1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. ¡Oh, burbuja en el jardín
    donde la luz se oculta,
    pistilo neblinoso desvanecido
    entre sueños y éxtasis
    cuando el polen reluce
    en el abismo que engulle
    al renacer sombrío.

    Entre pliegues brotan las rosas
    sobre torrentes y relámpagos
    y las furibundas llamas
    trepan por los caminos salvajes
    donde las venas son todo temblor
    encandiladas por el rocío
    que brota de las profundidades.

    Vientos huracanados, inquietos
    en hoja desnuda de envés, asomados al balcón,
    donde dos cuerpos con diez ojos de luz
    trepan en alud continuo.

    Cuando lo que todos desean se afana
    en ocultarse tras la sombra arraigada
    en vasta llanura, de largo trecho,
    entre linderos atrapados por veneros
    que extienden el gozo
    por la permanente rigidez del iris.

    Luz en imágenes distantes,
    ausencia de abejas de comunión en brasa,
    rutas atrapadas en pliegues como candor
    de mariposa inocente
    sobrevolando la luz del umbral
    donde nada se agota, es imperecedero,
    como dios en su grandeza.

    Ríos de fragancia anclados en playa
    y yo muriendo en esta guerra
    de explosiones donde la llama
    muere dentro en un profundo silencio.

    ©José Valverde Yuste


  2. Voy a tu cuerpo como río al mar
    cómo pájaro a su nido,
    cómo brota el agua de las montañas
    sin cesar, entre surcos.

    Voy de mis pesares a tu dicha
    bajando al pozo
    donde se pierde el horizonte azul
    entre laudos y cascabeles
    cómo tango con concertina.

    Porque tú cuerpo es tallo y relámpago,
    tempestad y calma,
    oasis de sed donde se desploman los delfines
    y las aureolas de tus montes
    calcinan las nieves del invierno
    floreciendo las primaveras.

    Entre tu cintura y el pliegue de tus párpados
    vuelan golondrinas
    y orquídeas florecen en su jugo
    fragmentos de brillo despiertan la solitaria sombra.

    Arqueando sobre tu flor
    me siento despeñar por el valle donde nace la luz
    y allí, en silencio, a la espera de lo habitable
    mi corazón descansa entre musgo desnudo
    que alimenta al lirio en verano
    cuando se enciende con afán
    la promesa que consuela al alma.

    ©José Valverde Yuste
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  3. Tú no existes, te desnuda el tiempo
    en el frío de la loma vecina
    con su lento azote,
    el manto blanco cubre la grama
    un rayo de luna fue rompiendo el velo.

    Como tragos de días lloran las desoladas cepas
    firmando los consentimientos
    en la arena de tu piel
    guardando en sus brazos un cielo sin sol.

    Las aves se esconden bajo los ramajes
    que abrigan tu sueño, sin ropas ni prisas,
    atravesando el valle
    como un relámpago desnudo.

    El silencio brama en la lengua
    del cauce del río,
    dulce ruido que despeina al viento
    entre sudores y escarchas
    sintiendo el frío entre muslos desvestidos,
    implorando a la luz que llegue la noche.

    Anestesia en cuerpos desgastados
    con matices de cristal fragmentado
    por azadones que besan tus manos
    enraizadas en higueras donde la tierra
    es una habitación que habla.

    Hoy el sol, al amanecer, pinta su trazo
    en un lienzo despoblado
    como ojos de un río que fluye sin soplo de mar;
    mañana pasarás desnudo como los días
    que llegan, aunque a veces no se ven.


    ©José Valverde Yuste

    Dedicado a los agricultores del valle donde yo nací.


  4. Déjame cruzar el límite de los suspiros,
    redefinir las fronteras de la existencia,
    desvanecer el efluvio de la fuente
    buscando en la cascada
    el otro borde de la pasión.

    Déjame volar entre tus valles alados,
    extender mis alas donde reinan las olas,
    trazar las líneas a través de los sueños
    sobre tu ropa mojada.

    El reino de la lujuria fluye
    en un hilo líquido al otro lado del agua
    extendido hacia donde la pluma traza
    su viaje sinuoso y lento
    en la cola de los ojos.

    Un tapiz de altos y bajos
    adentrándose en tierras invisibles,
    en espacios intermedios,
    buscando en la cascada
    el otro borde de la pasión.

    Soplan las brisas salvajes
    donde el tiempo pierde su flujo
    en esta vasta y sagrada savia
    llena de pliegues de seda
    todo es raudal de dicha,
    mórbido enjambre de relámpagos.

