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Z3VWX - 400

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Mariela_mc, 8 de Marzo de 2006. Respuestas: 2 | Visitas: 655

  1. Mariela_mc

    Mariela_mc Poeta recién llegado

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    Z3VWX - 400

    Él iba caminando distraídamente por la vereda, hacía calor. Le dolía mucho la cabeza. Creía estar seguro de que nunca había estado en ese lugar, sin embargo, algo en él le resultaba vagamente familiar.
    Se encontraba aturdido, confundido; a causa del golpe que se había dado, suponía, pero no podía afirmarlo, pues no recordaba nada.
    Había mucha gente a su alrededor, algunos circulaban en bicicleta por la calle, otros caminaban plácidamente por la vereda.
    Le costaba abrir los ojos. Un dolor punzante en la pierna izquierda le impedía caminar con normalidad. Le ardía la mano derecha. Con gran esfuerzo abrió los ojos y se la observó. Tenía sangre seca no sólo en la mano, sino también en el pantalón y en la remera. A pesar de sentirse mal continuó andando, intentando desesperadamente recordar qué hacía ahí.
    Su paso era lento pero constante, no deseaba detenerse. Algo raro estaba sucediendo. Ese lugar le resultaba muy extraño. No circulaban autos en lo que en apariencias era una calle principal, no había vidrieras, sólo ventanas polarizadas y lo más insólito era la ropa que usaban, colores llamativos, cortes irregulares, nada que le resultara familiar. Prácticamente podía afirmar que estaba soñando. El lugar vagamente familiar, que de pronto se tornaba desconocido, la vestimenta de las personas, todo eso no hacía más que confirmar su sospecha, estaba seguro de que despertaría de un momento a otro y se encontraría observando la luz blanca de la habitación de algún hospital.
    Estaba de muy mal humor, dolorido, exhausto. Podía pedir ayuda, pero no, prefería recordar por sí mismo quién era, qué hacía en ese lugar, claro, si no estaba soñando, sino bastaría con que despertara para terminar de una vez por todas con esa confusa situación.
    Cada paso que daba intensificaba su dolor de cabeza, al menos ya no cojeaba. Su andar se había regularizado. Aún le dolía la pierna, pero el dolor punzante había desaparecido. Chocó con una mujer y ni se molestó en pedirle disculpas, ella lo miró entre enojada y sorprendida, no había dudas de que él le resultaba muy extraño, no sólo por que no conocía las excusas pertinentes sino también por como vestía. Se alejaron y ella no pudo escuchar como él la insultaba en voz baja. Hacía mucho tiempo que no se escuchaban ese tipo de expresiones en aquel lugar.
    Intentó una vez más recordar a dónde se dirigía, pero lo había olvidado... o no lo sabía desde un principio. Incluso, no recordaba siquiera quién era. Tenía la impresión de que la cabeza le iba a explotar.

