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Yo, la delincuente (Obra finalizada)

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por Alicia12, 1 de Septiembre de 2023. Respuestas: 74 | Visitas: 2614

  1. Alicia12

    Alicia12 Poeta fiel al portal

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    Yo, la delincuente​





    Enredados en sus dilemas de siempre; en lo primero, final o después, yo ya recogía ramas cuando Narco le dice a Tuco que por qué yo no recogía las bolsas y ellos se encargaban de la poda. Ya que los sabios estaban acordando colocar las dos cosas; una a cada lado de la carrocería del camión. Aunque sin darle tiempo a más, con la misma me giro y me encaro a Narco. ¿Cuatro contra una? Hasta donde sé la labor se hace entre todos, y no me han presentado a nadie con la función de capataz ni escuché decir que lo fueras tú. Apuntando como tal a Narco. Que no les iba a dejar hacerme el vacío durante el trabajo, dando por supuesto que allí no había partes ni enteros. Que dentro del camión o durante el descanso ya lo hacía yo, porque no estaba para nadie, por supuesto. ¿Acaso soy de corrillos? Cómo para aguantar el llevar o traer nada que no fuera en ejercicio de la tarea para la que se me contrató, que me importaban bien poco. ¡Faltaría más! Que no se les ocurriera mandarme hacer otra cosa de lo que ya hacíamos, como debía de ser, estaría bueno. Despachándome a gusto. Que sus teatros también los sabía hacer yo, pero conmigo, por supuesto.

    No salía de una para verme en otra. Como si no les hubiera visto venir y llegar con la misma, ¿la tarde siguiente de barrer en la ciudad? Como si me importara algo de lo que acontecía, ¿entre basuras? Como si allí no lo fuera también yo. Pero no les iba a consentir nada, por supuesto, ¿quién era él para mandarme hacer o dejar de hacer? ¡Quién! Vaya, con la vitalidad con la que volvió, me dije. No me iban a hacer callar, siendo la que menos hablaba. ¡De qué! ¿Por dónde? Y menos Narco, que durante la baja de Berta ya intentó un par de escaramuzas como encargado de la caja del camión, al igual que Ángel era un hecho, ¿y? Esta vez las botas las tenía bien firmes, pero no acabó ahí la cosa, no, faltaría más. ¿Y por qué no puede ser?, me interroga. Y por qué no lo haces tú, te contesto, ¿por qué no recoges tú las bolsas y el resto hacemos la poda? ¿Lo quieres así?, te respondo yo. ¿Por qué mandar a otra lo que puedes hacer tú? Con más preguntas, porque por poder se podía, ¿quién decía que no? Como para sumar las cosas que hacemos, aunque, por tacto no debemos hacer. ¿Y?

    Todo para después desdecirse en el momento que escuchó bajar a Rubén del camión. Ni por tonta. Claro que no, hombre, entonces para qué te pronunciaste en la dignidad de repartir la labor de las cargas. ¿Dónde estaba el pastel?, le espeté. Sin embargo, se mantuvo callado. En su lugar habló Tuco, apuntando que lo que yo decía no era más que cosas mías, producto de mi cabeza. Sacando a relucir el tema de Ángel, que lo que me pasó con él también fueron cosas mías. A este se le subía todo a ella y la quería hacer valer en mí. ¿Su diagnóstico más acertado? Sí, claro, paranoias mías. Cómo no. Más Berta por otro lado, a la que no le faltó qué hablar sin decir nada. Sin que ella tuviera voz ni voto, por supuesto. Su cometido no pasaba de ser la buena, religiosa para ser más exacta. ¿A juego con las moralinas? No de la Iglesia católica, decía entre sus galas dentro del camión, como si todas las religiones no tuvieran un creador de por medio. ¿Cosas de hombres? ¡Muy hombres! Pamplinas. Y todo para acabar que en su iglesia se decía que el mundo era cosa del diablo, que estábamos en sus manos y que ellos esperaban vivir en la otra vida. ¿En la del juicio final? ¿Se puede ser tan incapaz? ―¿Tú qué dices?―. Sin ni siquiera saber lo que conlleva imaginar un juicio de esas dimensiones. Su bajeza no tenía igual. Como si los cadáveres de un animal o del animal que se denomina humano no canten por igual, ¿o no?




