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Los crímenes de Bianca (Rebeca)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 51

- Te dije que este bar era bastante bueno, solo mira las nenitas que llegan por acá – comentó el viejo Larry – pero creo que no estamos aquí para ver traseros ni sonrisas. La verdad es que hay tanto que hablar de ese maldito que ocupo algo más fuerte que echarle a la garganta.

Le hizo un ademán a la mesera y pidieron una botella de ginebra. El guarda más joven estaba atento a lo que Larry pudiera contarle sobre el personaje que estaba en aquella celda.

- Aquí tengo la información de cada uno de esos desdichados que murieron en las manos de ese hombre con esquizofrenia paranoide – dijo señalando su cerebro.

- Creí que no se sabía lo que había pasado con todos.

- No seas idiota, han pasado quince años. Todos tenían familia y hay cosas que los periódicos nunca llegan a saber, porque el mundo no necesita enterarse de todo lo que pasa, el amarillismo también tiene sus límites.

- Entonces sabes todas las historias.

- Todas. Pero no puedo contarlas en una noche. Hagamos algo, veámonos cada fin de semana y entonces te iré contando lo que pude averiguar sobre cada uno, hice algunas investigaciones, yo estuve en homicidios y fui uno de los que tuvo a cargo este caso, pero renuncié y acepté el puesto de guarda en la cárcel para poder estar más cerca de tipos como él, la gente solo los ve como asesinos, yo los miro como maestros del sigilo, si los observas durante un tiempo aprendes a descubrir sus pensamientos.

La mesera llegó con la botella, la colocó a la derecha de Larry y este, luego de agradecer, llenó los vasos de ambos y continuó con su relato.

- La primera en desaparecer fue una mujer llamada Rebeca. Parece ser que la susodicha era una muchacha cuya disposición a ganar se volvió un tanto obsesiva.

- ¿No soportaba perder?

- Exacto, bien dicho. Mira esto es lo que sé sobre ella – Larry sacó un libro mal formado con recortes de periódicos y anotaciones que él mismo había añadido, algunas correspondían a datos dados por algunos familiares de las víctimas, algunos borradores escritos por el propio acusado y otras eran simplemente ideas sacadas de su mente a partir de los hechos que le daban como ciertos, simples conjeturas.


Diario de Bianca, página 10

La mañana de aquel jueves recibí la carta de una mujer, tenía la apariencia de ser persona simpática, de buen ver y vestir elegante, apostaría a que nadie en su lugar de trabajo vestía tan bien como ella. Da la impresión por lo que cuenta en sus cartas que es una persona a la que no le gusta expresar sus miedos en público, es bastante cerrada a mostrar sus debilidades, motivo por el cual ve en el deporte un escape a sus preocupaciones, a sus tristezas.

La vida le ha sabido pagar con creces sus buenas acciones. Es la clase de persona que jamás admitiría que necesita ayuda terapéutica, sin embargo, en el fondo de sus pensamientos conoce la necesidad que tiene de expresarse y ser escuchada, es lógico, todas las personas tenemos esa necesidad. Es cierto que cuando Rebeca me escribió vi en ella una figura sin mayores trastornos, se miraba tan altiva, tan sincera consigo misma. Simplemente quería felicitarme porque mi sección en el periódico ayudaba a mucha gente, eso pensaba ella, en medio del amarillismo, mis humildes líneas eran un respiro para las masas.

Comenzamos por intercambiar comentarios, muy rara vez hablaba sobre sus problemas, la chica era un encanto de persona, esa gente es la peor, porque esconde sus agonías en medio de su felicidad y eso los lleva a confrontaciones internas que algunas veces terminan por afectar a seres inocentes. Hablaba mucho sobre deportes, viajes al extranjero, pero entonces, comenzó por describir su dificultad para conciliar el sueño, comentó que había asistido con algunos psicólogos pero que ninguno había dado en el clavo para acabar con sus dolencias, con sus aflicciones.

La piedad humana es una bola de hipocresía, hay quienes se interesan en ayudar a los demás a cambio de una mísera paga, como si Dios mismo nos cobrara por cargar con la culpa de nuestros pecados. Si uno puede ayudar a alguien a escapar de lo que lo fatiga, entonces nuestras acciones están bien respaldadas, eso creo yo y eso debe ser así.



