Jose Anibal Ortiz Lozada 2 de Mayo de 2025 a las 11:25 PM
No, no me hartaste.
Fuiste bálsamo y viento, y también tormenta, sí, pero nunca carga.
Llegaste con un mundo bordado de sueños y me invitaste a habitarlo sin pasaporte, sin preguntas, solo con la fe ciega del que ama y se lanza.

Pero algo en mí se quebró, algo que no tenía nombre y que vos no podías curar. No eras vos.
Era esa grieta antigua que llevaba adentro,
ese miedo tonto a ser feliz del todo,
a que la luz que ofrecías me dejara ver las sombras que aún no había enfrentado.

Me llenaste de abrazos y me cubriste de besos,
y yo, que no supe agradecer en tiempo real,
me volví sombra sin decir por qué.
Me oxidé no por tu ausencia, sino por no saber sostener la belleza cuando me la ofrecieron sin condiciones.

Ahora me llega tu voz como un eco en papel,
y duele como duele una canción que uno amó cuando aún no sabía qué era el amor.

¿Todavía me esperás, en ese mundo azul, blanco, de tinta?
Tal vez aún haya letras por escribir… o por llorar.