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  2. Alicia12

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    No sabían cómo darme alas para que desistiera, aunque con ellos las tenía de piedra. Especialmente a partir de la tarde en que el capataz mandó a Ángel a trabajar en su grupo ―¿Sabes con qué les obsequió?―. Le birlaron una merienda de dulces. ¿Confirmando en lo buena que era yo? El muy gentil repitió la misma jugada que con los compañeros del primer grupo. Ejemplar que era el muchacho. Aun así, no volvió con ellos porque a Tuco no le agradó Ángel. ¿Trucando la intención del capataz? Como cualquier familia que se precie no eran asiduos a extraños. Eso sí, delante de mí, durante varios días estuvieron halagando su generosidad. Momento en que sus gestos lo transformaron en insultos indirectos. De los que no me daba por aludida por ser clavaditos a ellos. Suyos eran. Permitiéndome plantarles una sonrisa de oreja a oreja, cuando la inspiración les elevaba a su seno, porque, después de todo no había necesidad de hacerles pasar hambre, ¿o sí?

    Antes se comían las mieles a escondidas, después de la generosidad de Ángel se volvieron espléndidos. ¿Qué no tenían otra cosa a qué hincarle el diente? Sabiendo que una familia se obliga a convivir cueste lo que les cueste, porque en sus carencias no tienen nada en común, encuentran lo que sea para echarse a la boca. Es un hecho. Para mí las familias son de lo más deprimente y denigrante con lo que tropecé en la vida, hasta decir basta. El reclamo más mundano, el recurso más idiota, la excusa más infumable, como para cansarme de buscar y de repetirme hasta quedar harta. En lo que no tenía ni un mínimo interés. Como para embarrarme en sus sandeces. Me las ingeniaba conmigo, que para eso me tenía. ¿Además, no pasa una mosca por donde entra un elefante? Si había que entretenerse en algo lo hacía con el entorno natural, que valía para eso y más. ¡Estaría bueno! ¿Lo que nace no se hace en sí mismo? ¿Qué necesidad había de manipulación alguna? ¡Ni temer! Cuando no responden a sí mismas. Incapaces de hacer nada por cuenta propia ni de hacerles ver lo contrario. Si desde los inicios la manipulación es cosa de los hombres. Muy hombres. ¿Al pan, pan y al vino, vino? ¿De qué? ¿Por dónde?

    De resto no me mencionaban a Ángel. Si acaso, Sócrates, sobre el terreno cuando rematábamos alguna faena con la cuadrilla. Momento en que Ángel lo abordaba, propinándole un manotazo por la espalda, empujándolo hacia adelante. Haciéndome éste alguna que otra señal para luego decirme que le echaba todo el peso encima. Concluyendo que era como un niño, que no calculaba su capacidad, me decía, de lo imposible de hacerlo entrar en razón. Tanto o más inútil que yo desplegara los labios por eso. Imposible atender a las esterilidades. Me sacudía ligeramente los hombros, pensando que los niños lo hacen con sus juegos. Pero Ángel no sabía lo que era jugar. En su ruindad no dejaba de pensar que era un pobre diablo, aunque sabía lo que se hacía. Si Sócrates no advertía la acción de amilanar; para sus fantasías, prefería las mías. ¿Acaso era menos? Ni tampoco más, por supuesto.




