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vino y rosas

Tema en 'Fantásticos, terror, ciencia ficción...' comenzado por miara, 28 de Marzo de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 688

  1. miara

    miara Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    24 de Febrero de 2015
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    Género:
    Mujer
    “Príncipe mío,
    dueño de mi espíritu
    cautivado,
    no te vayas a la guerra,
    que la sangre y el dolor
    harán que te olvides
    de lo que es para ti,
    sagrado.

    Todo perderá su sabor,
    incluso nuestros besos
    robados.
    No partas lejos de mí,
    pues si lo haces
    como muerto no sepultado,
    andaré por las sendas
    donde nuestro amor
    se hubo ocultado”.

    “En tu luz,
    yo me muero.
    Y aunque en la distancia
    me encuentre,
    mi bienamada,
    mi recuerdo
    volverá a ti
    como la polilla
    al brasero”.

    “Entonces, hazlo;
    ve y acaba
    lo que el destino reclama,
    tanto de tu valor
    como de tu espada.
    Pero luego,
    sin tardanza,
    entre mis brazos retorna;
    en su hueco, descansa,
    antes que el dolor
    de tu partida
    me parta”.

    Un último beso
    a la doncella le dio,
    para envolverse
    en su cálido calor,
    como coraza protectora,
    contra los días de fuego,
    acero y sudor,
    que aquel enfrentamiento
    violento,
    le nublará
    su conocimiento y razón.

    Hubo transcurrido el tiempo,
    más de lo que se esperaba,
    hasta que el conflicto acabó,
    hasta que la sangría cesara,
    cuando el príncipe regresó
    a su tierra añorada.

    Pero ya no era el muchacho
    que su corazón entregó.
    cínico y frío,
    se volvió;
    ya apenas recordaba
    lo que a ella
    le prometió.

    Cuando a su lugar secreto,
    a su sitio de reunión,
    sus pasos volvieron,
    y esos ojos,
    ahora vacíos,
    su figura contemplaron,
    no hubo emoción
    ni pasión.

    Su amante le recibió
    como verano renacido
    después de invierno
    cruel y helado.
    Más pronto descubrió
    que todo se había trastocado,
    que la rehuía
    y que un muro
    había levantado.

    “¡Ay, ya no eres mi amor,
    el que su aliento me daba
    en el calor de su abrazo!.
    Antes de verte partir,
    debí ante la muerte
    mi frente rendir”.

    La muchacha
    se apretó con sus manos
    el pecho,
    mientras unas lágrimas
    de sus ojos colgaban,
    que por su cuello,
    lentamente,
    se deslizaban,
    hasta que
    en sus manos brillaron
    y en gélido cristal
    las congelaron,
    extendiéndose por su cuerpo,
    estremecido por el desgarro.
    y ante los ojos aterrorizados,
    del que fue su cariño,
    en estatua de hielo vivo,
    quedó.

    Su corazón partido
    emitió un último latido
    en el que se reconocía
    que su momento
    de vino y rosas,
    se había, trágicamente,
    extinguido.
     
    #1
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