1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Yo sé que puedes amarme
    con la brisa rozando nuestros labios,
    tus yemas de tela de araña prendiendo
    el dulce deseo disuelto
    en el éter de los besos helados.

    Nos separa un suspirar, un breve espacio,
    tus manos me acarician,
    como un guante a un sueño de tacto,
    como la sed acaricia a las tormentas,
    de breve espacio, en segundos,
    cuando la pluma desciende en rayo a la deriva.

    En la noche, tus deseos besan al sueño,
    el paisaje de tu cuerpo flota en el mío,
    fruto de cerezo en flor, ráfaga de susurros
    sonando en el pabellón
    donde el aire se vuelve gemido.

    Hundo la mano
    en el génesis que en ti navega,
    cierras la puerta y abres el portal
    al umbral del anhelo,
    ese paisaje de bosque en llamas,
    sediento está de mi carne,
    y yo, huidizo, le ofrezco la semilla oculta
    entre tus contornos y mi borde.

    Se alzan al cielo las nubes
    en un breve espacio de suspiros.
    la noche me azota
    anclado en esta tierra desnuda,
    siento el ardor de tu vital presencia,
    la vida misma que a mi tacto responde.

    Tus ramas se expanden en mi corazón,
    un paraíso fértil donde la tempestad
    se amamanta del dulce Edén,
    el amor vence al cansancio y al hastío,
    floreciendo como las amapolas
    cuando son humedecidas.



    ©José Valverde Yuste
    A bristy y Zulma Martínez les gusta esto.



  2. Ese lugar emblema del placer,
    sonríen los hombres,
    las mariposas sueñan,
    y el ancla se introduce
    en su preciso paraíso

    Es un universo
    que nunca se encoge,
    siempre es brizna de luz,
    hondura clara, la inocencia del velo
    cuando desciende,
    y sus ojos cantan al pico del pájaro
    con sus iris de porcelana clara.

    Jardín en la esquina del Edén,
    fuego sagrado que brilla al calor,
    se ensancha el umbral
    de los sueños compartidos
    en el templo hecho idea.

    Bajo el manto de ese valle íntimo
    un trozo de cielo se alza,
    un canto imperecedero
    forja la paz del mundo.

    Es un refugio común que nunca olvida
    aquello que en su camino se traza,
    auroras llenas de fontanas
    con su penetrante voz
    dan altos umbrales de dicha
    a lo que siempre es consuelo.

    En ese bullicio los pecados
    cruzan sin peso ni ley
    y la luz se multiplica en su libre brote,
    sin normas que aten su vuelo,
    siguiendo el mandato de la conciencia
    en las colinas que arden sus espumas,
    mansión donde la sombra con su flauta
    declina las mejores notas.

    Muertos los viejo códigos,
    en un tiempo lleno de restricciones
    el hombre se pierde buscando sentido
    en arcanas leyes, lo que el vuelo de la tórtola
    alcanza, ya todo es sueño.

    ©José Valverde Yuste

    A bristy le gusta esto.


  3. Todo es pantalla en tus ojos,
    un apasionado encuentro
    en espacio que no es nuestro
    en medio de un abismo que vibra
    con alas de relámpago.

    He sentido el silencio
    donde se expande la vanidad
    y en ese instante místico:
    te toco sin manos, te siento sin piel,
    una apetencia de un corazón que sangra
    a través de ángeles que adoran al viento.

    Una amalgama de sensaciones
    en instantes de iris abrazados a las curvas
    donde nace el deseo y el placer se esconde
    entre palmas sedientas
    y el manto cruel de la sombra.

    Cuanto orgullo derramado en la existencia
    que la necesidad oscura de la razón
    no alcanza a comprender,
    ceremonia de palabras usadas
    sobre carne desnuda,
    donde afloran las anémonas
    en cavidad falta de cariño.

    Insaciable rotura sin descoser,
    alma martilleada por dedos furiosos
    como el canto de un ruiseñor
    cuando despierta el día sin faro
    en el iris del valle.

    Las lágrimas densas
    se agitan en la mitad de la cueva,
    el espeleólogo llegó tarde,
    ya no hay mañana de domingo.

    Los pliegues duermen en estatuas exiladas
    en un solitario cielo de un mar profundo
    donde las pestañas rozan el cielo.

    ©José Valverde Yuste
    A luna roja le gusta esto.


  4. Tarde desnuda de sol
    caminas tiñendo
    de colores nuestras largas jornadas,
    ligera como aire, un dulce amor
    sobre la ola descalza.

    Estos ojos se redimen de baldosas
    en líneas de inocencia intacta,
    entre el llano y la colina
    buscan huecos, lejos de la urdimbre
    de la fría locura.