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  3. Alicia12

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    Tarde en que por las inmediaciones del vertedero, en la parada que nos dejaba Rubén para ir a vaciar, al bajar yo, también lo hizo el correveidile de Valentín. Con la excusa de fumar. Porque ellos habían dejado de quedarse en tierra, seguían el camino con Rubén, digo con el capataz Tuco. En sus gracias de golpear la puerta detrás de mí. ¿Qué me iba a equivocar? Y yo complaciente, como si estuviera en mi gusto ir a la pestilencia del vertedero. De qué. ¿Por Dónde? Como hizo Valentín después de las palabras que tuve con Narco. ¿Para venirme con el cuento de la pena que sentían por la pérdida del capataz? ¿Aún con esas? Claro que Valentín ya no era asiduo a vernos por el parque. Ahora se encontraba por la cafetería con Tuco. ¿Tenía que halagarlo por su reciente ascenso? Que se había marchado por mi culpa, me dice. Sí, quizás iba siendo hora de ver la pena como la riqueza de la unión familiar. ¡Ojalá! Una basura menos, me confesé. Ya me hubiese gustado. Aunque nunca utilizaría a un pelele como él para ningún tipo de festejo, por supuesto. No se podía ser tan ínfimo a la hora de ser explotados por menos y por nada. Y menos por quienes tenían más carencias que él, que la de Valentín, desde luego, que ya era. Con que les dio pena su marcha, mucha, le respondí, a mí también, como que no duermo por ello. ¿Acaso sientes pena por ti? Y tanto que se las devolvía. Cómo para quedarme corta. Donde ni ganaba ni perdía ni me cortaba a la hora de ir más lejos, porque no eran más que huevos pegados a un pelo.

    Como que le iba a seguir sus pavadas en los rodeos en que se dilataba. ¿Y todo por creerse que le iba a decir algo sobre la pasada tarde? La que estuvimos de barrenderos en la ciudad. A la que a él mandaron con Sócrates a barrer un parque, ¿y? Por mi parte no le dije ni media palabra, para qué, o para no saber que venía de mandado. Ya, al inicio de la jornada, Tuco había sermoneado a Berta dentro del camión por haberle preguntado a Próspero, en la firma de asistencia, en qué unidad debía subir. Tú no tienes por qué preguntar nada a nadie, le regañaba. Que ella ya sabía cuál era su puesto, que no se vuelva a repetir, ultimó el muy señor. ¿Es cuando el enamoramiento se transforma en posesión? Los amedrentados. Pues sí que se aclaró el hombre, que por mucho que se mirara no se veía. ¡De qué! ¿Por dónde?

    Vamos, con Facundo y Próspero de chóferes, la tarde siguiente de la baja del capataz, trabajamos la cuadrilla al completo. En el descanso de las dos unidades animaron a Ángel a ponerse en contacto con el capataz. De interesarse por su salud. Que no fue otra cosa que mientras Ángel hablaba con el capataz por el móvil, ellos se carcajeaban sonoramente detrás de él. También la noche anterior, en el apartado de observaciones, el capataz había dejado escrito que la cuadrilla eran unos herejes. Sin excepción. A quien no dejó de linchar también su protegido esa tarde. Después de haberles visto y oído, ¿qué tenían para decir sobre mí? Para no saber que el mundo nos gasta la vida inútilmente. De ver lo que me rodeaba sin mirarme en lo establecido. De qué valemos si somos incapaces de darnos a los sentidos. ¿En la rivalidad andamos de canto y en lo horizontal al quebranto? ¿En qué quedan las competiciones? ¡Estériles! Con lo poco dados que somos a las obras, ¿hay mejor ejercicio de lectura que la sonrisa visual? Como que me importaba gustar o no gustar, ¿allí? Ni en sitio alguno.




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  4. Eloy Ayer

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    .....el 58. De lo mejor que he leído en 13 días a la redonda. ¿de dónde salió eso ché? estoy buscando, a ver, del periódico y sus noticias, ernesto sabato, bukousky, de la poesía esa que ahora se hacía, del autobús, de lo clásico, machado, alberti, de los libros de comics de forges, incluso de aquellos artículos que escribía en el país francisco umbral, pero eso, a pesar de no haber dado ni una, es absolutamente nuevo para mi. Un placer pasar por tus líneas.
     
