Y allí estabas

Finalmente, me dicidí entrar en esa habitación que durante años, tal vez siglos, estuvo cerrada.
Al penetrar, comprobé que todo seguía ogual, intacto, inamovible. Pero algo me decía que habías estado allí.
Un olor. Sí, ese olor tan característicotuyo. Un olor que traía recuerdos lejanos y te envolvía en un mar de sueños procedentes de las noches desérticas o atardeceres egipcios; de los dátiles y los días morunos.... el harén.... y las apasionadas visitas nocturnas.
Me dejé atrapar por ese aroma tan familiar, tan dulce y sensual.
Y allí estabas. Me encontré rodeada por tus brazos, incapaz de disimular mi asombro o mis deseos. ¿Cómo habías entrado? ¿Acaso era producto de mi imaginación que anhelaba tenerte?
No.... Eras real.....como la primera vez que te ví.... simplemente me dejé sucumbir a tus encantos sin saber bien si eras humano o un espectro salido de la nada.
Y allí estabas....
Ya nada importaba. Sólo desee que te quedaras. Que huyeramos a esos países lejanos de ensueño y nos fundieramos en el tiempo.
Una vez más, he aquí mi sueño.
Dejé las flores frescas, aromáticas, en esa tumba, que para mí sólo era un pedazo de mármol, y marché.
Te sentía en mi interior, y sabía que seguirías vivo mientras yo viviese.
Un beso. Un adios. A veces, no es suficiente.
Anduve hasta la playa. El sol poniente aún ofrecía sus últimos rayos. Me senté dejando que las olas acariciaran mis pies, dejando que el viento hiciera lo mismo con mi piel. Cerré los ojos y pude percibir tu aroma, ese olor tan característico a dátiles y su suave tacto rozando mis cabellos....