    Transforman las baldosas en ríos,
    sin tierra hostil,
    y un canto de aves lleno de monte
    penetra por estos ojos
    náufragos de no mirarse nunca.

    Ahora tienes otras citas,
    momentos sobre ríos sin rostro,
    en un todo que se hace abismo,
    esa siembra de sombras muertas
    que se bifurcan sobre las palabras del jamás.

    Afirmación de caverna insobornable
    donde te llenas de ese cruce,
    de corazón en sombras
    entre dos mundos con rescoldos de nieve.

    En el quiebro leve de la brisa,
    el poeta sueña en su rincón,
    con las alas de seda y las plumas doradas
    de su mundo que se disuelven
    como la luz en la oscuridad.

    Rompe el espejo de torbellinos perversos,
    en su tierno soñar y pone su vida en la mía,
    como si no hubiese mañana desnuda
    abriendo sus interioridades
    ni crepúsculo tras las alboradas.

    @José Valverde Yuste


  5. Cabalgo sobre un abismo
    de línea estrecha,
    en un tiempo cuyas arterias
    son luz de sangre
    derramada entre dos cielos

    Raíz que llora
    en la soledad del suspiro,
    manto consagrado a lo que no expira
    se consume al inicio del final
    en suelo de felicidad dispersa,
    cuando la fiebre del sueño
    es derramada en la espuma.

    Cuánto ardor celestial
    se mece en el espejo
    antes de doblarse en la presencia
    de la luz inmortal de la flor,
    en el cántico de la sangre,
    se vive lo cautivo de la piel
    cuando ruedan las cosas extensas
    más allá de los cuerpos.

    ¿Qué límite más allá del día
    se consume entre lenguas osadas?,
    ¿Qué existencia taciturna, en dulce infierno,
    dialoga con el canto breve de un desnudo de labios?

    Pabellones llenos de lujuria,
    brotes turbulentos de adolescencia sin infancia
    emergen de la garganta y oprimen al jadeo,
    en el frescor del aroma pálido que brilla
    cuando cae la tarde sobre el tejado
    y la flor despierta del sueño.

    ©José Valverde Yuste


  6. Ando por el envés de tu espalda,
    por colinas erizadas
    aferrándome en conocer los desiertos
    donde las sílfides acarician
    el mapa de mis sueños.

    El haz es un atajo sereno,
    una brisa de sueños bajo el cielo de tus pestañas
    que abre sus brazos dibujando en la piel
    los montículos donde tiembla el universo.

    Mis dedos arden al recorrer tus signos
    llenos de deseos, en instantes de desnudez
    el sol brilla en tu piel, mientras yo suspiro
    en cada trazo de tus venas.

    Soy el velo tenue que acaricia tu humanidad,
    esas huellas que marcan tus caminos
    usando mis palabras, calladas,
    cuando mi inquieta lengua se orienta
    buscando la tenue luz del silencio.

    ¡Oh!, cómo desearía ver más allá,
    donde abraza el destino
    el atardecer de tu deseo
    tan lleno de horas perdidas
    que el mar despierta su lado húmedo.

    En ese mundo interno,
    de pasiones en universo dulce,
    en habitaciones de ciego resplandor
    pierdo el rumbo.

    La lógica se desdibuja en sus bordes,
    en esos laberintos tras la estela plateada,
    naufrago en esta cárcel que cierra mis pupilas
    en un místico juego con el espacio
    que pinta de color su luz
    al final del camino.

    ©José Valverde Yuste
    A Rosa Reeder le gusta esto.


  7. Me apropio las ganas de luchar
    del corazón,
    del día dispuesto a regalar la alegría del verso,
    apósito que cura las heridas,
    elixir de la fragancia de la luna
    cuando duerme.


    ¡Qué hermosa me parece la mañana
    cuando canta
    con sonrisa
    que desafía a las estrellas
    con su cara todavía inmadura.

    En un cielo prematuramente abierto,
    teñido de tul,
    que observa desde la llama profunda
    como emerge el aliento de la tierra.


    Estructura de lengua arrebolada,
    sentimientos de invierno que no sufre,
    luz que refresca lo oculto
    en un corazón que late
    dentro de una vida entera.


    Recelo de sangre en lozanía,
    juventud de arteria adscrita
    a la desnudez del espejo, a un sábado de grietas
    que espera descifrar la huella del poema
    cuando ladra el abismo en la mañana
    y bebo de su hilo descompuesto.


    ©José Valverde Yuste
    A Zulma Martínez y Rosa Reeder les gusta esto.


  8. Llega la primavera
    pintando cielos con sed de alegría,
    extendiendo el alivio
    profundo de la ternura
    en el meandro del río
    que se desnuda al reflejo de la flor
    ante la nueva vida.