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  5. Alicia12

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    Yo, la delincuente




    Por mucho que les apeteciera no era un cadáver más. Claro que, entre basuras el grado de persona nos quedaba grande. En sus regímenes se dejaban ver, vaya que si se dejaban ver; pero, cualquier vestido es un trapo si no soy capaz de imaginarme dentro de él, ¿o no? Como que vivía solo para ver la bóveda que llaman cielo y no la burbuja en todo su esplendor. ¿No habito dentro de ella? ¿No soy un espacio dentro del espacio? Como si se me escapase que no hay más energía que la que nos circunda y no la que muestra un plano o mapa de las planas cabezas pensantes de los hombres. ¡Muy hombres! Para ver que lo que llamamos Sol, por sí mismo no se sostiene su existencia, ni la Tierra gira en razón de su complacencia, ¿Con su Dios y semidioses? Sí, en arreglo a nuestra naturaleza, ¿no se alimentan por igual? ―Tú qué dices―. ¿No es lo que genera nuestro ambiente? Lo que habita entre nosotros. ¿A qué la disculpa de que no se puede afirmar o negar la existencia Dios? ¿Por intereses creados? En su literatura, como tal no tiene igual, como cada una, únicas en obra, ¿o no? Para después decir que la religión ayuda a ordenar y encontrarle sentido a la vida. ¿A Dios rogando y con el mazo dando? ¿Y todo por no ver nuestra naturaleza? Porque las mentes no dejan de saber lo animales que son. Todas.

    Ya decía Benjamín que no me hacía falta nadie para pasarlo bien. No se equivocaba. Después de todo en atención y atendiendo a sentirse a gusto con una misma, por supuesto. Desde mucho y más. En la gracia personal de tropezar; en las duras y en las maduras. ¿No iba a aguantar sus refriegas? Como si me sorprendieran. Aunque no precisamente con ellos, si cabía, lo triste sería no sorprenderme de mí. Y el espacio no dejaba de ser idóneo. Quien era nadie para darme algo por válido lo que mi naturaleza dictaba lo contrario. A ver quién era el guapo que se atrevía a ponerle peros a mis movimientos o rejas a mis sentimientos. ¿Dónde la edad de la vida? No les daba la satisfacción, desde luego. Ni había perdido ni se me cayó ninguna de las edades cumplidas. ¡Quién pone fecha para ser o dejar de ser! ¿Qué no tenía edad para equilibrar los bordillos de las aceras? ¿Les incomodaba verme de trapecista en aquel circo? ¿Y? Como que ganaban algo más de lo estipulado. ¿No estaba todo pensado? Como para desvivirse por los negocios ajenos. Ni que la vida sea un regalo aun dándose tal cual es, ¿no hay que aprender a vivir con lo puesto? Como que nos hacemos a nosotros mismos, ¿qué me iban a decir? Ni siquiera mostrar. ¿Debía conformarse con las ideas de otros? ¿Hacer de sopa gansa para los demás? Como si la palabra no la conformase la comunidad de hablantes. Ni que las mentes sean tontas. Si arrastraban sus pésimas existencias por nulos allá ellos. Como si pensar no nos remita a la inventiva. Incluso a los seres pensantes que no eran, por supuesto. Que la vida es otra cosa. ¿Y la querían sin cargo alguno? ¿Para qué engañarnos? ¿Por decir lo que a otros les gusta oír? ¡De qué! ¿Por dónde?




