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¡Vengo del Futuro con el producto estrella en lejías!

Tema en 'Prosa: Cómicos' comenzado por pablo7972, 18 de Julio de 2012. Respuestas: 8 | Visitas: 1969

  1. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Apareció ante mí, cual una estatua onírica presentándome al Olimpo más a los dioses protectores del santo hogar, de mi familia, mujer e hijos.

    Deslumbrado, aparté mi vista, lejos de cualquier síntoma de reacción que no fuera el más sencillo de los cobijos que un ser humano, ante tamaña muestra de la magistral elocuencia, podía mostrar.

    [​IMG]

    Escuché las palabras divinas, presentadas en bandeja de plata para un mortal común como este siervo, propio de las profundidades recónditas e inextricables para las que aquel ser de las Alturas podría jamás presentar solicitud de ingreso.

    - Vengo del Futuro para mostraros la solución contra las manchas - estrelló sus palabras contra el eco de la cocina, altitonantes.

    Las primeras interjecciones de puro horror, ahogadas ya en mi garganta, cobraron forma de gigantes iracundos, cuyas peludas extremidades aparentaban calzar, insidiosas, las zarpas del perezoso. Dolidas, lesas ante tal supina incitación, arrastrábanse como una antorcha que flameara plena de ortigas frescas y recién cortadas, y abajo arriba el tiro de mi angosta tráquea, como el masaje del agua de fuego que, bajo cien llaves e inefable contraseña, creía haber ocultado mi mujer en el fondo de la despensa.

    Escuché el grito de mis entrañas, mezcla de ira, repulsión y lástima por no poder tocar, sin embargo,
    aquel bellezón, el que ni tan siquiera se asombraba de mi inmundicia humana.

    - Vengo del Futuro para descubrirte el producto estrella en la lucha contra las manchas - repitiose, indubitativamente, retándole a la albura de los espejos sobre los que se erguían nuestros santos cuerpos.

    Efectivamente, como una estrella deslumbrante de color azul empíreo, ni el cielo se le asemejaba, ni a infierno tórrido podía yo compararla, tomé como pude el rumbo de mi vista trastornada, y entornando mi foco, inútil, quise alumbrar aquel femenino faro misterioso.

    El bellezón que tenía delante no era de este mundo, ¡eso estaba bastante claro! si acaso, ni era real.
    ¿Qué cirujano plástico podría aspirar a esbozar aunque sólo fuese un cutis como aquél, inspirador para el mismo arquitecto divino que pintaba los ángeles y las nubes de algodón en el Cielo, y no errar en sesgar en ella ni la ínfima sombra arrogante de alguna solitaria y sugerente arruga?

    Envuelta en su traje eminentemente azul, con sus cabellos cincelados, deslumbraba también al suelo de mi cocina, recién fregado con el ardor de un marido amedrentado; refulgían incluso las ollas y los pucheros, recién coloreados con el pincel enjugado y afán de mi estropajo; los azulejos de la pared, como un cuadro de Caravaggio... ¡Qué pesadilla de mujer ahí delante, a dos pasos!

    Llevaba un gran cinturón amarillo sol, muy ancho, como la castidad que yo prometiera a mi mujer en un tiempo lejano, ¡Ay!

    Y sus palabras, retozaban en mi cuello como un cosquilleo que no deseé perder nunca. Sus cabellos de seda y lino, agostados pero con brillo, también azules, también para mis ojos, ¡aludes! ¡quién fuera peine de tus sienes! ¡Quien fuese viento para mecerlos! Capaces de amordazar mi boquiabierta estupefacción como de ahogar la lisonja que ya prometía irrumpir a pesar de mi no intención, ¡Bellezón!

    Hete aquí, que, como obnubilado por la morbidez del síndrome de Stendhal, mi cuerpo abatiose de bruces, de facto se estrelló, en un repente, en un segundo, por no ensombrecer ni ocultar a los elfos ni a los microbios de mi cocina tal exaltación del arte, preciosismo tal regalado a la carne, provocación que, a rienda suelta, mi sencilla programación dócilmente era incapaz de encajar.

    Me di con los piños en el duro suelo, derramando el carmín alimento de mis venas en regueros derrochados mancillando aquellas baldosas que eligiera para su paraíso mi mujer. Mas ¡qué importaba tal! Ya no sentía sino el ardor, agudo e intenso quemazón en el mismo corazón, que se deshilachaba por sus múltiples zurcidos tras los tantos años de matrimonio bien avenido.

    - ¡Señor, señor, no se muera! Traigo aquí para usted la lejía del futuro...

    ----------------------------------------------------------------------------------------------------

    La mujer entró corriendo en la cocina al ver a su marido tendido cuán corto era en el suelo. Le rodeaban los espumarajos que le delataban, mudos testigos de que el tiempo no había prestado concesiones para la infidelidad.

    - Pichoncito, Pichoncito, ¡Ay, que se me ha muerto! ¡Ay, cariñito mío! ¡Y los baños sin hacer!

    Y cayó la mujer a sus pies, como un cuerpo sin energía, en aquella cocina ahora vacía, recién fregada y con cristales como patenas hacia el campo, inmaculados ojos de gigantes. Gigantes que se veían pequeñitos, frente a aquella otra inmensa mujer. La mía.

    ----------------------------------------------------------------------------------------------------

    Desperté. Evidentemente mi mujer todavía no había regresado.

    -Pero aún sigue aquí la tía ésta -farfullé entre dientes, con el azulado reflejo macheteando mi asombro.

    -Señor, ha tenido una pesadilla. Se cayó, se asustó ante la limpieza desbordante del producto estrella en lejías. Vengo, ni más ni menos que del Futuro para enseñárselo en primicia...