    Llanto atado por rayos de colores
    que se bifurcan en la quietud
    de un campo atemporal,
    aire con sabor a pétalo
    trenza de brisa entre las verdes ramas.

    Llena de palabras la luz,
    ansía los rayos
    del perfume de la flor,
    los define con matices de palabras
    llenas de aire,
    en el germen de la matriz principal
    donde se despierta el cáliz de lo vivo.

    Es un bálsamo, esquiva la soledad,
    la cubre de existencia
    en su último aliento de risa,
    espiritual gozo
    lleno de fuerzas latentes,
    respuestas más allá de los sueños
    más allá de los tiempos
    cuando llega palpitante.

    Valle esplendoroso
    que destierra al abismo,
    prado con caricia llena de día,
    laberinto de verdades desveladas
    donde la mirada del silencio se desvanece
    entre prados y flores.

    Tal vez el amor es una promesa
    que no ha aprendido a morir
    cuando las miradas huyen
    de lo por llegar,
    en la bondad del pétalo de la rosa.

    ©José Valverde Yuste
    A Rosa Reeder le gusta esto.


  9. Inclinada, más allá de la luz,
    la mirada perdida entre las nubes
    forjando vuelos de pájaros deshabitados
    en el conjuro de la mañana me buscas.

    Tu corazón abre los ojos
    busca una súplica
    en el rincón donde el tiempo
    es salvaje y libre
    y teje estrellas con hilos de oro
    en los brazos del crepúsculo.

    Bajo un sol suspendido,
    en fragancia de cuerpos desgastados,
    se nutren de sangre
    los huracanes enfurecidos
    en la tormenta de mirar adolescente.

    Trasciende la respiración,
    en el núcleo profundo de tu materia
    nace el gen
    que fertiliza tus campos
    y canta a la espada que te alimenta.

    En la ternura
    de las semillas navegas
    dejando que fluyan libremente
    las emociones que brillan cuan lucero
    en su astilla de luz

    En esas cortas distancias,
    donde la penumbra
    llama a la claridad
    y el viento narra leyendas,
    la eternidad del tiempo reluce
    y el latido, en su onda frágil,
    cobra vida.

    ©José Valverde Yuste


  10. Enrojeció el cincel
    en la mano de un tiempo aún no nacido,
    sobre las aguas abiertas
    la bruma busca el nocturno vicio
    que flota donde jamás acaba el resplandor,
    en días abiertos
    donde habita el azahar de tu mirada.

    Aplausos de nube
    en un alba que despierta libre para volar
    sobre la chispa de los sueños intactos,
    en la vastedad del inmenso silencio
    donde pernoctan los susurros
    de un mar que se pierde.

    Amor, tu mirada es la belleza del amanecer,
    que comienza en el sueño
    antes de florecer la estela
    donde descansa la espuma y reluce la ola

    Laberintos que al iluminarse
    liberan el camino, desbordando estanques
    que sobrevuelan sobre jardines
    que golpean las alas nadadoras
    y el profundo grito del cielo
    que abraza tu horizonte.

    Rostros llenos de siluetas,
    iris envueltos en recuerdos que navegan
    en el barco de las rosas
    borrando antiguas huellas,
    nadie quiere estar en ese rincón callado.

    En el abismo resplandecen las luciérnagas,
    al final del mar,
    donde los suspiros amainan,
    allí, donde muere el horizonte
    y arrían las velas.

    ©José Valverde Yuste


  11. Ella es el respirar de una estrella,
    perfume amoldado al salitre
    en la brisa suave que conversa
    con la luz enjaulada
    en un atardecer
    cuando el sol no tiene voz.

    Susurros rojizos en mis ojos,
    suspiro de espuma que llora
    en límite abierto
    de la luna suspendida,
    en los fríos andenes de la noche.

    En la línea difusa de mi amor
    una barca solitaria
    que navega a tientas
    en un mundo que huye distraído
    de una realidad sin huella.

    El pez escondido
    donde la humedad cala hondo
    en lo que no se ve,
    en una noche
    que todo se llena de lluvia desnuda.

    Me atraes como la luna
    a la noche dócil,
    como la miel de la mañana
    naufraga en el silencio
    de un despertar inconsciente.

    Un mundo de sueños me seduce
    en la bruma de tu escote,
    bajando al límite de la luz,
    paisaje que me arrebata
    de los campos de girasoles
    los viejos almanaques.

    Se fue la luz buscando la noche
    donde me llama la niebla sin sonido,
    en el lecho donde el tiburón aletea
    con risas de manzanas aún no mordidas.

    ©José Valverde Yuste
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  12. Me envejece el llanto,
    ese frío en la mejilla
    es un respiro de lágrima,
    un canto donde habita lo despiadado,
    lo que huye del nombre
    que se disfraza de apocalíptico cielo.

