Vientre de pájaro

A veces veo a la honestidad como a mi padre
con los mismo ojos que pueblan el abismo entre la noche y la noche.

También creo un poco en los dientes que rechinan
cuando muerden una nube
y se quedan contando el horizonte hasta el final de un principio.
Esa lejanía taciturna que nos abraza cerca del ombligo
entre los páramos quebrados de un frío que arde en la garganta
como si las manos se guardaran en un bolsillos que se encuentra a la intemperie.

Sin embargo, no existe un vacío minúsculo
sino un bosque plagado de raíces donde el vacío se acompaña
y muerde los telares donde un duende tejió una parte de la luna.
Entonces me quedo encerrado, con una puerta abierta
con ciertas ventanas de colores que me frenan el paso
que parpadean un gesto de una copa sentada en el umbral.

Entre tanta cordura inevitable busco un espacio de locura
un lugar inerte donde habiten los vivos
un silencio con la boca de los que saben gritar
y gritan tan fuerte que ningún oído los escucha.

Ese sitio será una mariposa con vientre de pájaro.