    ©José Valverde Yuste


  5. Voy a vocear tu nombre
    en la soledad perdida de tu escote,
    como si anidara el anochecer
    entre tus párpados
    y pudiera sembrar mis miedos
    en la luz de un relámpago acostado
    entre tus pupilas vestidas de noche.

    Hoy quiero hablar
    con la tristeza de tu soledad
    como un ángel con alas simples
    y luciérnagas recién aparecidas.

    Me inclino, en ese instante,
    titilando a velocidad de lucero,
    mi sangre entre auroras se despliega
    sobre la almohada y se convierte
    en un placer que emana
    de la oscuridad a tientas.

    Hoy las voces del amor
    son fuego sin misericordia,
    latido de aliento,
    verso que renace en la luz del presente
    y mueren en el recuerdo
    de la manzana mordida.

    ©José Valverde Yuste
    A Zulma Martínez le gusta esto.


  6. El asfalto tose un gris sediento
    y la ciudad vomita neón.
    La naturaleza, herida, sangra lento,
    los árboles gritan con follaje ausente
    cuando la tarde no es más que un recuerdo
    que ya no cierra el iris, se retuerce.

    Mientras, el concreto sueña eternamente,
    las torres murmuran un himno frío,
    nosotros, autómatas programables,
    vagamos por calles incoloras, camuflados,
    cantan las campanas el duelo de la rosa
    escondida en su semilla.

    Mezclados con aire denso,
    simulando el nicho de anélidos
    dónde está el polen hablando con el futuro,
    entre pájaros enjaulados
    al son del macabro retroceso
    del vals que flota en ácido fluido,
    deambulamos entre olivares que ya no besan
    doblan sus ramas por los muertos.

    La sinfonía de la muerte inminente
    final que nadie escucha,
    mientras la ciudad, indiferente,
    entre latidos de metales y acero,
    en el bullicio, se apaga en el tiempo,
    bajo el velo de la desolación
    y el desconsuelo.

    ©José Valverde Yuste
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  7. En las tardes de largas sombras
    alargo mis redes
    donde se agolpan las fibras del corazón
    y el prado florece a grito lleno.

    Miro tus ojos profundos,
    como una raíz hundida,
    donde los sueños fluyen y refluyen
    extendidos hacia la suave luz de la marea
    en olas arqueadas sin aliento.

    Con hilos de anhelo, tejidos
    con lo que sobra del alma,
    capturo tu voz interior
    cuando el sol se esconde
    pintando olas de oro
    que esperan atrapar
    los secretos albergados
    en el hambre de tus venas.

    Comparto mi pecho abierto en canal
    y siento el peso
    de las profundidades de tus aguas.

    En tus pulmones, llenos de mí,
    respiro la fragancia de tu amor,
    un rubor de rosa,
    un clavel desbordado de pasión
    en un mar sin límites.

    Un arroyo nacido de la lluvia
    de un cielo que nace suplicando,
    una nota silenciosa a su pétalo,
    un caótico crujido, breve y fugaz.

    En estos momentos tiernos
    el tiempo se detiene en tus alas abiertas,
    el calor te encrespa,
    los bordes levantan sus brasas
    junto a un latido pintado
    en un cuerpo todo lleno de tormenta.

    En el fondo del anhelo
    se baña el resplandor,
    busco los matices de tu esencia
    y surgen flores en racimo
    donde se evapora la escarcha.

    @José Valverde Yuste



  8. En la bruma, donde las nubes
    flotan entre palabras
    que emprenden el vuelo
    surge un abismo de lirios
    acompasados con sílabas
    de un blanco suspiro.

    Penetra donde la flor sin tierra crece
    buscando la alborada sin prisa,
    se oculta en la sombra vana de un lecho
    donde los deseos se cobijan en el sol
    de tus ojos y buscan la orilla.

    Allí me espera
    el verbo inmaculado
    todo lleno de ventanas
    con vaho de rocío de azucena.

    Mi alma siembra un pétalo desnudo
    en la mitad de tu jardín,
    me pierdo en tu cielo,
    en sangre dulce de un rocío
    que nace en la piel.

    En el suelo de una playa desierta
    sucumbe la marea con perfume
    de orquídea en párpados
    aún llenos de espuma.

    ©José Valverde Yuste


  9. Este amor de armario
    vestido con pétalos que no envejecen
    aguarda ese viento con aroma a nube
    y niebla rendida al sol.

    Esa memoria vive
    en el límite del deseo
    donde navega la adolescencia
    mirando al cielo lleno de viento.

    Deja la llaga
    que tatúa en el aire el lamento,
    luz que destierra las sombras funestas
    más allá de los límites de la ladera
    donde mi cuerpo duda.

    Hay tierras que jamás se alcanzan,
    territorios que no callan jamás,
    entre susurros celestiales
    y el silencio que todo abraza,
    buscan las huellas borradas tras de mí
    con los párpados cerrados.