    Yo lo vi en esa senda estrecha
    donde no queda nada
    después de la barbarie,
    soledad y silencio
    que apenas pueden andar
    en pétalo de lágrima agonizando.

    Son huellas de quebranto,
    turbios copos de nieve
    que nadie puede explicar
    más allá de la fatalidad
    del beso callado.

    Hondo suspiro sin luz,
    ya las pestañas han apagado el corazón
    inundadas de melancolía
    en los abismos donde el amor mata
    con su flor mustia.

    Nutre la pena descalza,
    asciende la rosa
    desposeída de la palabra,
    a duros golpes de insensatez
    la raíz sin techo huye apesadumbrada,
    la mañana sobrevive a la noche.

    ©José Valverde Yuste
    A Zulma Martínez le gusta esto.



  13. Cuando el cielo grita y truena,
    raíces crecen en tus pies
    y en tu pecho se inclina la pasión
    sobre ríos que atrapan mis manos.

    Quema la luna prendida de la luz
    que se abraza al suave terciopelo
    que teje de sueños tu piel,
    rojo ardor que viste la noche de vida alada.

    Tus labios, dueños de la sed de los míos,
    bailan silenciosos en secuencias
    que dibujan veranos,
    mientras tiembla el mundo al borde
    de profundas gargantas
    donde se fraguan los latidos,
    en el crisol de un beso.

    En ese cielo,
    que abraza la esencia
    de todo un mundo,
    ancla de la maravilla
    donde viven las aguas densas,
    germina la lucidez de lo que soy
    donde resucitan los límites
    en el nacimiento de lo maravilloso
    de la existencia.

    Aquello que pesa
    cuando acaricias sus bordes
    ante un sol que se despierta
    y emergen serpientes
    entre suspiros de flor.

    Brasa con ascuas,
    mujer de ramas llena de hojas
    que se deslizan pintando en tu figura
    lo que se siente
    en ese desierto con rima.

    Los ojos se asoman en el silencio sordo
    hasta las espirales del tiempo
    madre de todas las miradas, mudas,
    como cauce que desciende abierto
    a la hondo donde la brisa no llega.

    En tu pecho se enciende un color
    de páramo con olas
    en cada pliegue oscuro,
    la pasión seduce al sol que se cae
    entre las lomas apesadumbradas
    y en tu desierto crecen dunas.

    Bajo la sábana, una luz quebrándose
    como una catarata, mi voz eleva
    y en la bruma despliega sus alas.

    ¡Oh milagro en filamento fértil!,
    en ti el tiempo no avanza, sobre tu rosal
    florece un jardín lleno
    de antiquísimas flores vivas.

    ©José Valverde Yuste



  14. Navego por el valle de tus pechos
    como el agua zigzaguea por la ribera
    hasta llegar al manantial
    donde bebo de tu pureza.

    Trigo inmaculado
    arde en tus montículos,
    por la llama de tus latidos
    se desparrama el vino de la lujuria
    buscando el mar
    que navega en la otra orilla.

    Crecen las anémonas en tus surtidores
    de extensa luna en territorios vedados;
    en tu lírica presencia mi sed agoniza
    cuando entre las espumas
    de tu oquedad rosácea
    emergen panales en la senda
    que se hunde lentamente.

    En el arcoíris de tu pupila
    naufraga el brillo de la ternura de las mías,
    sobre la orilla de tu playa cuelga la resaca,
    en los límites de tu caverna
    donde muere el vaivén de las olas.

    En las turbulencias de tus abrazos
    se agita la urgencia de mis besos,
    te siento en la inmensidad de mi piel
    y en las pasionales líneas donde desnudo
    el ritmo de tu corazón afrodisíaco.

    ©José Valverde Yuste


  15. Soy una nube que no abdica
    ante un viento de pupilas claras
    en medio de una tempestad
    llena de alquitrán
    en tránsito de descomposición.

    Esqueleto que resiste a los siglos
    y derrumba el tormento de la nostalgia,
    en un corazón que sangra ante el espejo,
    herido, en un hondo lamento
    como un lienzo sin paleta que mostrar.

    Mis huesos son la carcoma
    de un maniquí embriagado
    en delirios de su propia sangre
    bajo una noche de pensamientos
    de velada débil.

    Hay en mí un poco de huracán ahogado,
    náufrago buscando un hueco en una playa
    donde el agridulce frío del alma
    ya no sienta dolor.

    El lamento de un sueño bañado
    en un último temblor huidizo,
    la duda del corazón es mi luz
    y el grito del silencio mi destino.

    Entendí, al fin,
    que no hay luz sin sombra,
    ni risa plena
    sin un llanto oculto.

    ©José Valverde Yuste