    Mucha gente lo rodeó al instante, ¡no podían creer lo que veían!. No dejaban de preguntarse: “¿Cómo pudo hacerlo?”, “¿Qué clase de ser humano es capaz de hacer algo así?”. “¡La mató!”, “¡¿qué podría haberle hecho ella?!”, “¡Nada!”, exclamaban indignadas varias personas. En realidad no lo comprendían, ni podrían hacerlo nunca, pues tenían una mentalidad muy diferente a la de él, no comprendían la violencia de esa forma.
    Había sucedido todo de repente, lo habían visto, si, iba caminando con la mirada un tanto perdida, peor nada más. De pronto se detuvo, se paró en seco, como suelen decir, y ¡lo hizo!, así porque si. Se había cruzado delante suyo, la vio... parecía haberlo hecho casi por instinto, en tan sólo un instante había sido capaz de acabar con su vida.
    A pesar de que su mirada estaba fija en el cadáver, daba la sensación de que era invisible para él, como si allí, a sus pies, no hubiera nada, tan sólo la baldosa de la vereda.
    Más personas se habían reunido en torno suyo, observaban el suelo. Ahí en la vereda yacía ella, muerta, sin vida, no había lugar a duda.
    “¡Por fin llegaron!”, exclamó una de las personas mientras salía de un negocio, con la mirada elevada hacia el cielo. Los policías descendieron de la aeropatrulla. Varias personas al culpable. De inmediato lo tomaron por la espalda, eran dos vigilantes, colocaron con suavidad en sus manos dos esposas magnéticas. “¡Qué horror!” se lamentó uno de ellos, el más joven. “Es lamentable que aún continúen sucediendo cosas así”, le dijo apesadumbrado el otro.
    Él los miró, como si todo aquello le resultara absurdo. No entendía el porqué del escándalo. “¡Pero, ¿qué hice?!”, preguntó exaltado, casi desesperado. Los testigos se indignaron ante tal pregunta. Los policías les hicieron señas de que se calmaran. “¡por favor, identifíquese!”, volvieron a pedirle; la vez anterior no los había escuchado. No sabían que contestar. No recordaba nada. Pero de pronto algo pasó...
    Comenzó a recobrar la memoria. Una serie de recuerdos pasaron ante sus ojos a la velocidad de la luz. Una vez de vuelta en el mundo real miró a su alrededor y comprendió un poco más lo que estaba sucediendo, las cosas se iban aclarando, de a poco, en su mente. Rompió el silencio diciendo: “¡¿pero, qué le pasa a la gente en el futuro?!”.
    “Había construido una máquina que le permitía viajar en el tiempo, no la había probado aún...”, luego había una laguna en su mente y después de eso el recuerdo inmediato que tenía era el de él tendido en algo parecido a un parque. Se esforzó por en recordar más. Todo, de a poco, volvía a él: su niñez, su adolescencia, la máquina.
    Luego de pensarlo muy poco, impulsivamente, había decidido probar la máquina él mismo, ¡no iba a esperar!. Observó a su alrededor, no había testigos. Su idea era adelantarse unos cincuenta años, más tal vez, no podía asegurarlo, no había logrado corregir ese defecto.
    La gente mas que el ambiente parecía ser muy distinta, no físicamente, pero de alguna forma se notaba la diferencia. “¡Son todos unos locos paranoicos!”, pensó.
    Los policías continuaron pidiéndole una identificación. Pero él sabía que no tenía sentido alguno dársela. “¡No hice nada!, ¿de qué me acusan?”, gritaba. “¿Es consciente de lo grave de sus actos?” le indagaron. Él continuaba sin entender absolutamente nada. El grupo de testigos lo había rodeado aún más, como para impedir que escapara. Todos contemplaban estupefactos el suelo. “Pero, ¿qué miran?, ¿qué hay ahí?”, no dejaba de preguntarse, él también contemplaba el suelo, pero no lograba ver que era lo que les llamaba tanto la atención y parecía consternarlos a todos. Definitivamente, estaban todos locos, de eso no tenía dudas. “¿Qué miran?”, no dejaba de preguntarse, continuaba sin entender lo que sucedía.
    Los policías ya habían comenzado a utilizar otro tono de voz ante la actitud indiferente, frívola prácticamente, que había tomado el acusado. “¡Es tan sólo un loco que juega a ser Dios!”, se escuchó a lo lejos. “¿Es consciente del brutal crimen que acaba de cometer?, ¿sabe que ha violado la segunda enmienda?, ¡por favor!, ¿entiende acaso lo que le estoy diciendo?, por esto va a ir detenido el resto de su vida, es considerado desde este momento como un individuo peligroso para la comunidad viviente, no es merecedor de la libertad, ¿lo entiende?”, le comunicaba el policía más joven sumamente indignado.
    Fue ahí cuando por fin comprendió, ¡se estaba volviendo loco!, ¡no podía creerlo!, ¡lo iban a detener de por vida!, ¡para siempre!. Y lo peor era que no había logrado comprender todo a tiempo, sino hubiera podido escapar, buscar la máquina e irse de ese futuro irracional. Pero ya era tarde, no podía hacer nada, siquiera intentar convencerlos de su historia... “¡La máquina!”, pensó, ¡podía probar su existencia!, salvo que... “¡¿Porqué no podía recordar?!”. Sintió que lo arrastraban hacia la patrulla. La gente lo observaba como si fuera un delincuente, o peor. También miraban el cadáver lamentándose.
    Elevó su mirada al cielo, como buscando desesperadamente ayuda y recordó, de nuevo recordó... Había caído con la máquina, se había destruido, él había logrado salvarse, pero el golpe lo había afectado. Por eso estaba tan aturdido, confundido y caminaba sin rumbo, ¡todo le parecía una pesadilla!. Comenzaba a sentirse cada vez más nervioso.
    Creía que luego de su invención sería considerado como uno de los “genios” más importantes de la humanidad, y sin embargo ahora se hallaba en el futuro, rodeado de personas paranoicas que lo acusaban de sólo Dios sabía qué, y su máquina... su máquina había estallado en el aire, ya no estaba, ya no sabía como haría para regresar al tiempo del que nunca había debido salir sin tomar las precauciones necesarias.
    Estaba a punto de enloquecer, si es que no lo estaba ya, no comprendía nada. Víctima de un ataque de nervios comenzó a resistirse al arresto. Gritaba exaltado: “¡Todos están locos!, ¡yo no soy un asesino!”.
    Ya habían logrado introducirlo al vehículo. – “¡Yo no maté a nadie!”, no dejaba de repetir.
    De pronto se calló, parecía como si por fin si diera cuenta de qué lo acusaban, asomó la cara a la ventanilla y les gritó a todos lo más fuerte que pudo: “¡No soy un asesino!, ¡es tan sólo una maldita hormiga!”.
     
    #1
  2. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    Jjjajjaj, que final, sí que se habian vuelto protectores de esos insognificantes bichejitos. Esta muy bien. Un beso.
     
    #2
  3. Mariela_mc

    Mariela_mc Poeta recién llegado

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    Gracias por leerme!!!
    Y si... se habían vuelto protectores de todos los seres vivos, por mas pequeños que fueran....

    Saludos!!!!!!!!

    mariela
     
    #3

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