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    Al igual que yo, el camino se les hacía corto. ¿Por eso se empeñaron en ir más lejos? Qué inconformistas somos, ¿verdad? Y todo porque iba a mi aire, incluso respirando el mismo que ellos. A ser posible, sus gustos eran estar echados todo el tiempo. En el empeño de hacerse conmigo, en sus debilidades, cuando más inmersa estaba en medio de la faena con residuos de jardinería. En la rutina de recoger las ramas de matas y alzarlas a Narco a la caja del camión, en un momento, no acabé de girarme y quedar paralizada entre el camión y la puerta trasera que me echaron encima; atrapada a los pies del mismo. En su peso de dos metros y medio de larga. Clavándome en la tierra. Que paró Tuco en el instante de llegar a escasos centímetros de mi cuerpo. Dejándome perpleja, en suspenso. A quien me quedé mirándole en silencio. Sin moverme. Mirada que le seguí a cada uno de ellos. Hasta donde mostraban sus ojos. No solo por el hecho de que me vieran, también que supieran que sabía que fue intencionado. Como para esperar otra cosa de aquellos descatalogados seres ―Ya me dirás―. ¿Entre maleantes? Sin atender a motivo alguno y sin medir las consecuencias. ¿Por el hecho de ser poseedores de la razón? ¿No es de cada cual? ¿Quién se la arrebataba? Miserables. Incluso sin saber lo que me pudiera acontecer estaba en alerta. Como para no caer en la cuenta cuando Tuco dijo que lo de Ángel fueron cosas mías. ¿Tenía que mostrar que no tenía la cabeza en mi sitio? Sin duda. Mientras Tuco terminaba de abrir la puerta, a su lado la sumisa de Berta se echaba las manos al vientre diciendo que todavía tenía el susto en el cuerpo. ¿Todavía? ¿Al instante? Si se hubiera dado algo más de tiempo me hubiese satisfecho lo dicho, ¿o no? Tampoco era de razón el uso de una frase hecha ante un hecho fortuito. Como si no lo tuvieran pensado o preparado, que para el caso daba lo mismo. A mí, como poco, se me hubiera desgarrado un grito. Que no tuvo lugar.

    ¡Tuco es un héroe! ¡Tuco es un héroe!, ensalzado gritaba Valentín. Saltando con los brazos en alto. Desplazándose hacia atrás para que Tuco acabara de abrir la puerta. En su inconsciencia. Bullía. Espavientos que carentes de credibilidad, por supuesto. A quien de jirafa le alcé más el cuello. En tanto que oía a Tuco decir, entre otras torpezas, que me quedé blanca como el papel. Con la intención de que montara algún número, de que armara un escándalo. Pobre. Ya les hubiese gustado. Si creyó que me iba a poner a dar voces, o ponerlo en conocimiento de Rubén, que estaba dentro de camión, iban listos. Satisfacción que no les daba, desde luego. ¿En que se sentían amenazados?

    Entre las dispares exclamaciones, Valentín continuaba sus alardes, preguntándole a Reina, con la finalidad de hacerla partícipe que cómo se decía héroe en español. La única que permanecía ajena. Esperaba retirada, cargada de ramas en espera de retomar la labor, de que concluyera la fiesta. Reina era Reina. La que no dejó de responderle que igual que en español: geroy. Cuánto retraso, qué desperdicio de gente, pensé. Valentín, interminable en sus comedias, decía que debería de pagarle, como mínimo, una merienda a Tuco. Por su heroicidad o en su cobardía ―vete tú a saber―. Que se la había ganado con creces. ¡Que me salvó la vida! ¿Y la de cuantos más?, por lo visto y por lo que no, no solo era cuestión de estar.




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    Sin mediar una palabra, dejándolos en sus pasatiempos me alejé a fumar. Observándolos en la distancia. En panorámica, el espacio que restaba de podas alcanzaba poco más que el largo del camión. Antes, Tuco se había encargado de coger del cajón de los materiales los bártulos para retirar los restos de los residuos que recogimos de la carretera. Restos que barrió hacia el barranco. ¿De cuándo a dónde se encargaba de esos quebrantos? Tramo donde estaba aparcado el camión en el instante del suceso. Después de pedirle a Rubén, que se mantenía al volante, dar marcha atrás para acercarnos más a las podas. Las cuales se encontraban amontonadas al borde de un barranco, a lo largo de una parada de autobús de largo recorrido. Tiempo que aprovechó para soltar el soporte de seguridad. Hecho que no tardó en pasar. ¿Y antes no? Ni siquiera en esos momentos, porque si estaban detrás de mí, mientras entregaba la poda a Narco el golpe se lo hubiera llevado otro. Si hubiera sido accidental, claro. Aparte de correr bastante brisa, trabajábamos demasiado pegados y para colmo de males el desnivel de la carretera inclinaba la cabeza del camión hacia delante. Al final hice como si no hubiese pasado, que no pasó. No me iban hacer mover del puesto que ocupaba, y menos por el restillo en tiempo de estar con aquella gente, me dije. Sin restarles méritos, por supuesto, puesto que apañados eran. ¿Me tenía que dar por amenazada por eso? Para seguir sus reglas estaba yo, de qué. ¿Por dónde?