    La mirada, vacía, me observa
    en este viaje de sombras quebradizas
    la hiedra ya no mora
    vuela en la altura del recuerdo.

    ¿Es sueño o eterna melodía
    esa sombra que la brisa arrastra?.
    Efímera aunque intangible,
    su esencia en nuestra memoria queda.
    Al tocarla se desvanece en el armario
    donde el aroma fenece.

    ©José Valverde Yuste
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  10. En mis noches sin sueño, te imagino
    cuando la luna desfila con su cuerpo de vena herida
    en brazos de un coral embaucador
    que llega como la niebla, dormitando
    en la suavidad de su lecho,
    como un remanso de paz de arroyo
    abrazándome en su árido fuego.

    Acompañas mi soledad de vena fría
    y apareces de pronto como las citas espirituales
    con tu presencia sutil en la penumbra de la luz
    llenas mi alma de un sentimiento de choza vacía.

    Enredados en la noche, tú y yo
    como espectros que sólo hablan con la oscuridad,
    con los susurros que se anudan compartiendo
    arena de playa sobre aguas negras, me detengo
    en el tiempo sin desenlace, sin decir adiós.

    En este sacrificio de estanque muerto,
    en el borde de la razón,
    mi mente te evoca y te imagino, alma triste,
    buscando caminos en mi vigilia
    como árbol que ignora su sombra
    a ras de la hierba.

    Te veo encriptado en el fuego
    que enciende las penas de mi interior,
    ojos hundidos en tierras tropicales desérticas,
    a veces, pones calma en mi caos,
    eres mi alimento.

    En este sueño de pasión adolescente
    con flores agotadas te busco, rosa del desierto,
    entre sombras y susurros me haces temblar
    en la madrugada de los silencios.

    Un abismo de luces y sombras se ha creado
    donde tu mirada perdida es un surtidor
    de caricias sin retorno en este mar inquieto
    de olas que mueren en la roca, meditando
    con el aire gigante de la noche.

    En tu vacío nocturno, mi alma se desvanece
    buscando la luz de tus ojos,
    siento que no perteneces a este mundo
    lleno de enigmas y secretos entrelazados

    Pero alargo mi mano
    buscando palomas, fresas flotando
    en el mar de tu vientre y hallo
    un espacio inmenso.


    ©José Valverde Yuste
    A luna roja le gusta esto.


  11. De un sitio innombrable, el amor brota
    como una violenta luz,
    un crujido en la hebra del rocío,
    la raíz profunda de la mar
    en las primeras savias
    de una naciente primavera.

    Estaba quieta la mar,
    de espejo desprovista,
    buscando la luz de la flor,
    un deseo encadenado al placer,
    resplandor de un corazón
    que asciende al gozo efímero
    del primer anclaje de la rosa.

    La piel de la aurora
    tiembla al roce agudo,
    al mordisco tenaz,
    susurro suave sobre el filo, puntiagudo.

    Un caudal fluye como cascada en la ladera,
    canta el jilguero ante pétalos
    desprovistos de vestido,
    se rompen los límites,
    se hunden las yemas de los dedos,
    la sangre brota, se aloja la pasión,
    un pulso salvaje, visceral,
    sobre aquel abismo ya sin altar.

    El primer alivio de la piedra fría,
    la sed condenada al tacto crudo,
    se liberan las cadenas de sus espinas.

    Un gemido que estaba callado,
    despierta el consuelo de la arista,
    un temblor refulge en un espíritu cautivo,
    la lengua anhela el sabor de un ciclo completo.

    El amor se derrama en un torrente salvaje,
    en un rugido oculto en un portal,
    sigilosos latidos de un hálito ancestral,
    arboledas que en su verdor invitan al cambio,
    gritos de voz temblorosa, empezar de cero
    una nueva vida con su alborada
    empieza a brillar.

    ©José Valverde Yuste
    A Bernardo de Valbuena le gusta esto.


  12. Bajo un cielo que llora contemplo el mar,
    percibo titilantes abrazos de un aroma a zulo
    que despierta con la brisa marina
    sin encender aún la luz que calienta la aurora.

    Bebedor de niebla y sombras
    me envuelve el manto de cristal
    cuando se enciende la llama que sangra
    y me atrapa la mañana sin risa.

    Místico insaciable
    busco otras verdades en la oscuridad,
    en cada sorbo de crepúsculo que me absorbe
    con su puerta abierta de bastardos disfraces
    que ansía hallar la respuesta al existir.

    ¿Qué hay en la otra sombra?
    Me envenena el aroma
    a flores huérfanas
    cuando buscan el consuelo
    ávidas de caricias en amaneceres
    de clamor silencioso
    llenos de ventanas sin resquicio.