    _ ¿Del Futuro? Pues anda que vienes de lejos, y... ¡pá eso!

    La botella de ginebra de mi mujer, abierta fuera de la despensa protectora, se limitó a observar sin intervenir la dantesca ejecución de una danza tan sexual como lamentable ejercicio de estulticia. El mete-saca.

    ------------------------------------------------------------------------------------------------------------

    - Le voy a volver a leer la declaración, y a ver si esta vez se está usté quieto, y, a mayores, si puede de sé, ¡la firme, coño! A ver si, empudiendo de sé, acabemos hoy ¡O no sale de aquí en veinte años! ¡Se lo repito, coj..es! ¡Que ya van diez declaraciones, ostia, y todas distintas; ahí mismo usté las tiene. Firme la que le dé la real gana, que a su mujé le va a tocá de limpiá el suelo de la cocina lo menos por 20 años. Y usté las letrinas de la cárcel. ¡Que se lo digo yo, que no se ríe de mí ni María Santísima! ¡Firme ahí, coñoooo....

    El comisario de guardia temblaba de frío y sueño, pero parecía ya, llegados a tal punto y con sus 6 ó 7 cafés negros bien puestos, capaz de todo, incluso de enmerdar sus más de 30 años de servicio en un solo momento de infortunio ante aquel impertérrito engendro.

    Me leyó la penúltima declaración una vez más, ¿seguro que todo eso lo había dicho yo?

    [​IMG]

    "Cogí a aquel bellezón por el pelo azul cielo, la enchufé en la lavadora de 9,8 kg de capacidad (allí cabía de todo, hasta una persona humana), y le di al botón ON.
    Centrifugado a 1200 rpm.
    No me separé ni un instante de la visión cilíndrica, casi hipnotizado por la majestuosidad de mi aparato "estrella".
    ¡Y es que había visto manchas en su refulgente traje azul elástico!
    ¡Por eso seguía casado con mi mujer! ¡Era capaz de ver todas las manchas! ¡Incluso las que no lavaba aquella lejía sideral!
    ¡Manchas! ¡En la cocina de mi mujer! No, señor. ¡No!
    Cuando terminó, no abrí la portezuela. No. A veces, no es suficiente con un lavado. Así que le apliqué el programa turbo, estrella en limpieza según el fabricante del aparato.
    - De mi lavadora NO SE RÍE NADIE. - Pensaba. - Vengan del planeta que vengan, me da igual si de Marte o del otro... - mascullaba ávidamente con mi lenguaje más mezquino.
    Saqué la prenda, la extendí con la plancha para buscar alguna arruga rebelde, y, eso me obligó a repetir la operación hasta siete veces. Las que hicieran falta. Antes de que llegara mi mujer. Sacar la prenda, enjugar, planchar en húmedo, ver mancha y repetir. Meter en la lavadora. Mi mujer lo llama el mete-saca. Lo hacemos tooodos los días.
    Cuando ya no quedaba ni rastro de las manchas, me senté a esperar. Quedaba algo por hacer, pero de eso se encargaría mi mujer.
    Es la que tiende la ropa."
     
    #1
    Última modificación: 29 de Septiembre de 2012
  2. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    Definitivamente... escribes muy bien. Un abrazo. Churrete.
     
    #2
  3. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias, Vicente, te he hecho leer un largo rato. Espero que al menos una sonrisilla se te haya escapado.
    Un abrazo
     
    #3
  4. VicenteMoret

    VicenteMoret Moder. Biblioteca P. Clásica.Cronista del Tamboura Miembro del Equipo Moderadores

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    No sólo... he disfrutado mucho con tu estilo fluido y, casi, desenfadado. Un abrazo. Vicente.
     
    #4
  5. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Llegados a este punto se hace necesario aclarar que el relato se basa, claramente, en un anuncio publicitario emitido en España por una compañía de lejías, emitido hace unos 10 años, en que se producía una escena similar con una mujer con pelo azul y ataviada de tal guisa que recomendaba a la sufrida "lavasuelos" la lejía del futuro.
    Ha suscitado desde entonces tantos comentarios jocosos que me he sentido inclinado a sumarme a ellos con una nueva y tal vez diferente, crítica a tan estúpido anuncio de T.V.
     
    #5
  6. DAVID DEL LIGNUM CRUXIS

    DAVID DEL LIGNUM CRUXIS Exp..

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    que buena historia, y de hecho que buena juerga antes y después, un abrazo, es muy interesante e ingenioso,
     
    #6
  7. LIBRA8

    LIBRA8 Invitado

    Buenísimo tu relato, Pablo. Mezcla de humor ácido, realismo, ciencia ficción, ...y Dios sabe que más, je,je. Lo que es indiscutible es que escribes de lujo. Mi aplauso a tu talento, amigo. Un abrazo.
     
    #7
  8. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Gracias por tu paso, amigo, casi se me olvida agradecerte. Es un pokito bestia el relato, hay que prepararse para todo a veces. Un saludo
     
    #8
  9. pablo7972

    pablo7972 Poeta que considera el portal su segunda casa

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    9 de Mayo de 2012
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    Comparto contigo lo que dices, supongo que si escribes medianamente en verso también lo puedes hacer en prosa, aquí y enn alguno más lo intenté, claro, no somos profesionales, ja ja hay que corregir mucho después... No sé si tú has escrito prosa alguna vez, no lo he mirado, pero prueba, lo harás tan bien como éste o mejor, la diferencia es que en verso sueles hablar desde dentro, de ti o de otros, pero contus interioridades manejando la escritura,y en prosa casi es mejor olvidarse de uno mismo, saludos y abrazos, amigo Luis
     
    #9

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