    Camino del vertedero iban más silenciosos de lo habitual. ¿En espera de lo que pudiera decir? Cuando los hablantes eran ellos. Vamos, como que antes de llegar al vertedero no esperaba por el golpe de la puerta; me giraba y la cerraba. Aunque después de unos días, se vuelve a bajar Valentín. ¿A sopesar el miedo o acompañarme a denunciarles? Menos lo que pudiera pensar yo, cualquier cosa, seguro. Que no hacía con ellos; pensarles, por supuesto. ¿De qué? ¿Por dónde? Los movimientos que pudiera tener yo quedaban lejos de los suyos, desde luego. Cómo para ponerme límites nadie. ¿Era lo peor que me podía pasar? Morir no, por supuesto ―¿qué nos maten?―. Incluso así tampoco está reñido con la vida. ¿No se nos da como tal? En partes y en su totalidad, vamos. De la cual no somos ni de su incumbencia. Cuando no pasamos de ser meras flaquezas. No por tener un nombre propio al que agarrarnos o del que enorgullecernos dejamos de ser naturaleza. ¿Por dónde? ¿Vive el mundo reñido con la vida? O con el sistema que, en este o en cualquier caso da lo mismo. ¿Es el mundo lo global del invento? O no. El responsable del camión era Rubén, le decía a Valentín, ¿no pensaron en eso? ¿Y si hubiese pasado una desgracia? Que no creyera que se iban a ir de rositas, que ellos eran tan culpables como Tuco, ¿por qué no? Sabiendo que él tenía problemas judiciales. En sus alturas, ¿me iba a cortar por eso? Sin que importara lo que pudo pasar, y no pasó, para mi seguridad, me aproveché y les ataqué por medio de él. También con la intención de motivarlos, claro, quizás estuvieran necesitados de movimientos. Pobres. Con lo poco propensos que eran a las manos se veían en oposición, pero lo último por hacer sería renunciar a mí, desde luego.




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    Siempre nos podemos dejar hacer, nunca que nos hagan. La estupidez de Valentín me fortalecía. ¿Volvía sobre lo mismo? Quizás esperaba que me diera por atacada. ¿Para qué ellos se hicieran los ofendidos? ―o vete tú a saber qué―. Vamos, pregunte usted mañana… Sin embargo no me moví del sito, reiterándole que sus intenciones no solo las sabía yo, que al encargado no se le pasaba por alto cuanto sucedía en las unidades. Como si no supiéramos que se puede matar a lo que se dispara, no por eso es acertar. ¿Qué piensas? Cualquier vehículo particular que veas por la carretera puede ser un inspector. Estas últimas palabras de haberlas oído, es decir, fueron inventadas, proyectadas por el momento. Como si no habláramos en razón de nosotros. Mezquinos. No sé a qué la insistencia de hablar donde no había de qué. ¿Qué me importaba aguantar a una familia? Como que carecí de ella. Pero estos no les llegaban a las suelas. Con ella, desde lo más profundo, desde las entrañas de la tierra vi nacer las aguas. ¡Hasta unirse en océanos! ¿No fue mi familia la que me obligó a forjarme en la unidad en la que me miraba? ¿Qué me iban a contar? Como si hubiera más grandeza que la distancia. ¿De qué la naturaleza de la vida?

    Sin importar lo que yo pudiera o no pensar, hoy por hoy, entre tanto espiritualismo e inventos a la mayoría de la gente la naturaleza les queda pequeña. Aunque aquí no necesitaba de olfato, ya se delataban ellos solos. ¿Por exigencias del guión? ¡Venga ya! ¿Igual al certificado de buena conducta que les prometía el capataz? ¿Les había matado el incentivo? ¿Dónde creían estar? Total, como parásitos no dudaba que el cielo ya se lo habían ganado, ¿o no? ¿Qué más querían? Si Valentín pensó en darse en razón a mi costa, no le hice lugar, por supuesto. Ni por el margen de error, que ya era.

