ir de dura ante los dioses,
    creo que no sabes lo que pienso,
    y con ello me despido, no quiero seguir provocando
    el odio en tus ojos, finos como el gato, lejanos como el ave,
    líquidos como el mar, listos como el Pez dorado,
    quiero que sepas que para mi,
    el viento es tu voz y has hablado,,
    el frío de invierno son tus manos acariciando mi espalda,
    el sol es tus ojos al despertar, asombras al más despistado,
    tus pasos dejan huellas que duran años, ya nieve, llueva u otros hayan pisado,
    no es difícil seguirte el rastro, por eso, te pido perdón,
    por mi ya he acabado."


    La dama ve como el caballero recoge su espada de hielo,
    se gira y avanza hasta el Dios Árbol viejo,
    un árbol con cara de anciano que llora sangre,
    ella se suelta el pelo y se retira, lejos, donde ni lobos,
    ni peces, ni aves, ni leones vuelvan a interrumpir sus tareas.
    Y termina:

    "He hablado caballero lejano,
    he dicho las palabras del dios ahogado,
    dije las de los dragones asesinados,
    dije las del dios rojo, el que todo purifica,
    dicho esto me despido, cierro este relato con un lazo."

    La dama avanza al árbol y en una ramita vieja
    ata un lazo dorado, en el cual se lee:
    "Nada en el cielo está limitado"
     
    #1

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