Anotaciones de Larry

Esquizofrenia paranoide: trastorno mental grave que se caracteriza por delirios y alucinaciones, y que afecta la forma en que una persona percibe la realidad. Es la esquizofrenia más común. Quienes padecen esta enfermedad tienden a tener sentimientos de persecución, sospecha o grandiosidad, pueden creer que tienen una misión especial que cumplir, y pueden tener alucinaciones sexuales, entre otras. Son personas aisladas, con pensamientos de suicidio, depresivas y pueden tender hacia el consumo de tóxicos y abuso del alcohol.



Diario de Bianca, página 15

Cuando por fin nos reunimos, al cabo de un par de semanas de la primera carta, confirmé lo que sospechaba, Rebeca era una persona de la que uno se sentiría orgulloso de conocer, sus ademanes, sus maneras educadas. Sin embargo, estaba enferma, aunque ella no lo supiera, el estrés le dañaba sin que ella se enterase. Los ángeles son seres de luz, seres de divinidad, pero ¿y si uno puede ser un ángel para alguien? ¿está mal que uno quiera ayudar a alguien a sanar?



Recorte de periódico

La víctima que respondía al nombre de Rebeca P. fue encontrada en las afueras de la ciudad, a la orilla de la calle, se desconocen las causas que pudieron llevar a su asesinato. Su vehículo fue encontrado a un par de kilómetros del sitio.



Diario de Bianca, página 7

He de confesar que he dejado mis medicamentos y me siento bien, no se lo he dicho al médico, ¿para qué? Sigue recetándome cada mes sin sospechar nada, aunque es cierto que he vuelto a descontrolarme un poco, nada serio creo yo, si Dios tiene el poder de curar leprosos, imagino que también podrá sanarme a mí.



Diario de Bianca, página 16

Aquella noche la esperé a la salida de su trabajo, mi labor era liberarla de los demonios que atormentan en silencio, esos demonios que no vemos pero que se manifiestan en las noches, cuando lloramos sin que nadie nos vea.

Estaba oculta tras una columna del edificio de parqueos, la miré acercarse a su auto, colocó un bolso con su computadora en el piso y luego sacó las llaves de su cartera, abrió una de las puertas traseras, puso el bolso en el asiento, cerró la puerta con cuidado y luego se sentó dentro. Todavía estaba colocándose el cinturón cuando llegué a su lado.

- Buenas tardes.

- Buenas tardes – me dijo extrañada.

- ¿de casualidad no tendrá algo que pueda ayudarme?, dejé mis llaves dentro del carro.

- Creo que tengo una varilla en la parte trasera que puede servir.

Se bajó, abrió atrás, yo me coloqué al lado suyo, no había nadie más en el parqueo y le coloqué un pañuelo con narcóticos que tras unos segundos la puso a dormir plácidamente. Entonces me di prisa, la metí en el asiento trasero y yo tomé el volante. En el camino fui recitando Apocalipsis 3:5 una y otra vez, hasta que sentí que estábamos en un lugar seguro, el efecto de los narcóticos comenzó a disminuir y Rebeca dio muestras de despertar sin tener completa noción de la realidad.

- Dime una ciudad que inicie con la letra E – pero no respondió, el efecto aún no pasaba por completo – está bien, dime el nombre de una fruta que inicie con A.

- ¿Qué pasa? – se frotaba la cabeza con ambas manos.

- ¡El nombre de una fruta que inicie con A!

- ¿Dónde estoy? ¿quién es usted?

- ¡Te dije que me dieras el nombre de una maldita fruta que empiece con A! – entonces despertó por completo.

Frené el carro de pronto, su cabeza golpeó el asiento del conductor, me bajé algo enojada, abrí la puerta, la tomé por el cabello y la tiré al suelo.

- Dime un apellido que empiece con F.

Sospecho que el que yo tuviera mis manos apretando su cuello disminuyó sus facultades para hablar, después de un par de minutos en que no respondió, la solté. Estaba libre, su cuerpo se había liberado de aquellos males que lo aprisionaban y yo había ayudado a un alma a estar más cerca de Dios. La dejé recostada a la orilla de la calle, estaba tan calmada, tomé el carro y al volver a la ciudad, lo dejé bien parqueado, luego hice el camino a casa sin prisa, con la emoción de haber ayudado a alguien que no sabía que necesitaba que lo socorriesen.
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