    A nadie le dije algo más que no fuera el recado que mandé con Valentín. Como para no saber que se enriquecían entre engaños y estupideces, con motivo de darse en sus interminables chácharas. Políticos que eran los muchachos. ¿Qué se podía esperar de quienes pensaban que el mal era trabajar? Por mis labios no salió una palabra más, incluso volviendo al lugar de los hechos con la cuadrilla. Que ni ellos se atrevieron a mencionarlo como el incidente que no fue. Quizás si lo hubiesen insinuado, lo hubiera negado yo; aun sabiendo que no hay sustancia en lo que pudo haber sido y no fue. ¿El dolor que no se comparte da más frutos al recolectarse? Menuda panda de ingratos, incapaces de ver más allá de sus ombligos, sin más iniciativa que sus propias quejas. Solo se servían de sus verborreas, moverse de sus asientos era matarlos. Vamos, como si el jolgorio no tuviera autoría propia. ¿Qué pintaba yo? ¿Debería asustarme por eso? Si ya casi estábamos con un pie dentro y el otro fuera. Con estar juntos se daban por contentos, ¿y?​



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    Suceso que no se volvió a repetir, ni ningún otro. El que no estuvo falto de que se fueran de la lengua, por supuesto. Aun sin llegarme un solo comentario, no se me pasó por alto que mis primeros compañeros, después de dos meses largos, estuviesen preguntándome de cómo me iba con el segundo grupo. Interrogantes que delataban el hedor del bienhechor. Después de todo Valentín no formaba parte del clan familiar. Aunque de por sí, aparte de correveidile, dejaba mucho que desear, en varios aspectos, pero sobre todo en lo personal. Y lo último que hablamos más que expresarme fue quitarle la mierda al palo. ¿En la que se guardaba?

    Con Próspero de piloto. Las dos últimas tardes se trabajó con una sola unidad. Compartiendo las tareas de los grupos por turnos; en el camión y barrido de calles. En las que traía consigo el material necesario para mantenernos ocupados por los alrededores del punto de encuentro. Quedándonos en tierra la primera tarde, Próspero se lleva de nuevo a Berta. Con la consiguiente protesta del grupo por deshacerse de mí. Aunque no hubo una sin la otra. La última, al ir de recogidas tuve que volver a aguantar que, excepto Reina, se negasen a subir en el camión. Tarde que como despedida la querían pasar en familia, como suena. ¿El manifiesto que nos taladra? Indicándoles Próspero que si tenían algún problema se pusieran en contacto con el encargado, que él cumplía órdenes, y no tenía por qué esperar por nadie. A punto de arrancar con Reina y conmigo, les dijo, que se iba sin ellos. Donde acabaron cediendo. ¿Fue para darles el gusto de quedarme en tierra? ¡Ni por capricho propio! De qué. ¿Por Dónde?

    No faltó que en carretera, Próspero en su primera y última tarde que trabajó con el segundo grupo. Última porque se acabó lo que se daba, y gracias. Nos contó una anécdota con la unidad que conducía Rubén, y él en esos momentos. De varios años atrás, al poco tiempo de ser contratado por la empresa, y como no podía ser menos, en relación con la puerta trasera del camión. De olvidar encajar la puerta con las cadenas de seguridad, abriéndose en carretera, chocando ésta con el vehículo que tenía detrás, eso sí, sin víctimas. Ni con esas tuvieron el valor de decir nada. ¿Lo iba hacer yo? ¿Solo por prestar atención a los caprichos? ¿En qué basamos los hechos?

    Acabada la jornada, de regreso al punto de encuentro, más que despedirme de los compañeros lo hice con un hasta luego. Sin dejar de permitirme otro contento más; el plantarle a la familia una amplia sonrisa hasta perderles de vista. ¿No estamos? Como persona ―¿no fue para hacerles sombra?―. Y mirar más lejos… ¿Es la noche lo más oscuro que posee la vida? Y en su postura, ¿dónde mejor nos podemos ver? Donde vemos el elemento que media entre el nervio y la materia: la Luna, ¿cómo el efecto óptico que es?