    Antes de ver la luz,
    en este caótico mundo
    de soledades prescritas
    me desnudo ante el eterno invierno
    que ha de llegar con su luz oculta.

    ©José Valverde Yuste
    A Pedro Olvera le gusta esto.


  13. Miro las hojas caer sobre la tierra desnuda,
    sus destellos peregrinan por las fotos
    de nuestra nostalgia, desnudando amores,
    volando sobre valles donde mis ansias florecen
    entre sinsabores con pedigrí
    en una oquedad de labios secos.

    Siento tu amor convaleciente
    volando a los bordes mágicos
    donde la noche se entrega,
    entre rutilantes espasmos de pared
    gritando en momentos de angustia,
    en lomas de estío temprano
    donde el ardor suave del sol declina
    en cuevas ocultas donde florece la vida.

    Cansado de ver espuma en la fruta prohibida,
    manada sobre el pecado donde repta la serpiente,
    entre el manzano rodeado de falacias tormentosas,
    enfoques de pupila extraviados
    en laberintos en un jardín sin dueño,
    salto al abismo
    de la monstruosidad que presides
    sacudiendo las raíces donde la tempestad
    se vuelve molino que orada la simiente
    donde picotean las ánimas iracundas.

    Percibo tu angustia,
    ávida de visualizar explosiones de arcoíris
    en abanicos gigantes
    construyendo una mansión en los torbellinos,
    donde descansa este infierno
    de espejos perversos
    a través de montañas dirigidas a tu cielo.

    Cuando vas sin atuendo,
    y desnudas tu esencia de alberca de sal,
    metáfora abierta en ojos cerrados,
    caminando por baches ocultos
    esos donde el cisne socava la escarcha
    en tu ávida boca donde se desteje la noche
    en tu maremoto de claridad incierta
    mis pupilas extraviadas se iluminan con
    aquello que me libera y te pertenece.

    En esos momentos donde planeo
    sobre tu pliegue en fauna de ilusiones
    con brillo que enciende la estrella
    en un océano lleno de sueños
    donde mi mundo se desdibuja
    llenando tu existencia de aquello
    que me eleva hacia el cielo.

    ©José Valverde Yuste
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  14. Te busco en una mota de polvo
    en un otoño de crepúsculos alborotados
    extendidos en una noche donde termina la ternura
    sobre un mar de sombríos sueños
    ensartados en la guerra de un corazón enamorado.

    Ciego de promesas protegidas
    por los acantilados vagan las sombras
    de un corazón golpeado por la fortuna
    de un mar sin olvido.

    Me retiro hacia un bosque inmenso
    donde las llamas son los destellos
    de lo imposible,
    la blancura sedienta de la magnolia.

    Salgo de lo que he vivido
    imprudentes símbolos desgastados
    en la dualidad alma y ceniza, tristeza y canto
    bajo un cielo desnudo.

    En el borde de un naufragio
    surge el temblor de la niebla
    exigente luz llena de prado.

    ©José Valverde Yuste
    A Zulma Martínez le gusta esto.


  15. En el rostro ambarino de la tarde
    reposa mi amor,
    recuerdos vestidos con pétalos
    que no envejecen, solo aguardan al viento
    que les devuelva su esencia
    bajo un cielo que no respira
    defraudado y triste.

    Su aroma pervive sobre llanuras
    de labios mudos, sin travesía, llenos de fríos ojos
    donde muere el deseo en la orilla,
    en ese lugar se transforma la indefensa ola
    en brazo abandonado.

    Quiero enredarme de nuevo
    en la lisa corteza de los abetos,
    en las ubres de las circunferencias
    sobre aquel tiempo de promesas vagabundas
    en la proa de los malecones.

    Garganta de ingenuo margen
    vibra donde no hay caminos
    ni límites en los bordes de la hoguera
    al igual que cuando éramos adolescentes
    se escapaba el aroma de los besos
    entre la libertad del viento.

    Promesas vagabundas en el desnudo
    de la estrella que brilla en tu pecho
    esperando el temblor de la dunas de tu mirada,
    lince en el fuego del trueno,
    cuando me abrazas bajo los luceros
    y se desliza la magia ante la desnudez
    de lo indefenso.

    Amor que se viste de primavera
    en la bahía donde las olas rugen
    surcando las venas de las pasiones
    como sombras secas de rosas
    en las páginas de un libro.

    Rincón oscuro en el camino secreto,
    ese que te envuelve con los deseos
    de los truenos cuando la lluvia
    pernocta en el lienzo sin mediar palabra.

    ©José Valverde Yuste