Vejez

Las manos
que un día acunaron luceros
hoy con retorcidos nudillos
entrelazadas posan
sobre rígidos músculos
la izquierda sobre la derecha
para evitar,
si es posible
este temblor de luciérnaga.

La carne
envejece dentro y fuera
entre los omóplatos crecen esporas
regadas por entorpecida sangre
y en este cóncavo hueco
donde durmió una mirada
hoy queda el abismo.

Los ojos han perdido el brillo
tras finas cortinas rasgadas
observan cuerpos de bañistas
sumergiéndose en el agua.

Animal conducido a latigazos
al final de un camino
donde los blancos muslos
envejecen 100 años en un minuto.

No ser jamás ya amada

el dolor podría ser aún mayor
si estuviéramos vivos
en nuestra propia muerte.

 

Triste es envejecer pero lo has sabido contar en bonitos versos. Un saludo.

 

No ser jamás ya amada

el dolor podría ser aún mayor
si estuviéramos vivos
en nuestra propia muerte

Me ha dejado tristísima este poema... Las posibilidades de amar y ser amado se reducen a medida que vamos cumpliendo años, y a mí, eso es, como siempre, casi ló único que me preocupa... Hermoso poema. Un besote.