    Los hombres inventaron el tiempo. ¿De nosotras el movimiento?​



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    Fragmentos de “La canción más hermosa del mundo”, de Joaquín Sabina.



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    ¿Divertido? qué lujazo.


    ya le había dicho: Haciendo honor a la tercera va la... No contesté antes por la nota de MP, ya se borrará.
    jaja ¿No se hace verosímil? Broma. Bueno, en el ocio que es la lectura, la escritura no es menos. Aunque ésta última no deja de ser un útil, jeje. Si algo me pudo influir? No sé, pero en su momento, muchos años de su lectura, fue la obra "El asco" de Horacio Castellanos Moya. Escrita de un tirón, es un "brutal" monólogo.
    Sobe la pregunta que hice sobre los capítulos, aquí no los merece, jaja. Los números están de más...
    El placer es de una. Gracias!!
     
    #70
  11. Alicia12

    Alicia12 Poeta fiel al portal

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    ¿El espacio lo merece? (broma)

    un gusto, goodlook
    Riolita
    ERIS
    Alizée
    Medusa
    bristy
    marlene2m
    Modest
    Marimin



    Gracias por vuestras compañía.
    Saludos
     
    #71
    Última modificación: 5 de Noviembre de 2023
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  12. Modest

    Modest Poeta adicto al portal

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    Felicidades Alicia de corazón, ahora a por otro...
    Modest
     
    #72
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  13. Alicia12

    Alicia12 Poeta fiel al portal

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    jajaja, a ver, a ver si encuentro qué ahogar, digo con que jugar... Gracias, Modest.
     
    #73
    Última modificación: 5 de Noviembre de 2023
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  14. Alonso Vicent

    Alonso Vicent Poeta veterano en el portal

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    Un relato lleno de interrogantes y escrito con tu particular modo.
    Trabajo de peón en el ayuntamiento, no me digas más...
    "Porque soy un espacio dentro del espacio que ocupo, en el espacio en que habito."
    "No hay más sordo que el que no desea ver. Es de sentir. El sentido en uno mismo."
    Allá donde estemos, el sentir se hace visible y expone sus circunstancias.
    Y me pones al Sabina de pie de capítulo con ese " yo quería escribir la canción más hermosa del mundo". Si es que sin música no seríamos nada. Siempre viene de lujo para aguantar las duras condiciones del trabajo... que generalmente se hacen duras por la inutilidad de algunos compañeros, por nombrarlos de algún modo.
    Un relato muy tuyo qué muestra los interiorismos, las frustraciones y el saberse incombustible pese a ciertos comportamientos que podemos echar directamente a la basura, al reciclaje.
    Entre podas y recolecciones andamos, pluriempleo, y un poco más hasta el gorro de los que se creen espabilados.
    Me gustó, en su conjunto, la narración de lo que pasa sin dejarle a nadie el gusto de disponer de nuestras propias circunstancias.
    Un beso, Rosa María, a la vuelta a nuestro mundo y a la espera (en el bar) de que se sequen los naranjos
     
    #74
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  15. Alicia12

    Alicia12 Poeta fiel al portal

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    Ummm, el sonido del campo es muy tuyo… pero, flaco, ¿pluriempleado?, a ver si dejamos algo para esta pobre rica...
    Nada, la temática es una disculpa para seguir desarrollándome y, ya sabes, esa visión que tengo sobre el espacio… soy con él.
    Suenas estupendamente, Alonso. Mil gracias. Sí, quizá para ser consciente de lo que nos envuelve hay que ser menos que géneros, porque la idea esta fomentada en y con el beneplácito de los mismos. Y la Palabra no se permite el valor que reside en el lenguaje. ¿De ahí las artes? (aún sufro, je). La música es la culpable, jaja, nada, nada sin ella.
    El beso y un fuerte fuerte abrazo, Alonso.
     
    #75
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